USAIN BOLT Y EL INSTANTE DECISIVO

Entrada destinada al Proyecto Florens, dedicado a Usain Bolt, el padre del Viento, y los cien metros lisos.

 

Del atletismo me gusta todo. Los lanzamientos, las pruebas combinadas, las carreras largas y el medio fondo. Pero, aunque los españoles jamás mojemos en ellas, las pruebas más excitantes son las de velocidad pura. Los cien metros lisos, o sea.

 

De rodillas hay que ponerse ante su gesta
De rodillas hay que ponerse ante su gesta

Con mi abuelo, nunca me perdía ninguna. Desde la época de los duelos entre Ben «El Fraude» Johnson y Carl «El hijo de viento» Lewis, he seguido fielmente las carreras de velocidad.

 

Y la razón por las que me apasionan estas carreras es porque son la mejor representación atlética de eso que el fotógrafo Cartier Bresson vino a definir como «El Instante Decisivo».

 

En los 100 metros no hay tácticas, no hay liebres ni compañeros. No hay codazos, no hay colocación. Sólo hay ocho calles, un cronómetro, una pistola y cien metros lisos y rectos por delante.

 

Nada más.

 

Como un duelo entre pistoleros del Oeste.

 

Instantes Decisivos.

 

Como los tiros libres en el baloncesto, con un partido empatado y pocos segundos en el reloj. Como los penaltis en el fútbol, después de una prórroga. Como un tie break en el quinto set de un Grand Slam de tenis.

 

Solo que, en los cien metros, el Instante Decisivo no es un accidente o un recurso necesario para terminar una competición. No. Los cien metros están concebidos como el Instante Decisivo por excelencia.

 

«Corro tan deprisa porque, desde niña, he tenido que correr más rápido que las balas para no morir».

 

Así habla Verónica Campbell-Brown, ganadora olímpica, nacida en Jamaica, como la última hornada de los mejores velocistas mundiales.

 

«Tenía que correr rápido para ir a hacer la compra y no hacer esperar a mis hermanos, y también tenía que ser la más rápida para hacerme un hueco en la mesa. Me pasaba el día compitiendo con mis hermanos, y ganándoles.»

 

Partiendo de esas mimbres, no es de extrañar que Verónica asombrara a sus profesores y que, desde muy pequeña, ya dejara traslucir la bestia que se escondía bajo su aparentemente frágil cuerpo.

 

La prueba reina
La prueba reina

Instantes Decisivos.

 

Momentos en los que no caben titubeos ni vacilaciones. En los que el error no puede existir ya que no hay rectificación posible. Una mala salida, un calentamiento inadecuado, una zancada errónea, una centésima de segundo marcan el éxito del fracaso en los cien metros.

 

Como, a veces, ocurre en nuestra vida cotidiana. Dependiendo de la vida que llevemos y del trabajo que desempeñemos, tendremos la ocasión de disfrutar de más o menos Instantes Decisivos. Pero a todos nos llegan. Una declaración de amor, una ruptura sentimental, una oferta de trabajo, una presentación en público, un examen, la palabra oportuna o el silencio inadecuado en una reunión… todos ellos pueden ser esos momentos que marquen un antes y un después en nuestra vida, sin que haya posibilidad de rectificación.

 

No es fácil ser el Número 1
No es fácil ser el Número 1

Evidentemente, para consagrarse como Campeón Olímpico de los cien metros, además de dar la talla en los menos de diez segundos que dura la final, hay que tener la genética adecuada. Y entrenar duramente, años y años. Y tener suerte, estando en el momento oportuno en el lugar adecuado. Y que te respeten las lesiones.

 

Pero, por supuesto, con todo ello no basta. Porque, una vez cumplidos todos los requisitos previos, algo que suelen hacer decenas, cientos de candidatos; hay que saber aguantar la presión de los Instantes Decisivos. Disfrutarlos. Gozarlos. Crecerse ante ellos, demostrando la verdadera pasta de la que se está hecho.

 

Aceptar el reto, disfrutar del Instante Decisivo.
Aceptar el reto, disfrutar del Instante Decisivo.

Porque es en los Instantes Decisivos cuando la vida pone a cada persona en su lugar, aupando a los ganadores, a los líderes y a los campeones sobre el resto del grupo. Quizá no sea el mejor de los sistemas posibles, pero no por casualidad, los cien metros lisos son la prueba reina del atletismo mundial y la que más espectadores convoca frente a los televisores de las casas de todo el mundo.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

DE «OBLIGADA» LECTURA

Después subo una reseña literaria muy mística o, quizá, el último cuento que he escrito. Pero ahora tenéis que leer estas dos historias: El amor lo apostó todo a una carta, una joya de M. Victoria Cobo que publica hoy IDEAL y la fantástica, diferente y muy alejada de su estilo habitual página de Pérez Reverte en el dominical del periódico: La habitación del hijo.

