Ayer hablábamos de las merendillas raras que nos hacíamos los chavales y chavalas de cuando entonces, de cuando ni siquiera existía la prima de riesgo. Ahora hay que atreverse a probarlas (estaría bien hacer un libro de recetas..). Bueno el caso es que el señor LLompart, que es profesor en Aracena, sacó a colación tema que suscitó nuevas reflexiones. Cuando llegó al instituto preguntó a ver cuántos chavales se habían subido a un árbol y solo respondieron afirmativamente un 10%. Una sociedad en la que los niños no se suben a los árboles es una sociedad un poco decepcionante. Habría que crear una plataforma o algo así para recuperar costumbres sanas como la de echarte a rodar por una ladera cubierta de hierba primaveral, subir a los árboles, mojar los pies en algún riachuelo que baja helado de las sierras, cazar renacuajos o ¡trillar! En los veranos de mi infancia en Extreamadura yo llegué a trillar… ¿Habrá algún sitio donde se haga todavía? Estoy seguro que si alguien lo pone de moda, aunque sea en un centro comercial, se forra, ja, ja, ja.







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