UNA MEDIA MARATÓN EN BAZA (PREVIA)

Hoy domingo, entre las once de la mañana y cerca de la una de la tarde, esteremos corriendo en Baza, dentro del Gran Premio de Fondo de la Diputación.

A veces, cuando uno suelta en una conversación que va a correr una media maratón, su interlocutor le mira como si estuviese ante un demente.


Aclaremos los términos.

Cuando uno dice que va a correr una media maratón, lo que quiere decir es que va a recorrer 21 kilómetros -y un puñadito de metro más- en un tiempo determinado. Un tiempo que, por supuesto, no se acercará ni de lejos al que harán los ganadores de la prueba. Esto es, que uno no tiene, faltaría más, la intención de ganar la carrera, ni hablando en general ni en su categoría particular.

Los corredores populares, lo que hacemos en estas carreras es compartir una afición común con otros varios centenares de personas. Pero compitiendo. Porque si no, nos levantaríamos a cualquier hora y, tranquilamente, saldríamos a rodar a nuestro aire. Y es necesario poner el acento en el “competir”, porque, de lo contrario, quedaríamos con unos cuantos amigos de Las Verdes, como a veces hemos hecho, y tiraríamos millas, tranquila y sosegadamente.

La clave esté, pues, en competir.

Pero ¿no habíamos quedado en que no nos íbamos a acercar a los ganadores ni siquiera en los primeros doscientos metros de la carrera? Entonces, ¿qué competición es esa?

Pues sí. Podríamos decir que, hoy domingo, en Baza, varios cientos de corredores populares participaremos en una cuádruple competición.

La primera, competir contra los elementos. Contra la tentación de dormir a pierna suelta hasta bien entrada la mañana, contra la tentación de quedarnos arrebujados entre las sábanas, contra la tentación de alargar un desayuno leyendo la prensa. La primera de nuestras batallas tiene como enemigos al despertador, a la molicie y la vagancia que intrínsecamente conlleva todo domingo.

El segundo enemigo al que nos enfrentamos hoy somos nosotros mismos. Porque el atleta aficionado o popular es su peor enemigo. Una rodilla que duele, unos tendones cascados por el exceso de peso. Una rozadura, la pesadez de los músculos, unos pulmones que no dan más de sí, el corazón, que late demasiado fuerte. Terminar los 21 Kms. es una victoria sobre uno mismo, sobre su cuerpo, sobre los estragos que la vida va ocasionando en él.

La tercera de las competiciones tiene como enemigo al tiempo. Tu tiempo. Se trata de hacer los 21 kms. en menos tiempo que la vez anterior. Se trata de rebajar tu propio crono. Se trata de demostrarte que hoy estás mejor que ayer y, ojalá, peor que mañana. Rebajar tu tiempo es ganarle una batalla a la edad y a ese gran tirano que es Cronos.

Y la cuarta carrera la disputas, quizá, contra otros corredores. Contra ése al que no vas a dejar que te adelante. O contra ése al que no quieres dejar que se despegue. O contra aquél al que intentas alcanzar denodadamente.

Es decir que, al llegar el 300, el 500 o el 800 de una carrera como es la Media Maratón de Baza, has ganado, en una sola mañana, un montón de pequeñas batallas. Otras, por supuesto, las habrás perdido. Pero lo importante, como se ha dicho siempre, era estar allí, en las calles de la ciudad, batiéndote el cobre con unas zapatillas sobre el asfalto.

Los desafíos de Baza:

1.- Llegar a la ciudad bastetana.

2.- Terminar la carrera.

3.- Hacerlo, trotonamente, a cinco minutos el kilómetro, esto es, en 1.45.00.

4.- Ganar algún piquecillo.

O nos vemos corriendo, o nos leemos por aquí, dentro de unas horas.

Fdo.- Lens místico-endorfínico.