HIJOS DE HERACLES

Reconozcamos varias cosas. Reconozcamos, por ejemplo, que después de “300”, Esparta corría el riesgo de haberse agotado.

Así, cuando estábamos en Semana Negra y Teo Palacios, uno de los miembros de ESTA Andalucía Connection, me dijo que su novela, “Hijos de Heracles”, exquisitamente publicada por la editorial Edhasa, iba sobre los espartanos, por mi frente cruzó un pensamiento muy parecido a “otra más sobre Leónidas y las Termópilas”. Y Teo debió de verlo porque, sobre la marcha, me explicó que no. Que su novela no iba sobre la célebre gesta de los espartanos contra los persas.

Reconozcamos, por tanto, que nuestra cultura clásica es más bien básica. Porque de los espartanos, además de saber que sus cuerpos estaban retocados digitalmente y de que pasaban las de Caín con su régimen, conocemos más bien poco. Tirando a nada.

Y de ello te das cuenta, precisamente, cuando lees una novela como “Hijos de Heracles”, en la que Teo Palacios nos cuenta, precisamente, cómo se conformó ese régimen espartano: las fórmulas de gobierno, su educación y, por supuesto, su severísimo régimen disciplinario y militar. Por eso se subtitula “El nacimiento de Esparta”.

Había veces en que mi hermano, mientras leía la novela, cómodamente sentado en su silla de playa, levantaba la vista del libro, me miraba y decía: “tú no deberías de leer esta novela”. Y, claro, ya la he leído. Y reconozco que, por momentos, le tenía que dar la razón. Porque, para quiénes nos gustan los deportes agonísticos y nos hemos dejado las suelas de las botas de montaña subiendo a lo más alto de los picos más altos de nuestro entorno… y de más allá; para quiénes disfrutamos saliendo a correr y todo lo que no sea pasar de los 12 o 14 kilómetros no tiene sentido; los espartanos son un ejemplo a seguir.

Reconozcamos que correr con zapatillas no tiene mérito. Que Abebe Bikila ganó dos maratones olímpicas corriendo descalzo, sin ir más lejos. Y que los espartanos, por contar una anécdota, les ponían pesas en las extremidades, a los niños de 3 años, para que comenzaran a fortalecer su musculatura. Reconozcamos, pues, que somos unos blandengues.

Reconozco que he sido bastante reacio a la novela histórica. Hasta ahora. Porque la lectura de “Hijos de Heracles” o, hace unas semanas, de “El elefante de marfil”, de Nerea Riesco y “La colina de las piedras blancas”, de José Luis Gil Soto, me anima a seguir perseverando en el género. Sobre todo, me acuerdo de una frase preclara de Nerea, cuando decía que a ella, lo que le gusta, son las historias que pasan en la Historia. Los personajes, sus relaciones, sus encuentros y desencuentros, aventuras y desventuras.

Y de todo ello hay en “Hijos de Heracles”, por supuesto. Una novela que, partiendo de una documentación muy escasa y dispersa, traza un inmejorable fresco sobre Esparta y sus gentes, sobre la génesis y el proceso del que fue uno de los ejércitos más temibles de la historia de la humanidad.

Reconozcamos, en fin, el valor y la importancia de una buena portada. No me extraña que Teo estuviera orgulloso de la suya. ¡Impresionantes e imperiales, el diseño y la ilustración de Tim Byrne!

Lo dicho. Que si queréis saber cómo Leónidas y sus 300 llegaron a ser capaces de parar a los persas en las Termópilas, tenéis que leer “Hijos de Heracles”.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

¡NOS ENCANTA!

Laura ha puesto el listón muy alto, en cuanto a entusiasmo se refiere

Laura Muñoz, periodista y autora, al recibir nuestro libro, esta mañana.

Más sobre Laura, AQUÍ. No dejen de seguirla. Dará que hablar. Lo que me recuerda a un famoso diálogo de Groucho con una fantástica y desconocida Marilyn, por entonces. Dice ella, con cara de ingenua:

«- Me sigue un hombre.

– ¿Sólo uno?» – contesta él.

Jesús Lens, requetecontento.

TOY STORY 3

Si la gente de Pixar, esos sujetos ante los que habría que postrarse de hinojos para adorarlos cada vez que nos regalan una nueva genialidad, hubiese concebido en origen la saga de “Toy Story” como una trilogía, no les hubiera podido salir mejor el remate de lo que ya es una saga mítica, épica e imprescindible en la historia del cine.

Si le hubieran dado un euro a Francis Ford Coppola cada vez que alguien ha puesto a “El Padrino II” como excepción que confirma la regla de que segundas partes nunca fueron buenas, ahora sería multimillonario.

Desde ahora, “Toy Story 3” es el mejor ejemplo de cómo hacer evolucionar una historia teóricamente para niños, protagonizada por un puñado de juguetes, para convertirla en una de las cumbres del cine de la primera década del siglo XXI. Una historia en la que se habla de temas como la amistad, el compromiso, la soledad, el abandono, el crecimiento, el cambio, las transformaciones y la evolución de las relaciones.

