Hola, hola… ¡Cuánto tiempo! Por fin he podido encontrar un momento para ‘deponer’ -que es como lo llaman los abogados en los juicios- en el blog. La culpa de la tardanza: la dichosa gripe porcina… o mejor dicho, ‘gripe nueva’ o ‘nueva gripe’, porque el nombre ya ha mutado. Y mientras sólo sea el nombre, mejor.
El caso es en el periódico estamos teniendo un follón de trabajo por culpa del microorganismo de marras. Cuando ocurren estas cosas, todo lo demás pasa a un segundo término, tanto en lo personal como en lo profesional.
Y es que este tipo de incidentes, admitamoslo, acongojan, por decirlo suavemente. Enseguida se nos meten en la cabeza visiones apocalípticas y es complicado sacarlas de ahí. Fuera de eso, no se me ocurre nada original que decir. Hay quien considera que se está informando demasiado y que eso genera alarma, pero también es verdad que, si no se informase, aparecerían los ‘conspiranoicos’ para poner el grito en el cielo: ‘Nos ocultan la verdad, es el fin del mundo’ y todo lo demás.
Lo más triste -y lo digo porque me ha ocurrido cuando trabajaba en este tema- es que haya personas que ya estén abogando por tratar como apestados a quienes han viajado recientemente a México. Un lector de www.ideal.es me recriminaba por haber publicado una noticia sobre unos chicos de Granada que regresaban de Cancún y no haber dicho dónde estudiaban. «A usted no le gustaría que estuvieran en el colegio de sus hijos y no se lo dijeran, ¿verdad, señor Morán?», me decía el lector. De inmediato me vino a la mente lo que ocurrió, en los primeros años de la pandemia, con los niños infectados por el virus del SIDA: por doquier, se alzaban voces para criticar su escolarización con el resto de los menores. Hoy, y me consta, hay pequeños con anticuerpos del SIDA que comparten aula con nuestros hijos y no pasa nada.
La histeria y su ‘primo-hermano’ , el rechazo, nunca son buenos consejeros.
Buff, me he pasado de solemne y de tristón. Menos mal que ahí fuera brilla un sol espléndido y la primavera saca músculo. Saludos. Y lo de siempre: intentamos contestar a todos, pero lo hacemos muy, muy lentamente… Disculpas.
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