BENEGAS

Novela negra, de raíz andaluza. ¿Quieren conocer los entresijos de la Córdoba actual, muy parecidos a los de tantas ciudades de tamaño medio de nuestro entorno? Universidad, Internet, (Des)Memoria histórica, Premios literarios turbios, entidades financieras y pelotazos inmobiliarios…

 

Pinchando AQUÍ accedéis a la reseña que escribimos de «Benegas», de Francisco José Jurado, publicada por la Editorial Almuzara.

 

Recomendable hasta ser necesaria.

 

Jesús Lens.

 

PD.- Estamos urdiendo una entrevista al autor. Si habéis leído la reseña y/o el libro y os suscita alguna curiosidad o inquietud, a tiempo estamos de trasladársela a su autor.

 

¡Animaos!

 

PD 2.- ¿Estáis siguiendo ese desquiciado «Asesinato creativo»?

 

¡Animaos igualmente!

ASESINATO CREATIVO IV

La tercera entrega de este improvisado serial (que tenéis en el enlace marcado y que lleva a las dos primeras) acontecía en un bar. Y fue «acusada» de no hacer avanzar la historia. Vamos a ver si con esta cuarta parte conseguimos darle un adelantón.

 

La mañana del día siguiente, bien temprano, fue lógicamente terrible. Bárcenas no sabía si escandalizarse ante el hecho de que el detenido tuviera infinitamente mejor aspecto que su Secretario y el Fiscal del juzgado juntos… o celebrarlo con una buena ronda de anisetes… aunque, la verdad, con el calor que todavía hacía ese septiembre, mejor dejarlo estar.

 

  • Don Andrés Berbellón, ¿sigue queriendo representarse usted a sí mismo en el caso del Crowdfunding?
  • Sin duda.
  • Señor Fiscal, tiene la palabra.

 

Tricky cruzó una mirada de carnero degollado con Don Augusto.

 

  • Solicito la prisión incondicional del detenido, por la gravedad de los hechos que se le imputan y la alarma social generada por los mismos y, además, por el riesgo de fuga inherente y, sobre todo, por la amenaza vertida en su declaración de estar dispuesto a reincidir en su conducta delictiva, asesinando a su cuñado.
  • ¿Señor Berbellón?
  • ¡Menuda falta de sentido del humor, la de este hombre! Lo de mi cuñado lo dije en sentido figurado, hombre de Dios y, si han atendido bien a mi declaración… ¿qué riesgo de fuga ni qué niño muerto, con perdón, si no tengo ni un duro, que he invertido hasta las pestañas en el Crowdfunding? Señoría, por favor, póngame en libertad, que tengo que estar cerca de la filmación de la película…
  • ¿Algo más?
  • ¿Qué más quiere?
  • Oídas las partes, decreto la prisión provisional del acusado, evitable con una fianza de 30.000 euros.
  • ¿30.000 euros? ¿Y eso, en pesetas, cuánto es? – preguntó el acusado, más o menos convencido de que ni de coña iba a poder evadir la prisión.
  • Pues, al cambio, cinco millones de pesetas. Y si nada más se les ofrece, hemos terminado. Agente, acompañe al detenido. Don Augusto, aplace la siguiente comparecencia media hora. Y que alguien me localíceme al Perniles. Que venga a la voz de ya.

 

 

Antonio Pernía, alias Perniles, estaba en el bar. Para variar. Esta vez había pedido un Sol y Sombra cargado, con doble de sol que de sombra. Y, también para variar, estaba hablando de fútbol. Que haber qué sería de la mitad de las conversaciones de este país si los ingleses no hubiesen inventado esa costumbre de patear pelotas de cuero. 

 

Nadie sabía exactamente qué hacía Perniles en el edificio de los juzgados de La Caleta, pero siempre estaba allí. Era uno de esos tipos que, como el mostrador de recepción, las lámparas en los techos o las sillas en los despachos, formaba parte del paisaje. A nadie le importaba a qué negociado estaba adscrito ni por dónde cobraba la nómina. El cómo ingresó en el cuerpo de funcionarios, era un misterio digno de protagonizar un capítulo de Expediente X. Pero el hecho era que, cuando había algún marrón, todos buscaban al Perniles.

 

  • A ver Perniles. Que quede claro. Te vas al Almanjáyar y preguntas por el Sereno. ¿Estamos? Y le dices de mi parte que se venga para acá con 30.000 euros y pague la fianza de Andrés Berbellón. ¿Estamos?
  • Señoría… ¿30.000 euros?
  • Sí. Ni uno más, ni uno menos. 30.000 euros. Cinco kilos de billetes. El Sereno. Almanjáyar. ¿Estamos?… Y, Perniles, ni que decir tiene que ni una palabra a nadie. ¿Estamos?

