Y LA MÚSICA DE HIZO IMAGEN

Dejamos la reseña del concierto de anoche, que tras los ensayos disfrutados… resultó igualmente espectacular. Lo que decíamos… música y cine de la mano. Y atentos a la reseña de Las Verdes sobre el 10.000 de hoy, que cumplimentamos a una media de 4,13 minutos el kilómetro. Que ya está bien 😉
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Un servidor, con Mossman y Jesús Villalba, Director del Festival.

Con la Sierra cubierta por las primeras nieves de la temporada, los plátanos de la Carrera de la Virgen cada vez mas desmochados y la Fuente de las Batallas oliendo a castañas asadas, tomada por las casetas de la Feria del Libro Antiguo, arranca la vigésimo novena edición del Festival de Jazz de Granada. Y lo hace con un concierto muy especial: el del Granada Film Project.
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Con las entradas agotadas y un lleno absoluto en la sala, el concierto dirigido por Michael Mossman ha tenido en vilo a los organizadores del Festival hasta el último momento. No es fácil lanzarse a producir un concierto como este. Por la elección de temas, por la complejidad técnica al acompañar la música con los fotogramas proyectados en la sala, por composición de la banda…. Se trataba de tender puentes entre dos disciplinas artísticas tan diferentes como complementarias: cine y jazz. Y, como pasa siempre a la hora de hacer elecciones, por cada estándar elegido, otro buen número de ellos se quedaron en la cuneta.

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La curiosidad que el experimento provoca en los espectadores, rápidamente queda eclipsada por la descomunal fuerza de una música que suena como un cañón y, aunque es inevitable el cuchicheo del respetable, comentando los trozos de película proyectados, la magia del jazz en vivo se impone en la sala.

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Arrebatador el arranque, con el tema de «Anatomía de un asesinato» y los metales hiriendo a la platea, desgarrados, recordando la saña del brutal crimen que reconstruía Otto Preminguer en una película extremadamente valiente.

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De inmediato entra la inconfundible «Round midnight», que resuena con fuerza mientras las imágenes en pantalla nos hacían recordar al Paris mítico que acogía a los músicos exiliados de una America todavía segregacionista y demasiado puritana. La noche, la bohemia parisina, que dan paso a la claustrofobia del encierro forzoso del protagonista de ascensor para el cadalso, al que Miles Davis puso la ensordinada música de su trompeta..

Cuando arrancan los primeros acordes de «Misty» y el dialogo entre la trompeta de Mossman y Antonio Hart se adueña del Teatro, entre el publico se desatan auténticos escalofríos en la noche y, con la gente entregada, llegan los tórridos acordes y las sugerentes imágenes de «Labios ardientes» antes de un bis con el aroma cubano a Bebo Valdés.

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Un privilegio, esta noche de cine y música, en un concierto único e irrepetible que los afortunados espectadores guardaremos en nuestra memoria para siempre.

Jesús Lens