CUAVERSOS: AULLIDO, DE ALLEN GINSBERG

Viendo «El Ala Oeste de la Casa Blanca», un personaje recordaba el poema de Gingsberg. Tenemos luna llena y los que nos consideramos de estirpe lobuna, no podemos dejar de prorrumpir en…

AULLIDO

                                                                     por Allen Ginsberg

traducción de Rodrigo Olavarría

Para Carl Salomón

I

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas,
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo,
hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna,
que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz,
que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados,
que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra,
que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera,
que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro,
que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York,
que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche,
con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin,
incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo,
realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente,
que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico,
que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno,
que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn,
un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna,
parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras,
intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento,
que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall,
sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark,
que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos,
que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche,
que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas,
que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios,
que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural,
que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal,
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África,
que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago,
que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos,
que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo,
que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba,
que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos,
que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación,
que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos,
que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo,
que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño,
que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir,
que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada,
que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano,
que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia,
que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago,
que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal,
que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo,
que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio,
que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido,
que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery,
que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,

que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos,
que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología,
que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes,
que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal,
que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo,
que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en  sus cabezas cada día por toda la década siguiente,
que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron,
que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta,
que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa  y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis,
que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor,
que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham,
que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad,
que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes,
que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo,
que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz,
que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba,
que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso,
que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante,
y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia,
que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia,
volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este,
los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna,
con la madre finalmente ****** [i] , y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo-
y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio,
que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus
para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin,
el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte,
y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio
con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.

II

¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió sus cráneos y devoró sus cerebros y su imaginación?
¡Moloch! ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Ceniceros y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos sollozando en ejércitos! ¡Ancianos llorando en los parques!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch! ¡Moloch el sin amor! ¡Moloch mental! ¡Moloch el pesado juez de los hombres!
¡Moloch la prisión incomprensible! ¡Moloch la desalmada cárcel de tibias cruzadas y congreso de tristezas! ¡Moloch cuyos edificios son juicio! ¡Moloch la vasta piedra de la guerra! ¡Moloch los pasmados gobiernos!
¡Moloch cuya mente es maquinaria pura! ¡Moloch cuya sangre es un torrente de dinero! ¡Moloch cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloch cuyo pecho es un dínamo caníbal! ¡Moloch cuya oreja es una tumba humeante!
¡Moloch cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloch cuyos rascacielos se yerguen en las largas calles como inacabables Jehovás! ¡Moloch cuyas fábricas sueñan y croan en la niebla! ¡Moloch cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloch cuyo amor es aceite y piedra sin fin! ¡Moloch cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloch cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloch cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuado! ¡Moloch cuyo nombre es la mente!
¡Moloch en quien me asiento solitario! ¡Moloch en quien sueño ángeles! ¡Demente en Moloch! ¡Chupa vergas en Moloch! ¡Sin amor ni hombre en Moloch!
¡Moloch quien entró tempranamente en mi alma! ¡Moloch en quien soy una conciencia sin un cuerpo! ¡Moloch quien me ahuyentó de mi éxtasis natural! ¡Moloch a quien yo abandono! ¡Despierten en Moloch! ¡Luz chorreando del cielo!
¡Moloch! ¡Moloch! ¡Departamentos robots! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesorerías esqueléticas!
¡Capitales ciegas! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Invencibles manicomios! ¡Vergas de granito! ¡Bombas monstruosas!
¡Rompieron sus espaldas levantando a Moloch hasta el cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas! ¡Levantando la ciudad al cielo que existe y está alrededor nuestro!
¡Visiones! ¡Presagios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Éxtasis! ¡Arrastrados por el río americano!
¡Sueños! ¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! ¡Religiones! ¡Todo el cargamento de mierda sensible!
¡Progresos! ¡Sobre el río! ¡Giros y crucifixiones! ¡Arrastrados por la corriente! ¡Epifanías! ¡Desesperaciones! ¡Diez años de gritos animales y suicidios! ¡Mentes! ¡Nuevos amores! ¡Generación demente! ¡Abajo sobre las rocas del tiempo!
¡Auténtica risa santa en el río! ¡Ellos lo vieron todo!  ¡Los ojos salvajes! ¡Los santos gritos! ¡Dijeron hasta luego! ¡Saltaron del techo! ¡Hacia la soledad! ¡Despidiéndose! ¡Llevando flores! ¡Hacia el río! ¡Por la calle!

