¡Póngame una hora!

Siempre he sido muy mirado para según qué cosas. Por ejemplo, en el supermercado, trato de llenar las bolsas a la misma velocidad que pasan por el lector, como si estuviéramos en plena competición. O cuando llevo mucho tiempo en la cafetería, ocupando sitio mientras leo el periódico y hay gente esperando: siempre pido otro café, aunque no me apetezca especialmente.

Les cuento esto porque, frente a la apertura de los bares a un 50% de su capacidad, me siento presionado. Seguro que han visto ustedes los jocosos vídeos con camareros que reclaman rumbosidad a sus potenciales clientes. Y sencillez. Nada de pijadas, delicadezas o exigencias propias de la antigua normalidad. La cerveza por litros y el chocolate espeso.

Hubo un tiempo, cuando el viaje al fin de la noche lo hacíamos entre cañas y barra, en que acuñamos una máxima: la barra para el que la trabaja. ¿Qué era eso de dejar que se calentaran los culillos de las cervezas, sentados en una banqueta un viernes por la noche? ¡O llenas o te piras! ¡Abreva o aparta! Quién me iba a decir que, al borde de los 50, me encontraría de nuevo en las mismas.

Ahora me tomo los bares y las cafeterías de otra forma. No soy mal cliente, pero tampoco me apetece sentir agobios. Así las cosas, les hago una propuesta a mis amigos hosteleros: que me despachen una hora de tiempo.

Que calculen qué deben cobrar por una hora de mesa para que les sea rentable y lo pago por anticipado. Si luego consumo más, abono la diferencia, por supuesto. Pero que pongan un cartel en la mesa, bien visible, señalando hasta qué hora tengo derecho a estar allí, de forma que el resto de clientes no me mire mal ni se desespere ante mi indolencia y pachorra si me apetece escribir en el portátil o leer tranquilamente.

En los últimos meses pre-pandemia trabajaba mucho en la ‘Coffice’ o ‘Coficina’. Para los nómadas digitales es un gustazo poder elegir dónde montar el despacho cada día: con una buena conexión 4G, el cielo es el límite. O las conversaciones para tramar los programas de Gravite y Granada Noir, que siempre los hemos perfilado entra cañas, cafés y aguas con gas. Pero todo eso no casa con las prisas, la bullas y la presión.

Por todo ello, ¿a cuánto está la hora de mesa en esta primera fase de desescalada? ¡Pues póngame dos!

Jesús Lens