LA NAVIDAD, EN LOS TIEMPOS DE INTERNET

Pues sí. Ya está aquí y ya llegó la Navidad. Si adelantábamos al jueves el tradicional Cuento de Navidad, que podéis leer aquí, hoy subimos un vídeo que nos cuenta el célebre misterio de Belén, pero adaptado las nuevas tecnologías que tanto nos gustan y tantos buenos ratos nos deparan.

A través de las mismas, hoy os deseamos eso tan típico de… ¡FELIZ NAVIDAD!

Jesús recién-llegado Lens.

SILLA OCUPADA

La columna de hoy de IDEAL, en un día tan señalado, tiene que ser especial. Queridos Habibis, en teoría hoy volvemos. Curiosamente, esta columna la escribí y programé para estar on line antes de salir. ¿Qué pensaré a la vuelta?

Hace unos días, con ocasión de la entrega de los Premios Nóbel, se habló mucho del llamado “Síndrome de la Silla Vacía” ya que China había prohibido que nadie del entorno del disidente Liu Xiabo fuera a recoger el galardón en su nombre. La prensa hizo un profundo repaso a otras célebres Sillas Vacías y los psicólogos aprovecharon para enlazar con otra interpretación del concepto: la que esta noche y mañana tendremos ocasión de experimentar.

Porque si la Nochebuena y la Navidad son propicias para los alegres y festivos encuentros familiares y fraternales, también son tiempos duros en los que echamos de menos a las personas que nos han dejado y cuyo recuerdo resulta especialmente lacerante en fechas tan señaladas como éstas.

Pero seamos positivos y, en vez de mirar una Silla Vacía y sentirnos tristes por la ausencia que representa, aprovechemos para mirar hacia dentro y buscar en nuestro interior la huella que las personas que ocuparon esa silla fueron dejando en nuestra persona. Porque somos, en buena parte, lo que ellas nos enseñaron, lo que ellas nos mostraron, lo que ellas ejemplificaron.

Aprovechemos igualmente para buscar su herencia en las personas que nos acompañen y estén sentadas a nuestro lado. Porque ellas también son aquéllos. ¡Tantas veces hemos defendido desde estas líneas que somos los libros que leemos, los paisajes por los que paseamos, las películas que vemos, la música que escuchamos…!

Pero también somos el ADN de las personas que se fueron, la genética que nos transmitieron. Somos todos y cada uno de sus gestos, de sus presencias, de sus palabras. Y somos, a la vez, cada rapto de su imperturbabilidad, de sus ausencias y de sus silencios. El silencio, tantas y tantas veces tan, tan elocuente. Con su silencio, los ahora ausentes ya nos enseñaban a escucharles, más allá de sus palabras. Nos educaban para que aprendiéramos a entenderles y a seguir oyéndoles, aún en la distancia y la lejanía más aparentemente insalvables.

Sí. Los echamos de menos. Y les queremos. ¡Claro que sí! Y precisamente por eso tenemos que disfrutar de estas fechas. Tenemos que ser felices con quiénes nos rodean. Porque se lo debemos. Porque así lo quieren. Porque nos lo piden a voces. Porque el mejor y más sentido homenaje que podemos hacer a quiénes ya no están, a quiénes se fueron, es gozar de la vida y hacer lo posible porque la gocen nuestros seres queridos, las personas cercanas, ésas a quiénes amamos.

Que la melancolía representada por una Silla Vacía se convierta esta noche en una celebración de la vida, en una fiesta cargada de alegría, colorido y vitalidad. Que el día de Navidad venga tan cargado de recuerdos como de proyectos de futuro. Que a lo largo de estas fiestas nazcan nuevas ilusiones, nuevas ideas y savia nueva. Felices Fiestas.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

CUENTO DE NAVIDAD

Permitidme que adelante el tradicional Cuento de Navidad unas horas dado que la columna de mañana de IDEAL cae en día 24, que es cuando se publica el cuaderno con los relatos de invierno… Espero que os guste.

NIEVA EN LA HABANA

Nunca le había tenido miedo al folio en blanco. Siendo guionista, ese miedo sería tan absurdo como el del cirujano al escalpelo o el del obrero al andamio. Era escritor y escribía. Punto.

Solo que, en plena ola de frío polar, rodeado de una intensa ventisca de nieve, no conseguía centrarme en las escenas que tenía que escribir, con los protagonistas en un país del Caribe, todo despechugados y calentorros. Escenas que los productores estaban esperando y que tenía que rematar, sí o también, a la mayor brevedad de tiempo.

Había corrido las cortinas, tenía la calefacción echando bombas y hasta me había preparado unos mojitos mientras sonaba el Buena Vista Social Club en el equipo de música.

Y nada. Imposible. No había manera. No tenía yo cuerpo de rumba ni alma de mulato, para escribir las tórridas escenas de mar azul y arena blanca, cuerpos tostados al sol y arrumacos amorosos en noches estrelladas bajo las estrellas del cielo.

Y justo cuando empezaba a desesperar, sonó el timbre de la puerta.

– ¿Don Julio de la Corte Anglada?

Pues no. No era yo.

– El mismo que viste y calza. ¿En qué la puedo ayudar? Pero… ¡pase, pase! No se quede en la puerta, con la que está cayendo.

Unos meses después, volví a contar la historia. Esta vez, ante un público selecto. Debo reconocer que la había contado ya tantas veces que estaba perfectamente pulida, sabiendo a ciencia cierta que triunfaba con ella, de forma arrolladora, en todos los foros y ante cualquier interlocutor.

– Y, por supuesto, quiero dedicar este premio Goya a mi esposa, Gladys. El día que, como la paloma, se equivocó y llamó por error a mi puerta, no sólo inundó de luz y alegría mi casa, mi vida y mi entera existencia; es que su calor y su ardor tropical me sacaron del pozo creativo en que estaba sumido, siendo la pieza clave que me permitió terminar el guión por el que esta noche, queridos compañeros, me habéis concedido este maravilloso premio. ¡Va por ti, Negra habanera de mi corazón!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros

EL VIAJE. LA VIDA

Estamos de viaje.

No sé si estos días podré bloguear, así que dejo el logo de nuestro destino, para que nos recordéis.

Y un par de frases de la película «El cielo protector» que me gustan hasta el dolor.

Ambas las pronuncia El Narrador, en uno de los cafés de los que hablamos en nuestro libro «Café-Bar Cinema». Y el Narrador es Paul Bowles, nada menos.

“Kit y Port nunca se habían fijado objetivos concretos. Tal vez por eso habían cometido el error de contemplar el tiempo de forma confusa. De considerarlo inexistente. Para ellos un año era igual a otro, cualquier cosa que les pudiera ocurrir sucedería por casualidad”.

“Como no sabemos cuando vamos a morir, creemos que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo todo sucede sólo un cierto número de veces. Y no demasiadas. ¿En cuántas ocasiones te vendrá a la memoria aquella tarde de la infancia, una tarde que ha marcado el resto de tu existencia? Una tarde tan importante que ni siquiera puedes concebir el resto de tu existencia sin ella. Quizá cuatro o cinco veces. Quizás ni siquiera eso. ¿Y cuántas veces más contemplarás la luna llena? Quizás veinte. Y sin embargo, todo parece ilimitado.”

Volvemos pronto.

Os quiero.

Os añoro.

Un beso.

Jesús Lens. El viajero.