A estas alturas, presentar a Woody o a Buzz Lightyear sería un supremo ejercicio de futilidad ya que, seas o no seguidor de la saga de “Toy Story”, son personajes que han trascendido lo meramente cinematográfico para instalarse en el inconsciente colectivo de una generación. Confieso que hasta hace unas semanas no había visto las dos primeras películas de la saga, pero ya conocía a Woody y a Buzz como si fueran amigos de toda la vida.

Sin embargo, haber descubierto a los Señores Patata, al dinosaurio, al perro de alambre y al resto de juguetes que acompañan a los protagonistas en sus aventuras ha sido un privilegio y, como decíamos AQUÍ, el talento visual y la capacidad de creación y recreación de los genios de Pixar son absolutamente incomparables.

En “Toy Story”, lo mismo se recrean secuencias memorables de la historia del cine popular, de Indiana Jones a la saga de las Galaxias, pasando por Jurasic Park, que te transportan al Far West a través de los raíles de un ferrocarril cuyo descarrilamiento sólo es el paso previo a una batalla galáctica interestelar.

“Toy Story 3”, filmado en las ya necesarias 3D, es un derroche visual, un desparrame de imágenes que exige ser visto varias veces para captar todos y cada uno de los detalles, guiños y homenajes. Pero todo ello sin perder de vista el argumento principal de la película, enriqueciéndolo, haciéndolo crecer, contribuyendo a conducirlo a uno de los finales más tiernos y enternecedores de la historia del cine.

Como las teselas de un mosaico, todas esas pequeñas partes, guiños y detalles, con entidad, belleza, humor e ingenio por sí mismas, también están al servicio de un todo argumental que cierra, rozando la perfección, una fastuosa trilogía que en cada entrega ha ido creciendo, mejorando y enriqueciéndose.

La vanguardia del cine, hoy día, se llama Pixar. Si por algo podemos definir la primera década del siglo XXI, y si de empezar con balances se trata, es por la hegemonía del cine de animación a la hora de conquistar el corazoncito más exigente de los espectadores. Con “Toy story”, con “Up”, “Wall E” y “Ratatouille”. Hoy, el mejor cine del mundo, es animado y lleva la firma de Pixar.

Valoración: 9.

Lo mejor: la versatilidad de cada juguete, el ingenio para cada detalle, la humanización de los personajes, la riqueza en la composición en cada uno de ellos.

Lo peor: que sólo haya un estreno Pixar por temporada.

Jesús Pixariano Lens

CUANDO EL ANTRO SAGRADO CIERRA

Esto que sigue es parte de la reseña de una magistral novela de Lawrence Block, cuyo contenido completo está AQUÍ.

Me adentro en “Cuando el antro sagrado cierra” en la más absoluta confianza y seguridad de que no me va a defraudar. Es como cuando entras en el bar de toda la vida, donde los camareros te conocen y saben qué vas a tomar. Te saludan por tu nombre y, al grito de:

– ¿Lo de siempre?

te sirven tu bebida, sin que tengas necesidad de pedirla.

Y la comparación con los bares no es gratuita, como el título de la novela os habrá hecho suponer. Porque “Cuando el antro sagrado cierra” es, de todas las miles que he leído, la novela que más y mejor ha descrito, tratado, contado y transmitido el mundo del alcohol, la noche, los bares, las copas, la soledad del bebedor de fondo, los compañeros de farra, las borracheras, las resacas, las lagunas en la memoria…

Si vais siguiendo el proyecto literario en que estoy actualmente enfrascado, (pinchar y seguir desde AQUÍ) veréis que una novela como ésta adquiere una importancia capital.

LA CARRERA

Hablaba con una amiga de carreras. Y de carrera. Y me dio el chispazo para escribir este microrrelato…

El gusto de Andresito por correr tenía a sus padres en un permanente sinvivir, no pudiendo entender cómo le preocupaban infinitamente más las carreras que su carrera. Estaban convencidos de que, por rápido que corriese, esas carreras no le llevarían a ningún sitio.

Andresito les buscó con la mirada, cuando enfilaba la última vuelta, netamente distanciado de sus contrincantes. Con su sonrisa, intentaba decirles que sí. Que las carreras le podían llevar muy lejos. Y muy alto. Por ejemplo, a lo alto de un cajón.

En realidad, el enésimo tropezón de su carrera vino por el ansia de atacar el último obstáculo con demasiada precipitación y no porque se hubiera relajado, sabiéndose con el oro al cuello, como escribieron algunos cronistas deportivos.

De vuelta a las aulas, desmotivado, desalentado y desfondado -no en vano se había quedado sin beca- Andresito sabía que fueron las prisas en las carreras las que le alejaron de las soñadas victorias y le obligaron, para satisfacción de sus padres, a volver a la carrera.

 Jesús Lens.

(Más microficción, y más corta, enlazando desde AQUÍ)