III

¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland
                Donde estás más loco de lo que yo estoy
Estoy contigo en Rockland
                Donde te debes sentir muy extraño
Estoy contigo en Rockland
                Donde imitas la sombra de mi madre
Estoy contigo en Rockland
                Donde has asesinado a tus doce secretarias
Estoy contigo en Rockland
                Donde te ríes de este humor invisible
Estoy contigo en Rockland
                Donde somos grandes escritores en la misma horrorosa máquina de escribir
Estoy contigo en Rockland
                Donde tu condición se ha vuelto seria y es reportada por la radio
Estoy contigo en Rockland
                Donde las facultades de la calavera no admiten más los gusanos de los sentidos
Estoy contigo en Rockland
                Donde bebes el té de los pechos de las solteras de Utica
Estoy contigo en Rockland
                Donde te burlas de los cuerpos de tus enfermeras las arpías del Bronx
Estoy contigo en Rockland
                Donde gritas en una camisa de fuerza que estás perdiendo el juego del verdadero
            ping pong del abismo
Estoy contigo en Rockland
                Donde golpeas el piano catatónico el alma es inocente e inmortal jamás debería
            morir sin dios en una casa de locos armada
Estoy contigo en Rockland
                Donde cincuenta shocks más no te devolverán nunca tu alma a su cuerpo de su
            peregrinaje a una cruz en el vacío
Estoy contigo en Rockland
                Donde acusas a tus doctores de locura y planeas la revolución socialista hebrea
            contra el Gólgota nacional fascista
Estoy contigo en Rockland
                Donde abres los cielos de Long Island y resucitas a tu Jesús humano y viviente de la
            tumba sobrehumana
Estoy contigo en Rockland
                Donde hay veinticinco mil camaradas locos juntos cantando las estrofas finales de
            La Internacional
Estoy contigo en Rockland
                Donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo nuestras sábanas los
            Estados Unidos que tosen toda la noche y no nos dejan dormir

Estoy contigo en Rockland
            Donde despertamos electrificados del coma por el rugir de los aeroplanos de
            nuestras propias almas sobre el tejado ellos han venido para lanzar bombas
            angelicales el hospital se ilumina a sí mismo  colapsan muros imaginarios  Oh
            escuálidas legiones corren afuera  Oh estrellado shock de compasión la guerra
            eterna está aquí  Oh victoria olvida tu ropa interior somos libres
Estoy contigo en Rockland
                En mis sueños caminas goteando por un viaje a través del mar sobre las carreteras a
            través de América llorando hasta la puerta de mi cabaña en la noche del oeste

San Francisco, 1955-1956

EL MA MÁS MESTIZO: ORQUESTA CHEKARA & RODRÍGUEZ CELTIC BAND

Vamos con una de mestizaje musical. El jueves 9 de julio, en el Nuevo Centro Cultural de CajaGRANADA tenemos dos citas musicales tan imprescindibles como consecutivas.

A las 9 pm, en el teatro Isidoro Máiquez y por un más que módico precio, toca la famosa y explosiva Orquesta Chekara de Tetuán. Música andalusí de pura cepa… pero bien mezclada. Atentos a los vídeos.

 

Y gratis total, en la Plaza de las Culturas, pasando la fastuosa puerta del MA, a las 22 (esperemos que nos esperen a quiénes estamos con la Chekara) los célticos, vibrantes y granadinos, muy queridos por este Blog, Rodríguez Cétic Band, la versión de cámara de los míticos Supervivientes.

 

Yo, desde luego, no me los pierdo, ni a unos ni a los otros.

 

¿Nos vemos?

 

Lens mestizo total.

