MÉXICO. PRESENTE, PASADO Y FUTURO

Dedicado a Javier Icaza, Fernando Balzaretti, Eduardo López y tantos colegas mexicanos que tan bien se portaron con nosotros.

Otro texto que, como el del Maguey, creo que está virtualmente inédito. Aunque ha sido publicado en alguna revista. Nos ha pegado por los viajes ¿eh?

¡Dedíquenle su tiempo, que hoy miércoles ya no actualizamos más! Y a ver si les gustan las fotos, de un servidor, en este caso.

En 2007 se celebró el cincuenta aniversario de la Asociación Internacional de Entidades de Crédito Prendario y Social, de la que CajaGRANADA ostenta la presidencia desde hace cinco años y de la que un servidor es el orgulloso Secretario General.

Con ese motivo, los días 27 y 28 de septiembre del pasado año se celebró la Asamblea General de la Asociación en la ciudad de Mérida, en pleno Yucatán mexicano, ocasión que aprovechamos para conocer un poco mejor dicha zona de Latinoamérica, en que los mayas erigieron un imperio cuyo auge y caída sigue excitando la imaginación de millones de personas en todo el mundo, justo cuando nos aprestamos a celebrar, en Madrid, y organizada por nosotros, la vigésimo sexta Asamblea General de la Asociación.

Pero antes de sumergirnos en el pasado mágico de un pueblo y una cultura irrepetibles, debemos dejar constancia de la pujanza de un México contemporáneo y vibrante que, en pleno salto a la modernidad, muestra las ambivalencias propias de una sociedad que, mirando al pasado, encara el futuro con optimismo y vitalidad.

En ese sentido, el Nacional Monte de Piedad de México nos puede servir de perfecto ejemplo de lo que comentamos. Su sede central está situada en pleno Zócalo, en el centro neurálgico e histórico del Distrito Federal. Se trata de un maravilloso edificio colonial situado sobre la que fuera casa de Hernán Cortés que, a su vez, la había erigido sobre el espacio que ocupaba el palacio de Moctezuma.

Traspasar las puertas de Nacional Monte de Piedad supone iniciar un viaje en el tiempo que, de los años de la conquista de México, nos trasporta a los tiempos de la independencia, la Revolución y, por fin, la modernidad. Se cuenta, por ejemplo, que Pancho Villa apoyó que el Monte siguiera funcionando, dados los servicios que prestaba al pueblo, sin cobrarle el impuesto revolucionario que exigía a las demás instituciones de crédito.

Y es que, hoy, el crédito prendario está extendido y popularizado en el país centroamericano hasta el punto de que los Montes de Piedad dan servicio a uno de cada cuatro mexicanos, que pueden acceder a un crédito rápido y no usurario en unas condiciones financieras muy competitivas, que podemos entroncar con un sistema de crédito social y de carácter mutualista, propio de las culturas precolombinas.

De todas estas culturas, una de las más conocidas y fastuosas es la maya, de la que quedan abundantes vestigios arqueológicos tanto en el sur de México como en Guatemala, Belice y El Salvador.

Un viaje por esta zona de Centroamérica, por mucho que la hayamos visto reflejada en películas y documentales, supone un impacto inolvidable, un auténtico shock que maravilla al viajero. En primer lugar, y como hemos señalado, por la cantidad de restos arqueológicos que perduran. Pero, además, por la naturaleza feraz y salvaje que abunda en toda la zona, intrincadas selvas tropicales en que la vista, el oído y el olfato pueden disfrutar de una abigarrada sinfonía de colores, sonidos y olores.

Las papilas gustativas, por su parte, se pueden solazar con una variada oferta gastronómica de exóticos sabores, cuyos puntos fuertes son las ensaladas, la fruta y esos refrescantes jugos que nunca te cansas de beber. Aunque, si hubiera que desatacar un plato, me quedaría con la cochinita pibil, manjar suculento en que la carne de cerdo, aderezada con una especia llamada axiote, es adobada con jugo de naranja y limón para, después, ser asada sobre las brasas de un buen fuego, bien envuelta en hojas de plátano. El plato resultante, además de exquisito, resulta jugoso y ligero. Un manjar de dioses que, bien regado con la suave cerveza mexicana, siempre es de lo más apetecible.

