Es una historia real que me llegó por casualidad. Me enteré demasiado tarde para contarla como noticia: habían pasado varios meses desde que se produjo el juicio y la condena, y no me parecía justo publicarla como si acabase de suceder. Pero me prometí que tenía que escribir esta historia antes de que acabase el año, porque me pareció impresionante.Y, sin que sirva de precedente, voy a cumplir. Un adolescente se encierra un día sí y otro también en su habitación para comunicarse exclusivamente con y a través de su ordenador. Su carácter se va agriando. Antes hablaba poco con su madre, pero es que ahora la ignora totalmente. Apenas sale de su ‘guarida’. No se sabe si come o no. Duerme poco. Cada vez está más enganchado. Su madre se desespera. No sabe qué hacer. Un día llega a casa, explota y corta la luz. No se le ocurre otra manera para obligar a su hijo a que vuelva a la vida real. El chico sale de la habitación hecho una furia. Destroza muebles e insulta y amenaza a su madre. Aunque parezca ciencia ficción, su estado es muy similar al del yonqui que pasa el síndrome de abstienencia, el mono.
La trifulca acaba en denuncia y el muchacho es condenado a ‘desengancharse’ de Internet. No es por alarmar, pero esto está pasando aquí y ahora.







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