 

Además, me están gustando mucho las columnas deminicales de Alejandro Sanz, cargadas de humor y sentido común, como esta clarividente «Lo estoy dejando». Y sobre la crisis que nos amarga, uno de los análisis más clarividentes y con los que más conecto, de la infinidad de ellos que he leído hasta la fecha, lo hace hoy Santiago Niño Becerra en su artículo «Lo que está pasando (Reloaded)».

 

A ver qué os parecen.

 

Nos vemos.

 

Jesús Lens, adicto a la prensa.

LECTORES

Qué bueno, saber que tenemos lectores de «Hasta donde el cine nos lleve» tan especiales como éste:

 

¡Hasta donde el cine le lleve!
¡Hasta donde el cine le lleve!

Y es que nuestro amigo Colin nunca deja de sorprendernos. Atentos al pedazo de Entrada que dedica en su blog a nuestro libro, siguiendo el enlace.

 

Con amigos así, ¡uno siente la necesidad de seguir escribiendo!

 

Jesús Lens, emocionado

CARLOS SALEM Y LA CRESTA DE LA OLA

A veces, cuando recomiendo libros, pienso que soy demasiado subjetivo. Si tal es posible.

 

Pero cuando me encuentro mensajes como éste de Carlos Salem, veo que no. Que apostando, defendiendo, difundiendo y queriendo a Carlitos, acertamos de pleno. ¡Enhorabuena!

 

La cosa es más o menos así: alguien me sopla que, «probablemente» Aller Simple, la versión francesa de mi Camino de ida, podría llegar a ser candidata a los Prix 813 de novela policial, que se encuentran entre los más prestigiosos del país vecino.

 

A uno, que es inculto, el tema le suena, pero piensa que si le hubieran dado un ladrillo por cada «probablemente» que ha oído en su vida, tendría ya más casas edificadas que Iñaki Zuruaga alias El Zurullos (el que no sepa de quien hablo, que compre mi nueva novela «Pero sigo siendo el rey», editada por Salto de Página, je je).

 

El caso es que otro alguien me felicita esta tarde por teléfono y repito lo mismo: mientras no sea oficial, mejor no me altero.

 

Pero la curiosidad me pica y ahí está la jodida Wikipedia para acojonarme.

 

La Asociación 813 es una de las de mayor peso en cuanto al policial francés, y el premio en cuestión, (Mejor policial extranjero traducido al francés), lo ha ganado gente como Paco Ignacio Taibo II, Robin Cook, Donald E. Westlake, James Elrroy, Henning Mankell, Giancarlo di Cataldo o Patricia Cornwell.

 

¿A qué la lista asusta?

 

Así que decidí que alguien se había entusiasmado demasiado pronto, o había escuchado campanas equivocadas… vamos que no supuse una burla porque como todo el mundo sabe, no tengo enemigos… vivos.

 

De modo que volví al reportaje que debo entregar mañana sin falta si no quiero que mis posibilidades laborales se limiten al puesto de eunuco en un harén, agradeciendo la buena voluntad de los que entendieron mal o se apresuraron por cariño.

 

Entonces tuve que buscar un dato en el google y, ¿quién se resistía a asomarse a la web de la Asciación 813, eh?

 

Para ver cómo es, nada más…

 

Y me encontré esto:

 

http://www.813.fr/content/view/132/27/

 

 

TROPHEE POUR LE ROMAN ETRANGER OU RECUEIL DE NOUVELLES ETRANGERES :

 

 

Andrea Camilleri « Un été ardent » [Editions le Fleuve Noir]

 

RL Ellory « Seul le silence » [Editions Sonatine]

 

Craig Johnson « Little Bird » [Editions Gallmeister]

 

Dennis Lehane « Un pays à l’aube » [Editions Rivages]

 

Carlos Salem « Aller simple » [Moisson Rouge]

 

Vamos, que con esos nombres tengo menos posibilidades que Fernando Alonso este año en la F1.

 

Pero estar ahí  hace una ilusión que ni les cuento…

 

O por eso les cuento: para disfrutar haber llegado hasta ahí.

 

El premio se falla en octubre y mientras tanto ahí están Octavio y compañía, de cañas con los peces gordos.

 

Carlos Salem