Se mire por donde se mire, el ‘caso Marta del Castillo’ es un ejemplo de cómo no se deben hacer las cosas. Salvo la familia de la infortunada joven, todos hemos metido la pata. Los periodistas no somos una excepción. Más bien, al contrario. Como profesional de los medios de comunicación podría hablar de múltiples errores (sospecho que más de uno intencionado, luego ya no serían errores sino algo más feo), pero, para no aburriros, me ceñiré a lo más reciente: la presunta noticia de que ‘El Cuco’ está en una ciudad de Cádiz. El mero hecho de que la opinión pública conozca el alias de un menor (por muy presunto delincuente que sea) ya es contrario a la Ley, pero lo que ya no tiene nombre es dar a conocer el lugar en el que reside tras abandonar el correccional. Ya puestos, podíamos decir dónde está su casa y encargar la soga para ahorcarlo. Es una vergüenza. Es curioso: hace nada, veíamos imágenes de presuntos corruptos esposados -todos ellos adultos- y los medios de comunicación -al menos, la mayoría- ponían el grito en el cielo: que si se menoscaba su imagen, que si no hay derecho, que si la presunción de inocencia, que si supone una vejación y una humillación, que si tal, que si cual… ¿Por qué no tenemos los mismos miramientos con ‘El Cuco’, que, además es menor? ¿Quizá porque no tiene dónde caerse muert0 y su historia es de las que venden? No hablo de compasión ni de condescendencia con un supuesto criminal. Simplemente, me gustaría que se cumpliese la Ley. Porque eso es lo que nos distingue de las fieras, de los que secuestraron y asesinaron a Marta del Castillo.
Un saludo.







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