A ver si nos entendemos. Las autoridades, en este caso municipales, han habilitado espacios para que los jóvenes puedan divertirse. A nadie se le oculta que, en esas concentraciones, la actividad prioritaria es empinar el codo. Tampoco habrá nadie que ignore que es materialmente imposible controlar que los menores de edad no beban alcohol en los botellódromos. Conclusión: las autoridades amparan la comisión de una gravísima infracción, aunque sea de forma involuntaria.
En cambio, esas mismas autoridades dictan una ordenanza que, de hecho, prohíbe la prostitución en la calle y no habilita ningún espacio para que esa ‘actividad’, el comercio de sexo, pueda seguir desarrollándose. ¿Es más grave la prostitución que fomentar que los menores beban alcohol? No sé.
Pero no parece demasiado coherente.







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