En los años 80, fue una película que disfrutó de cierto éxito. El título: ‘Los dioses deben de estar locos’. A mí me pareció bastante graciosa (quizá sí volviera a verla ahora no sería para tanto, porque, con el paso del tiempo, no nos reímos de las mismas cosas). El argumento: una botella de ‘coca cola’ cae desde un avión que sobrevuela África (creo que era así) y es recogida por unos simpáticos bosquimanos. Esta gente nunca ha visto nada igual y comienzan a hacer pruebas con el extraño objeto. En un principio, la botella sólo les da satisfacciones, pero, poco a poco, llegan los problemas. Moraleja: la irrupción de un símbolo de modernidad en una sociedad primitiva -pero feliz- desestabiliza a esa sociedad. Así que el ‘prota’, uno de los bosquimanos, decide, con muy buen criterio, devolverle la botella a los dioses.
El subconsciente me ha llevado hasta ‘Los dioses deben de estar locos’ tras seguir, estupefacto, las idas y venidas de Abdu Willy, el ‘niño-hombre’ pirata que nos trajimos de Somalia y con el que nadie sabe qué hacer. Le han medido y requetemedido y aún no está claro si es menor o mayor de edad. Y ahí anda el hombre -perdón, el probable niño… o no-, del correccional a la Audiencia Nacional y vuelta a empezar. Moraleja: la irrupción del primitivismo en la sociedad moderna también desestabiliza a esa sociedad. ¿Por qué no hacemos la vista gorda todos y mandamos a Willy de vuelta a casa? Que los dioses no nos vuelvan locos. Un saludo.







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