CAMBIOS. PARTE I

¿Sois amantes de los cambios?

 

Porque el del próximo viernes va a ser de órdago. Si habéis visto el IDEAL de estas semanas, el 27 de noviembre está señalado con letras mayúsculas y si leísteis el periódico del domingo, encontraríais esta doble página.

 

Más información nos da Javier Barrera, en su esencial «Periodismo al pil pil».

 

Cambios.

 

Ha querido la casualidad que, por venir el cambio en viernes, la mía sea una de las columnas que figuren en un número histórico en la vida de IDEAL. Y, como los niños que comienzan el cole, que se despiertan de madrugada a la espera de que llegue la hora de ir el primer día a clase; dejé preparada mi columna, con toda la ilusión y el cariño, el mismo domingo pasado.

 

Cambios.

 

Una tontería, que no lo es tanto: la de la fotillo que acompañará a la columna. Ayer me retrató Ramón, en un desesperado e inútil intento de maquillar la realidad de este tipo desgreñado, desmadejado y desmejorado.

 

Cambios.

 

¿Cómo será el nuevo IDEAL?

 

La respuesta, en tres días…

 

Jesús Lens, expectante.

STRADIVARIUS REX

No sé si os acordaréis de una de esas iniciativas que pusimos en marcha a través de este Blog, hace unas semanas: la de las biografías fingidas.

 

Se trataba, en un puñado de palabras, de contar quiénes nos hubiera gustado ser. O en qué época nos habría gustado vivir y a qué personas conocer. Se trataba de imaginarnos en escenarios imposibles, en viajes épicos o ante retos complejísimos. Era cuestión de haber sido los autores del Quijote o del descubrimiento de la penicilina. O de viajar a Marte. ¿Qué más daba?

 

¿Fui yo?
¿Fui yo?

Se trataba, por un rato, de ser otros.

 

Y, curiosamente, el excelente, rompedor, ácido e imaginativo libro de Román Piña, «Stradivarius Rex», publicado por la inquieta y necesaria editorial Sloper, trata precisamente de eso, de un protagonista al que cada día le toca vivir la vida de otra persona.

 

¿Se imaginan?

 

Te despiertas hoy y eres Clinton. Pero sólo durante veinticuatro horas. Porque mañana serás un marinero que viaja con Colón. Y pasado, un enfermo terminal de cáncer. Y un vagabundo, al día siguiente. Y el Papa de Roma, el otro. Y una prostituta, y un alcalde corrupto…

 

¿Se acuerdan de «Atrapado en el tiempo», cuándo Bill Murray vivía una y otra vez el mismo angustioso Día de la Marmota? Pues «Stradivarius Rex» es lo mismo, sólo que al contrario. Y, de esa forma, Piña puede pasar por la túrmix de su imaginación a cuánto personaje se le ocurre, aprovechando para ajustar las cuentas con un mundo globalizado, caótico y sin sentido en que nada parece estar en su sitio ni nadie en su sano juicio.

 

Pero es que, además, las coincidencias personales con este libro no terminan aquí. En uno de sus capítulos se cuenta una historia de plagios literarios que tiene mucho que ver con un cuento un tanto desquiciado que escribí hace unos años y que titulé «Lo maté porque era mía».

 

A veces, por razones de lo más extraño, se producen conexiones entre libros y lectores que resultan de lo más curioso y atractivo. Para mí, leer «Stradivarius Rex» ha sido una de esas experiencias que demuestran que el Efecto Mariposa existe y que viaja a través de los bytes de las computadoras, conectando ideas, proyectos e inquietudes. Una experiencia de lo más divertida, agradable y curiosa.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL TIEMPO SE ACABA

Tendemos a pensar que tenemos, siempre, todo el tiempo por delante. Pero no es así. Hay cosas que, o hacemos ahora, o ya no haremos nunca. Por ejemplo, el cambio climático hace estragos. Así, las célebres nieves del Kilimanjaro tienen sus horas contadas. Pero es que, además, una feroz sequía se está cebando con Kenia.

 

Como las cosas sigan así, los safaris del futuro serán como éstos que nos muestra Andreas Smetana en ESTA campaña para World Wildlife Foundation, premiada por el World Press Photo.

 

Los fondos marinos serán así:

Las zonas verdes presentarán este aspecto:

¿Está en nuestra mano hacer algo para cambiarlo?

 

Jesús Lens, inquietado por el tiempo que se nos va…   

DE OSCARs E INCENDIOS FÍLMICO-BIBLIOGRÁFICOS

Amigos, yo les quería hablar del prodigioso y brutal concierto de jazz que anoche pudimos disfrutar en el Isabel la Católica, con el Erik Truffaz Quartet. Y, sin embargo, antes de acostarme, ya barruntaba yo que iba a ser complicado. Anoche ardían la calle, las aceras y las barras de los bares. La cerveza, el vino, la charla y los encuentros noctámbulos, efectivamente, dejan resaca.

 

Por eso, sentí una cierta vergüenza cuando, esta mañana, el mensaje de Javi me pilló todavía entre sueños. «Muy bueno ese «Quemar después de leer», con unas fotos muy interesantes».

 

Eran cerca de las doce. ¡Menos mal que había dejado programada ESTA entrada sobre periodismo! Uf.  Salté de la cama, pero creí morir. Tras ingerir un par de necesarios y esenciales gelocatiles, volé hasta el quiosco para comprar IDEAL y alucinar con la maquetación que Santos y su gente han hecho de uno de esos reportajes de doble página que tanto me gustan y sobre los que anoche debatíamos con Juanje. El título, efectivamente, «Quemar después de leer». Y lo podéis leer pinchando AQUÍ.

 

¿El tema? Partiendo de «Ágora» y del incendio de la Biblioteca de Alejandría, un somero repaso sobre otros célebres incendios bibliográficos y su impacto en el cine. A ver qué os parece.

 

Y luego, cuando ya empezaba a sentirme mejor y me preparaba a escribir sobre Truffaz, un notición saltó a la pantalla del ordenata:

 

«Un corto español de animación, entre los preseleccionados al Oscar».

 

¡Sí, sí, sí!

 

«La dama y la muerte», esa joya de Kandor de la que hablábamos hace unas semanas, está entre los diez cortos de animación preseleccionados para optar al Oscar, pedazo de noticia que se complementa con la de que «El lince perdido», de los mismos Kandor, está a su vez entre las veinte preseleccionadas para el mejor largometraje de animación.

 

Un hito que sólo han conseguido, también, unos tales Pixar…

 

Me quedo sin palabras y me voy a la cama a leer ese prodigio narrativo, «El poder del perro», justo lo que hay que leer después de haber devorado la trilogía de Larsson.

 

Y hoy tampoco salí a correr. Y a las cuatro y media de la tarde, me zampo una ensaladita o algo así, para compensar tanta inactividad, y nos iremos a ver el CeBé Granada y, después, a la Big Band. Una nueva noche de baloncesto, jazz y amigos que no sabemos hasta dónde nos llevará. Sobre todo, porque mañana es necesario abandonar esta dejadez deportiva, que a las 9 de la mañana jugamos un nuevo partido de baloncesto, de esos del Patronato que tantas alegrías nos dan, como comentábamos ayer.

 

Entre tanto, sólo ayer conseguí llegar a la página 150 de ese nuevo reto literario, del que hoy apenas seremos capaces de avanzar apenas unas palabras. Porque noviembre es, posiblemente, el mes más canalla, intenso, ávido, exigente y excitante del calendario. Menos mal que ya asoma su final. ¿O no?

 

Jesús Lens, muy quemado, poco leído y aún menos oscarizado.