Un camino a través del infierno

Si ahora mismo leyera cinco manuscritos, negros y criminales, que disimularan el nombre de su personaje principal, para no dar pistas; creo estar en condiciones de asegurar que no tardaría ni tres páginas en descubrir cuál de ellos ha sido escrito por Javier Hernández Velázquez. Y no por sus dejes o términos canarios, precisamente.

“La vida es una derrota asumida. Allí estaba, en aquel salón del hotel, en recuerdo de un tiempo en el que creí que una canción podría salvar el mundo (una época en que Michael Jackson aún era negro y estaba vivo)”.

 UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO Javier Hernández

Así comienza “Un camino a través del infierno”, novela publicada por MAR Editor; finalista y mención especial del jurado del premio de novela negra L’H Confidencial del año 2013.

Con toda justicia, puedo decir ahora que la he leído.

Aunque leído no es la expresión exacta. Porque arranqué con ella la noche del martes, en el Puerto de la Cruz, y cuando aterricé en el aeropuerto de Granada, el miércoles; Mat ya se había convertido en uno de esos compañeros de viajes literarios con los que te apetecería compartir tragos, golpes e historias, hasta bien entrada la madrugada.

 UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO PORTADA

Mat.

A Mat venía siguiéndole la pista desde hace tiempo, a través del Facebook. Es un tipo con gusto por las armas. Cortas. Un tipo que gasta una de esas sonrisas de medio lado que, dependiendo de por dónde asome, da alegría encontrársela… o miedo. Mucho miedo.

Mat es detective. Privado. Y, obviamente, no lo lleva bien. Eso de investigar cuernos y bajas laborales es bastante ingrato. Un buen día se cita con una clienta muy especial. Su amante, para ser exactos. Y el encargo que le hace es morrocotudo: buscar a la hija que tuvo con Vicente Chinea, a la sazón, presidente del gobierno canario… en pleno proceso de reelección.

Entonces, el cristal de la ventana del garito en que están hablando salta por los aires…

 UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO Mat

Con esas mimbres, y con el personalísimo estilo que caracteriza a Javier Hernández, la narración de “Un camino a través del infierno”, nos adentra en la podredumbre, la locura y la insania que yacen en el lado oscuro de cualquier sociedad, por aparentemente bonita y festiva que parezca.

En este caso, por fortuna para él y para sus lectores, Mat no estará solo en su particular temporada en el infierno. Por un lado, nos acompaña Eva Millar. Por otro, su nueva secretaria. Impagables, ambas. Aunque tan parecidas como el día y la noche. Como la cruz y la cara. Como el haz y el envés. Y está el político. Y su familia. La carnal y la otra. Porque muchos políticos cada vez tienen un concepto muy laxo de lo que debe ser La Familia. Y el pasado, claro. Un pasado que pesa. Mucho.

Pero, sobre todo, está Mat. Un Mat que ve la vida, como el autor, a través de un personalísimo prisma, repleto de referencias a la música, al cine, a la televisión… y para los amantes del baloncesto, a la NBA.

Porque nada de lo humano nos puede resultar ajeno.

Javier, acreditando buen gusto literario ;-)
Javier, acreditando buen gusto literario 😉

Por ejemplo, la buena literatura. Esa que te sacude y que te noquea. Como “Un camino a través del infierno”. Hasta el punto de que si la lees y no encuentras en ella un estilo fresco, desenfadado, único y, esperemos que repetible por su autor en sus próximas novelas, que ya esperamos impacientes; te pago una Alhambra Especial bien fresquita.

Y como muestra de lo que digo, especialmente dedicada a mis buenos amigos del mundo de la canasta, unas líneas muy descriptivas:

“Me tumbé en el sillón y encendí la pantalla de plasma para visionar un Detroit-Portland de las finales de la NBA del 89. Los Pistons sí que eran tipos duros. Después de tocar fondo a finales de los setenta, la suerte regresó a la Motown cuando seleccionaron en el draft al base Isiah Thomas. Al año siguiente adquirieron al pívot Bill Laimbeer de Cleveland y al base Vinnie Johnson de Seattle. Luego llegaron Dumars, Mahorn, Salley y Rodman. El coach Daly comprendió que debían emplear un estilo agresivo que se ganó el apodo de los Bad Boys. En aquel grupo mi debilidad era Laimbeer, un Harry el sucio de las canchas.

UN CAMINO A TRAVÉS DEL INFIERNO Laimbeer

Duro, arrogante, provocador, un tipo despreciable. Todos lo consideraban un matón, pero era mucho más que eso. Aquel malcarado, hijo de un multimillonario comerciante de diamantes, era uno de los pocos jugadores que se hubiese ganado mejor la vida fuera de las canchas que dentro de ellas”.

Jesús Lens

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