MESTIZAJE MADRID

Fue un viaje relámpago. Parafraseando el comienzo de nuestro libro de cine y viajes:

“- ¿Nos vamos?

– ¿Por qué no?”

Siempre da gusto ir a Madrid, por razones ajenas a las laborales. Hay mucho que hacer, mucho que ver. Mucho que pasear. Y, aunque fue un “aquí te pillo, aquí te mato”, pudimos disfrutar de la inabarcable oferta cultural de una ciudad que no descansa nunca. Ni deja descansar.

Una oferta cuya característica principal ha sido la Mistura, la mezcla y el mestizaje, empezando por el piano de Chano Domínguez, en la sala Clamores. Decía Germán, el responsable de la sala, que Chano se nos va. A Nueva York. Y no de gira o a grabar algún disco. No. Que se nos va con todo el equipaje a cuestas. Para venir… solo de visita. Por eso, quizá, el concierto de la otra noche, él solo con su piano, tuvo un sabor muy especial, con el tequila y la sal de las Margaritas, bien paladeados. ¡Qué gusto de espacios, salas como la Clamores, con todo el sabor y el aroma a los clubes de verdad!

Y, por fin, pisé el Reina Sofía, uno de los Museos que más tinta hace derramar y que, casualmente, este domingo cumplía veinte contradictorios añazos de vida.

No me cuadra, la verdad, un Museo de Arte Contemporáneo instalado en un sólido palacio de corte clásico, por mucha posmoderna ampliación de Nouvel que incorpore. Y saca un poco de quicio el tener que entrar en mil una microhabitaciones a ver un puñadito de cuadros, fotografías e instalaciones, siendo especialmente fácil el despistarse y perder el supuesto hilo conductor de la exposición permanente.

Sí me gustó la conceptualización de la sala dedicada al Guernica, con los trabajos preparatorios de Picasso y todo lo que rodeó al cuadro, de la Guerra Civil Española y la Mundial y, desde luego, resulta admirable la mezcla de pintura, fotografía, grabados, estampaciones, vídeo o escultura a la hora de hacer una narración lineal y temporal del arte del siglo XX en España.

Y, sin embargo, no pudimos ver los cuadros de Antonio López porque la Planta Cuarta estaba cerrada. Por obras. Como el acceso principal. Obras. Siempre obras. Hicimos una visita asistemática y anárquica. Pasando por Picasso, Goya o Dalí. Una visita más intuitiva y sensorial que intelectual. Una de esas visitas que permiten, cuando te acuestas por la noche, que tu inconsciente haga desfilar, a toda velocidad, decenas y decenas de las imágenes impresas en la retina. O en el hipotálamo. Aunque muchas de ellas sean “incomprensibles”.

Y, para comer, además de las patatas bravas habituales y la morcilla de Burgos (en este caso, deconstruida y servida con queso azul fundido), además de los huevos rotos con jamón y esas cañas de cerveza tan bien tiradas -con un dedo de espuma- nos dejamos caer por un Tailandés, que la Thai Food es una de mis favoritas y en Granada, por desgracia, no se estila. La sopa picante con gambas, los tallarines con salsa de albahaca, el pollo o la ternera con esas combinaciones de sabor tan, tan especiales de la comida Thai, esos aromas profundos, esos agridulces tan paladeables… Lástima que no consiguiéramos ligar una visita a alguno de los templos de la gastronomía peruana, otro de los objetivos de este salto a Madrid, frustrado en este caso.

¿Es posible hacer una obra de teatro sobre la vida de Orson Welles? Lo es. ¿Y es posible que salga bien y tenga sentido? También. Sobre todo si el actor que le da vida es ese monstruo llamado José María Pou, un actor que es un género en sí mismo y que lleva sobre sus hombros, casi de forma íntegra, un cuasimonólogo en el que Welles, tras haber cumplido 70 años, agota la última posibilidad de encontrar financiación para seguir rodando su Quijote, a la vez que hace un repaso a su historia como cineasta, mago, persona de radio, actor, dramaturgo, publicitario y hombre de acción.

En hora y media tan densa como intensa, lo mismo “vemos” al gran Orson toreando vaquillas que aterrorizando al personal con “La guerra de los Mundos”, comiéndose el mundo como “Ciudadano Kane” o defenestrado por “La dama de Shanghai”. Por escena pasan los fantasmas de Huston, Hemingway, Rita Hayworth, Spielberg y un largo etcétera. Vemos a un hombre proteico que a ratos parece destrozado y, en otros momentos, capaz de emprenderla contra molinos de viento… y derribarlos. Un hombre valiente y comprometido, soñador, apasionado y homérico. Desmesuradamente homérico. Sobre todo, cuando se jacta de ser gastronómicamente desafiante…

¿Y qué me dicen de Fellini? Vale. Todos sabemos que es uno de los directores más importantes de la historia del cine. Pero ¿y de su faceta como caricaturista? ¿Y de su vertiente literaria? ¿Y de sus impresionantes Cuadernos de Sueños? ¿Y de su pasión por el circo, los cómics y la magia, incluyendo una pasión desaforada por el mago Mandrake o el tebeo que publicó con Milo Manara? ¿Qué sabemos de todo eso? Ahora, mucho.

Porque la exposición de CaixaFórum, ejemplar, hace un completo repaso a todas y cada una de las facetas de Fellini, otro tipo homérico para el que no había separación entre la vida y el arte, entre el cine y la magia, entre las Mammas y las Putannas. Resultan deliciosas las cartas de sus fans, ofreciéndose como “personajes fellinianos” para pasar un casting. O el apartado dedicado a la filmación de las famosas secuencias de “La dolce vita”: el cristo volando y el baño en la Fontana de Trevi. La relación entre las noticias de verdad, los papparazzis y las películas, la vida bebiendo del cine y el cine emborrachándose de vida…

Y, luego, otra fascinante miscelánea: Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes, su relación con Buñuel o Pepín Bello, las revistas que fundaban, su intensa correspondencia, los dibujos del escritor, las letras del pintor, las discusiones sobre las nuevas tendencias artísticas y pictóricas, incluyendo el surrealismo y el cubismo o maldades creativas como “El cuaderno de los Putrefactos”.

Un viaje relámpago a Madrid, para pasear, ver, respirar, escuchar, beber, comer, probar… y del que sacamos una conclusión: el arte y la creatividad no tienen límites ni fronteras y afloran en cualquier momento y cualquier situación.

Be Creative, my Friends!

¡Y nosotros que lo veamos! (Y disfrutemos)

Jesús Lens.