CONEJITOS SUICIDAS Y CABRONES

Vamos con otra de tebeos. Pinché el disco de Salif Keita y, al ritmo del «Tekeré», canción que sí había oído, pero que me fascina, empecé a leer un álbum naranja que, se devora en diez atropellados minutos. No más. Aunque después se vuelve al mismo, para paladear cada viñeta. Despacio.

 

El libro de los conejitos suicidas
El libro de los conejitos suicidas

«El libro de los conejitos suicidas», de Andy Riley es una pasada auténtica. La verdad es que Talía y yo ya alucinamos cuando Lillian nos enseñó dos o tres de las subversivas viñetas que lo componen. Unas auténticas animaladas, en todos los sentidos de la expresión. Y mira que el dibujo es básico y simple…

 En serio: ¡leánlo!

Pero la pregunta es, por supuesto, ¿resulta legítimo descojonarse a lo bestia de un tema tan teóricamente serio como es el suicidio?

 ¿Les hace gracia?

Porque, créanme, Riley es un salvaje que se inventa las formas más sofisticadas, cafres, dolorosas, imaginativas y crueles que existen para propiciar el suicidio de sus conejitos. Y, como en las mejores películas de terror, no puedes evitar mirar unas imágenes que, por un lado, hieren tu sensibilidad, pero por otro, te obligan a no despegar la vista de la imagen.

 ¡Hay que ser retorcido!

Y, además, te llevan a prorrumpir en carcajadas salvajes, políticamente incorrectas como ninguna.

 

¡Quién dijo miedo!
¡Quién dijo miedo!

Y no sé si está bien reírse de algo tan serio como la muerte y el suicidio, la verdad.

 Suicidarse es un arte

¿Qué opinan?

 

¡Ahhhhhh!
¡Ahhhhhh!
¡Diga usted que sí! Eso es arte
¡Diga usted que sí! Eso es arte
La decapitación que a Talía y a mí nos dejó patidifusos
La decapitación que a Talía y a mí nos dejó patidifusos

Jesús Lens, auténticamente acojenado.

DESTINOS VIAJEROS

¿Me ayudáis a trazar un mapa de destinos viajeros, en base a la propuesta de un poco más abajo? Es que estoy más que sorprendido con los resultados de la absolutamente poco profesional y nada representativa Encuesta que tienen en la margen derecha de su pantalla.

 

¡Casi todo quisqui se quiere ir bien al Machu Pichu, bien al Desierto del Sáhara!

 

Uno de mis destinos soñados
Uno de mis destinos soñados

También es verdad que, como se podía votar doble, habrá amantes de los viajes lejanos que hayan optado por ambos destinos.

 

El caso es que Viena, como representativa de las ciudades civilizadas de la Europa de siempre, aunque ahora ha cogido un impulso, no se estaba comiendo un colín. ¿Y qué me dicen de la pobre Katmandú?

 

Tampoco la hipermoderna Shanghai tiene tirón. Y ni siquiera el lujo o el relax de Islas Mauricio parece cosechar grandes simpatías.

 

Y, sin embargo, Tombuctú cotiza muy al alza. O sea, que buena parte de los fieles seguidores de esta bitácora está pelín zumbada ¿no? 😉

 

Tombuctú: el viaje a ninguna parte. A los sueños, sólo
Tombuctú: el viaje a ninguna parte. A los sueños, sólo

La verdad es que Machu Pichu es uno de mis sueños. Esta Navidad estuve a punto de ir, pero los planes cambiaron casi sobre la marcha. El Sáhara lo conozco, pero muy livianamente. Y también ardo por ir a Argentina y Chile, a la Patagonia, Tierra de Fuego y la Antártida.

 

Lo malo es que este verano, aunque gozaremos de la cálida acogida que siempre nos brindan los amigos de Agüimes y Gijón, me veo sin grandes proyectos viajeros. Ardo por abrazar a toda la grey teatrero-negro-criminal, pero pensar en todo el verano en Granada… no sé. Miedo me da. Que no me hallo, así, quieto, sin planes, imbuido por la inacción, viéndolas venir. No es propio de mí.

