Cuando la relación entre padres e hijos se derrumba, la mediación puede ser la solución. En Granada y en el resto de Andalucía existen servicios gratuitos -están subvencionados por la Junta- para que los padres y los hijos se den una oportunidad. Mi periódico, IDEAL; publicó recientemente una información sobre este asunto. Aquí va un fragmento de ese reportaje, que es de Ángeles Peñalver. Esperamos que os sirva. «A las puertas de la asociación Delgomar (c/Martínez Campos, 10) cada día llaman familias granadinas que no pueden solucionar conflictos de distintos tipos. Acuden para tratar de resolverlos de una vez por todas con la ayuda de dos mediadoras (una psicóloga y una trabajadora social). El demandado es un servicio gratuito que ofrece la Junta de Andalucía, llamado de Mediación Intergeneracional, y que intercede en casos en que no haya situaciones delictivas, adicciones, maltrato o psicopatologías. En estas últimas realidades los individuos son derivados a otros programas específicos de la administración andaluza.
El año 2002 fue el primero de entrada en vigor de esta iniciativa que exclusivamente recibe a los padres si sus descendientes tienen de 12 a 18 años. Entonces solo 26 familias acudieron a las oficinas de Delgomar; pero la cifra ha ido «in crescendo», hasta las 135 familias, unos 650 individuos, auxiliados en 2010. En unas 15 sesiones una vez por semana, que se pueden alargar hasta 25, los hogares logran restablecer sus dinámicas de manera positiva, aclara Manuela Delgado, psicóloga responsable del programa.
«Los padres demandan ayuda por el bajo rendimiento escolar de sus hijos, por la escasez de responsabilidad en las tareas domésticas o laborales, por malas conductas como faltas de respeto o insultos, porque sus relaciones interfieren en las de otros hermanos, por violencia física entre los hermanos, por las malas amistades».
Este es el testimonio de una madre y una hija que se sometieron a la mediación voluntaria . «Hemos aprendido convivencia, los errores eran de las dos. Afortunadamente vuelve a estudiar, no bebe, no fuma, me ayuda bastante y está de vuelta a las diez de la noche como muy tarde. Hemos vuelto a reír. Yo ya no quiero ser su amiga y saber qué hace en cada momento; quiero ser su madre».







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