UN CUENTO CHINO, 8

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Terminado el viaje, la tomó en sus brazos y le fue diciendo:
–Ven, ésta es tu casa. En verano jugarás en el amarillo que hay junto a la puerta, y desde las ventanas verás cómo los pájaros de la mañana despliegan sus alas para alcanzar las ramas más altas. Al principio de uno en uno, después en bandadas frenéticas se reconocen y agrupan disputándose un lugar desde el que empezar el día. Todas las mañanas igual: pardillos contra estorninos, mirlos contra vencejos, palomas contra palomas y urracas contra todos. A veces el aire se estremece con la sombra del halcón y crece el silencio bajo la envergadura poderosa del águila. Al caer la tarde vuelven con estruendo a las ramas más altas, y se reconocen y agrupan disputándose un lugar donde pasar la noche. Los estorninos caen sobre los álamos, las grajillas se esconden en las rocas, las urracas acechan los nidos y la calma crece con la oscuridad. Todo vuelve a su sitio, todo queda ordenado en el valle del Genil.