La comida, en México, que no ha de ser obligatoriamente picosa, es una permanente estimulación para los sentidos, no en vano y como dicen los lugareños, los mexicanos se comen todo lo que se mueva y todo lo que esté vivo.

Y las Margaritas, por supuesto, un delicioso cocktail a base de tequila, cointreau, limón y sal que, bien helado, no deja indiferente a nadie. Y ése era su objetivo fundacional ya que, según la leyenda, en el origen de la bebida estaría una delicada actriz de Hollywood para quien la única bebida alcohólica tolerable era el tequila, aunque detestaba tomarlo puro. En su camino se cruzó un barman mexicano que, obsesionado por darle en el gusto a la dama, se estrujó el cerebro hasta dar con la tecla de una bebida alegre, refrescante y divertida, aunque también un tanto peligrosa y traicionera.

Suele ser habitual que, cuando uno habla del sur de México, su interlocutor piense en Cancún y/o la Riviera Maya. Pero el Yucatán es mucho más que eso. Por supuesto, hacer snorkle en los cenotes calcáreos de la zona es una experiencia tan inolvidable como segura y emocionante; y, obviamente, disfrutar de la calidez de las inabarcables playas de arena blanca, es todo un placer.

Pero también hay que pasear por las calles de Mérida, descubriendo el sabor que la herencia colonial ha dejado en la ciudad, hay que descubrir la ciudad amurallada de Campeche y, muy recomendable, reivindicar la universalidad de San Cristóbal de las Casas, una ciudad cosmopolita en que se están radicando artistas, escritores, músicos y creativos de las más distintas y variadas nacionalidades, y cuyo gobierno regional está poniendo mucho énfasis en la promoción de un ecoturismo sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

Y, por supuesto, está la arqueología. Si Chichén Itzá ya era mundialmente conocida, su reciente elección como una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo ha terminado de propiciar la masiva difusión de su imagen por todo el mundo lo que, unido al estreno de la película “Apocalypto”, de Mel Gibson, y a la publicación de la exitosa serie de novelas de Douglas Preston, está generando una fiebre por la cultura maya que, presumiblemente, terminará de explotar con el estreno de la nueva aventura de Steven Spielberg, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal.”

A quien no le guste el turismo de masas, también tiene un montón de oportunidades de visitar restos precolombinos, con mucha más tranquilidad, paz y sosiego de las que encontrará en Chichén Itzá, aunque nadie en su sano juicio debería dejar pasar la oportunidad de visitar, además de las pirámides, la inmensa y fastuosa cancha del Juego de Pelota, a través del que los nativos rendían culto al sistema solar.

En Uxmal, las calzadas que se abren entre las edificaciones son impresionantes y los mascarones, que representan a las efigies de las deidades mayas, resultan especialmente impactantes. Está el Cuadrángulo de las Monjas, ricamente decorado y, claro, la Pirámide del Adivino, colosal. Además, en Uxmal, se puede disfrutar de la presencia de unos invitados muy especiales: las iguanas, que se solazan torrándose sobre las rocas, sin sentirse agobiadas por la presencia humana.

Las ruinas de Tulum, sobre el Mar Caribe, resultan igualmente sorprendentes y atractivas, pero el lugar arqueológico más espectacular, mágico y llamativo de todos los centroamericanos está situado en Guatemala, en la zona del Petén. En efecto, Tikal fue la ciudad más grande los mayas, en el período clásico, conformando el núcleo poblacional y cultural más importante de dicho período, lo que se refleja en la majestuosidad de los restos que han sobrevivido y que, en mitad de la jungla, transmiten muchas y muy variadas sensaciones a los visitantes.

Porque en Tikal, la solemnidad del tiempo detenido y los vestigios de una civilización milenaria se ven engrandecidos por el marco en que están situados, rodeados del verde más vivo y luminoso que imaginarse pueda. La selva respira, se hace sentir viva y palpitante. Simios, aves e insectos le ponen una banda sonora cargada de magia y sensualidad a construcciones tan sobrecogedoras como el Templo del Gran Jaguar o el Templo de la Luna. Así, no es de extrañar que Tikal, en lengua maya, signifique “Lugar de las Voces”. Voces y ecos de un pasado legendario que se prolonga hasta el presente y se proyecta hacia el futuro.

A lo largo de los días pasados allá, la gente con la que hablábamos nos insistía en un aspecto: que si nos gustaba lo que veíamos, animásemos a amigos y conocidos a ir a conocerlo, de primera mano.

