ALIADOS CONTRA LA SED

Sé que no debería hacerlo, que no puede ser bueno para la salud y que me arriesgo a que un día me dé un jamacuco. Lo sé. Y aún así, me encanta correr a mediodía, con las tripas vacías, cuando el desayuno no es sino un recuerdo y el cuerpo empieza a pedir la chicha del almuerzo.

Sea invierno, sea verano, nieve, truene, caigan chuzos de punto o esté el asfalto derretido por el sol, cantando la chicharra y los aires acondicionados a tope; yo salgo a correr a mediodía. Por aquello de las sensaciones, si recuerdan ustedes.

Y mis aliados son:

Por la mañana, siempre que puedo, agua, mucha agua, utilizando la táctica saharaui de los camellos y dromedarios de almacenar para cuando no haya. Bien del grifo o, si encarta, agua de Lanjarón.


En cuanto llego a casa, después de correr, para reponer los tres kilos que vengo a perder, con la espumilla blanca de la deshidratación en la comisura de los labios… Aquarius. Lo descubrí en Carchuna, tras una insolación. Desde entonces no falta en casa. Aquarius de naranja o de cola. Aquarius siempre.


Y, con la comida, haya lo que haya, un gran vaso de gazpacho Alvalle con hielo. Hay otros, los hay caseros y muy buenos. Pero mi gazpacho, Alvalle.


Y, a la caída de la tarde, por supuesto, llega la hora de la birra, de esa cerveza que se viste de verde y tanto nos gusta: la maravillosa, única e indispensable Alhambra 1925.


Y sí, vale, también alguna cañita de barril he llegado a beberme. Que, aunque yo no soy ése, podría serlo. Sin duda.

Porque beber rima con correr y nuestro color, ya lo saben ustedes, es el Verde.

Sí. Estamos locos. Pero nos gusta.

Jesús Lens.

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EL BULEVAR DEL MIEDO

“El bulevar del miedo” es una apreciable novela de la escritora Juana Salabert, publicada por Alianza Editorial que, por lo primero que destaca es por la extraordinaria foto de su portada, titulada “Embajador nazi en España”, presidida por una enorme cruz gamada, un grupo de los temidos moros de Franco a caballo y, al fondo, uno de los más emblemáticos edificios de Madrid. Una fotografía en blanco y negro cargada de simbología y fuerza. Una ilustración que te ayuda a meterte en la historia cada vez que coges el libro y continúan la lectura.

Una lectura que nos lleva a dos ciudades muy diferentes, casi contradictorias, en dos épocas muy diferentes, pero a las que la autora ha sabido encontrar un hilo conductor muy especial: el de los sueños frustrados, las promesas incumplidas y las esperanzas rotas.

Por un lado, el Madrid de los primeros años cuarenta en que Europa se desangraba en una Guerra Mundial cuyo salvaje prólogo ya se había cerrado en España, en la Guerra Civil. Una España en la que los nazis campaban a su antojo, no obstante la teórica neutralidad dispuesta por Franco. Una neutralidad que se demostró partidista, interesada y, sobre todo, muy inteligente, para desgracia de los españoles.

La segunda ciudad protagonista de “El bulevar del miedo” es el París que, en mayo del 68, hacía pensar que otro mundo podría ser posible. Ese París que, como escribiera Vila Matas, no se muere nunca. Una ciudad que sería la capital oficiosa de un mundo enamorado del arte, la creatividad, la belleza y la hermosura.


Y por esas dos ciudades transita, en momentos muy diferentes de su vida, Federico Fernet, hijo de un pintor republicano al que las circunstancias sitúan en unas situaciones y compañías muy paradójicas. Desde la hermosa, intrigante y fascinante Frieda al engañoso y sibilino Mosieur Maurice, quiénes tienen montado en Madrid un jugoso tinglado de tráfico de obras de arte provenientes del expolio que los nazis estaban haciendo en Francia.


Las relaciones vampíricas que se establecen entre ellos y esa mezcla de atracción/repulsión con que el mal siempre trata de seducir a los espíritus jóvenes, idealistas, sensibles y con amplitud de miras.

En “El bulevar del miedo”, Juana Salabert sube al joven Fernet a un alambre, muy alto, en mitad de la Gran Vía madrileña, y le obliga a bailar sobre él, ante la miranda atenta de unos lectores que ven sus heroicos esfuerzos y sus apurados escorzos, intentando no perder el equilibrio. Una narración tensa, con unas descripciones muy poderosas y que denota la exquisita sensibilidad de su autora. Una novela de lectura continua en la que su autora es muy exigente con el lector, no dándole tregua en ningún momento, por lo que quedado entre las finalistas del Premio Hammett de Semana Negra junto a «Chamamé», «Pájaro en mano», «El imán y la brújula» y «Delincuente argentino».

Una novela compleja en que la tormentosa situación internacional contribuye a generar unas apasionadas relaciones entre los personajes, para quiénes parece cumplirse una de las más célebres maldiciones de la milenaria cultura china: “te deseo que vivas tiempos interesantes”.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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