 

Como me agobie mucho, me pillo un avión y me voy a Masai Mara, que bien me dijo Javier Reverte que no haber estado en Kenia es casi un pecado imperdonable. Mi idea: guardar muchos días de vacaciones para, en Navidad, hacer el gran periplo del Sur de América.

 

El paraíso terrenal. Tan lejos, tan cerca
El paraíso terrenal. Tan lejos, tan cerca

Pero, ¿seré capaz de mirar tan a largo plazo?

 

En fin.

 

A ver. ¡Échame un cable! Ponme los dientes largos y dime dónde vas a viajar este verano. O, si no te vas, dime a dónde te gustaría ir, cuál es tu destino soñado.

La maleta de Lens
La maleta de Lens

Y como me hagas una buena propuesta… me lío la manta a la cabeza y me voy contigo. 😉

 

Jesús Lens, incómodamente estático. Y estoico. Que no estético.      

UNA BICICLETA EN LA PLAYA

Me quedé flipado cuando me enteré de que Peter Viertel vivía en España. Y más flipado aún cuando, al consultar la guía de teléfonos de Marbella, su nombre aparecía en ella. Viertel, P. Por aquel entonces, yo acababa de ver en el cine «Cazador blanco, corazón negro», una de las grandes obras maestras del Clint Eastwood más clásico (e injustamente olvidada a la hora de reivindicar el talento de nuestro amado Clint) y estaba todavía impresionado, si no absolutamente conmocionado, por esa historia de cine, aventuras, literatura, África, alcohol, mujeres, amistad y lealtad. «Los años prodigiosos», creo que les llamó John Huston, uno de esos hombres que, como Hemingway, eran bigger than life, más grandes que la vida, absolutamente desmesurados en todo lo que hacían.

 

Hemingway, legendario
Hemingway, legendario

Y, entre ellos, de repente, se colaba ese tal Peter Viertel, guionista de «La reina de África» y testigo de uno de los rodajes míticos en la historia del cine, además de haber adaptado para la pantalla novelas del mismo Hemingway y de ser él mismo, por supuesto, novelista de prestigio.

 

Viertel, introductor del surf en España
Viertel, introductor del surf en España

El caso es que yo nada sabía de Viertel. Y resulta que vivía en Andalucía, con su mujer, la también famosa actriz Deborah Kerr. Pero lo cierto era que, de sus libros, ni flores. Sencillamente, no estaban traducidos al español. No existían. Por eso me pareció tan extraordinaria la noticia de que la editorial Berenice publicase una novela como «Una bicicleta en la playa», en que el autor, a través de Carl, el joven hijo de un escritor austriaco que en la época de entreguerras se estableció en California, nos cuenta la historia de su familia, amigos y demás personas de su entorno.

 

¡Éramos tan jóvenes!
¡Éramos tan jóvenes!

Lo bueno de las vidas apasionantes, como la de Viertel, nacido y criado en un ambiente cosmopolita y creativo, es que realidad y ficción están tan imbricadas en su obra que la lectura de todo lo que escriben siempre resulta doblemente atractivo, al denotarse que todo lo narrado fue realmente vivido en una intensa primera persona. Porque hay realidades que superan a las más imaginativas de las ficciones.

 

Así, la pérdida de la inocencia de Carl con Pamela alcanza una desaforada intensidad, en ese ambiente prebélico en que mientras los nazis se hacían con toda Europa y los ingleses y franceses transigían y contemporizaban con Hitler, un joven judío se enamoraba irremisiblemente de una mujer casada, en una historia imposible que, sin embargo…

 

Peter Viertel y Deborah Kerr
Peter Viertel y Deborah Kerr

Deseo, anhelo, frustración, amor, lujuria, celos, inseguridad, desbordamiento de los sentidos… todo ello y más se encuentra en «Una bicicleta en la playa», una fascinante novela que me deja con ganas de leer más, mucho más de Peter Viertel. Por ejemplo, sus novelas policíacas ambientadas en esa Marbella que tan bien conocía. Lástima que nadie se haya animado a publicarlas en español… de momento.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.