En Granada, y en Andalucía en general, está lloviendo a mares. Llevamos una semana bajo el agua. Sólo recuerdo un año tan mojado como este: 1996. Tras una pertinaz sequía que obligó a aplazar el Campeonato del Mundo de Esquí en 1995, los cielos se abrieron y dejaron caer lluvia para parar un tren. Bueno, en realidad los pararon todos, porque las vías se hundieron… Y las carreteras. En Zafarraya, localidad conocida por su fértil huerta, tuvieron que improvisar un astillero. En serio. La gente se movía en barcas por las calles. Lo sé porque estuve allí en mi calidad de reportero dicharachero. Era una especie de Venecia en versión hortofrutícola. Alucinante.
Pero basta ya de batallitas periodísticas. A lo que iba. ¿Qué hace uno con los hijos cuando llueve de esta forma y salir de casa se convierte en una incierta aventura? A ver si hay alguien por ahí de Bilbao o Santander y nos da alguna idea, que estamos claustrofóbicos perdidos? El rollete ese de la calefacción, la peli y las palomitas funciona los dos o tres primeros días, pero al cuarto, ya lo único que se te ocurre es subirte por las paredes.
Un saludo y feliz Navidad. Y perdonad por el desahogo (nunca mejor dicho).







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