Y eso hacemos. Hablar maravillosamente de unas tierras, unos paisajes, una cultura y unas gentes que, día a día, luchan y se esfuerzan por conseguir una sociedad más próspera, justa e igualitaria para todos. Fue por ello que la Asociación Internacional decidió celebrar la Asamblea de su cincuentenario en México, colaborando al fortalecimiento del crédito social en un país que, como hemos señalado, ha sabido aunar un pasado esplendoroso con un futuro prometedor.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Secretario General de la Asociación Internacional de Entidades de Crédito Prendario y Social.

PAÍSES

En uno de los largos trayectos nocturnos que este verano hicimos en tren, allá por los Balcanes, intentando luchar contra el insomnio, me puse a contar el número de países en que he estado y el número de veces que he ido a los mismos.


Y me salieron treinta. Treinta países. Y unas cuarenta y pico salidas al extranjero. Lo que, sinceramente, para haber empezado tarde a viajar, no está nada mal. Me puse contento y, recordando paisajes, olores, colores, fronteras, idiomas y gentes, me fui quedando dormido.

Por la lógica de las distancias, el continente al que más veces he salido es, naturalmente, Europa. Además de haber recorrido buena parte de nuestra geografía española, he estado tres veces en Francia y otras tres o cuatro en Portugal, en aquellos viajes iniciáticos con Jorge, que ya nunca se repitieron. He visitado Bélgica, Alemania, Italia en dos ocasiones, así como Irlanda e Inglaterra, con otro par de visitas a cada país.

Conozco partes diferentes de Croacia, de dos visitas diferentes y, después, Montenegro, la República Checa, Austria, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina, Serbia y Hungría.

A ver. No es lo mismo haber estado que conocer. Ni haber pasado por sus capitales que haber recorrido más ampliamente su geografía. Pero en todos esos países he estado, aunque no podría aseverar que los “conozco”, un término demasiado difuso, demasiado ambicioso, demasiado prepotente. Y, sin embargo, me siento europeo, con toda la carga simbólica y los muchos contrastes que ello conlleva.

Mi siguiente continente es, por supuesto, África, empezando por ese Marruecos que he visitado hasta en cuatro ocasiones. Y las que te rondaré, Mohammed. En el Malí he estado dos veces, y sé que volveré. Después, he pasado por Burkina Faso, Etiopía, Senegal, Tanzania y Egipto. Pero África es inmensa, es atractiva, embriagadora, embrujadora. África es nuestra madre y a las madres siempre terminamos volviendo, como ingratos hijos pródigos.


Asia. Con diferencias. Por un lado, le tengo mucho cariño a ese Oriente Medio tan fascinante y contradictorio, cruce de culturas y mestizajes, hoy asociado a una religión y a una materia prima: el petróleo. He estado un par de veces en Turquía y otras dos en Jordania, que Petra bien se merece volver a gozar de sus maravillas arquitectónicas. Me he maravillado en el Yemen, he dormido en Arabia Saudí, he conocido Siria y me he aventurado hasta la China, quedando fascinado por ese desconocido, misterioso y atractivo Lejano Oriente.


Pero mi gran deuda está con el continente americano, al que sólo he saltado dos veces. Una vez a México y otra, en un combinado maya de Guatemala y el propio sur de México. Teniendo buenos amigos a lo largo de su inmensa geografía, compartiendo un idioma común y una historia de centenares de años… es casi, casi un absurdo inexplicable no haber viajado más a nuestro continente hermano.


Sin embargo, espero, todavía nos quedan muchos años por viajar, decenas de países por descubrir, cientos de paisajes ante los que emocionarnos y miles de personas a las que conocer. Espero. Porque el mundo es inmenso. Y no se termina nunca. Como reza la tradición oral mandinga, “Tú te consideras un gran elefante, pero la sabana es mucho mayor que tú”.

Aquí sentado, en casa, escuchando los acordes globales de los “Weather report” y disfrutando de las voces de Gigi o de Rokia Traoré, las guitarras del Alí Farka Touré o los sámplers de Gotan Project… sé que tengo que viajar. Que seguir viajando. Cuando termina el verano y las vacaciones no son más que un recuerdo, nos quedan las fotos, la música y los libros. Nos queda viajar con la imaginación. Viajar con las palabras. Viajar siempre.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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