 

Salió Perniles por la puerta, mascullando entre dientes:

 

  • No, si estar, estamos. Yo, al menos, estoy. El que no sé si está bien de la olla es el juez éste. Manda huevos. Mandarme ahora al polígano del Másallá. Y en busca del Sereno, nada menos. ¿Sabrá este hombre en lo que se está metiendo ahora, Madre de Dios?

Por supuesto… ¡CONTINUARÁ!

TIEMPO

Vosotros, los europeos, tenéis los relojes,

pero nosotros tenemos el tiempo.

 

Proverbio africano.

 

 

Hay tres formas de medir el tiempo. Por un lado está la lineal, la de los calendarios occidentales según la cual la jornada de trabajo comienza a las 8 de la mañana y termina a las 3 de la tarde. Y como eso, todo: nacemos, crecemos, estudiamos, trabajamos, nos jubilamos y morimos. Y punto.  

 

Atados al tiempo
Atados al tiempo

Luego está la concepción circular del tiempo, de extracción oriental, en la que nada empieza o acaba, sino que todo está en movimiento continuo, reencarnaciones incluidas.

 

Y después estaría el tiempo simultáneo, constituido por los acontecimientos. Los calendarios no se basarían en periodos de tiempo concretos y cuantificados, sino en eventos más o menos memorables. Esta forma de entender el tiempo es propia de los pueblos negroafricanos.

 

Dígase lo que se quiere, nuestra vida está organizada en base a la primera formulación temporal: los calendarios y los horarios nos condicionan la vida, lo que, para un obseso del tiempo como soy yo, es una enorme fuente de problemas y origen de muchas e íntimas contradicciones.

 

Se nos deshace en las manos
Se nos deshace en las manos

Porque yo soy negro.

 

Hoy domingo, mientras escribo estas líneas, sólo tiene un sentido: ver a España ganar la medalla de oro en el Europeo de baloncesto. Desde que amaneció, nada tiene realmente importancia, excepto ese acontecimiento. Por tanto, paso el día haciendo esas cosas que me gustan: tomar un café leyendo IDEAL, escribir antes de salir a correr, ver «El Ala Oeste de la casa Blanca» mientras como y, después, pasar todo el resto de la tarde, escribiendo y escuchando discos. La rutina creativa, o sea. La soledad enricedora, en dos palabras.

 

Me da igual qué hora es o deja de ser. Lo mismo ahora me canso de teclear y me voy a la cama un rato, a leer el último inédito de Carlos Salem, al que acabo de hincar el diente. Este domingo, una vez tuve que descartar correr la Media Maratón de Motril, sólo existe en base a un acontecimiento: el baloncesto. Lo demás, es un añadido.

 

El tiempo, como un Caracol
El tiempo, como un Caracol

Y por eso me siento tranquilo y relajado, aunque haciendo un montón de cosas que me gustan, me satisfacen y me dan placer. Digamos que me siento taoísta: no estoy haciendo nada, pero no estoy dejando nada por hacer.

 

Por eso odio ser esclavo del tiempo. Y he ahí una de las grandes contradicciones de mi vida, siempre queriendo aprovechar hasta el último segundo. En la línea de Aldous Huxley: «por muy lentamente que os parezca que pasan las horas, os parecerán cortas si pensáis que nunca más han de volverá pasar.»

 

Pero esta forma de pensar es peligrosa y nos lleva a caer en alguno de los vicios de los que hablábamos hace unos días, como la impaciencia, por ejemplo. Burkina se ha hartado de repetírmelo: que soy un ansioso y un angustioso. ¡Me está costando aprender! Y es que me aterra pensar, como decía Marguerite Duras, que «muy pronto en la vida es demasiado tarde». Ahora bien, intentando llenar las horas y llegar a todos sitios… muchas veces termino naufragando, presa de la ansiedad. Y no merece la pena.

 

¡Carpe diem!

 

Verlo de otra manera
Verlo de otra manera

Hay que cambiar. Estoy cambiando. Es uno de mis empeños para este nuevo curso 2009-2010: ser menos esclavo del tiempo lineal e incidir en el simultáneo, de una forma tranquila y sosegada: lo que no pueda ser hoy, será mañana. Y no pasa nada.

 

O, como escribe Georges Poulet, «no es el tiempo lo que se os da, sino el instante. Con un instante dado, a nosotros nos corresponde hacer el tiempo».

 

Me encanta esa frase y ojalá sea capaz de aplicármela. Buscar los instantes, los momentos, para sacarles todo su jugo, disfrutándolos al cien por cien y, después, engarzarlos en el hilo de un tiempo memorable. Un tiempo precioso, tranquilo, sereno y sosegado. Si hace unos días, hablando de la perseverancia, nos declarábamos confucianos, hoy me declaro como un aspirante aristotélico: «Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes».

 

¡Nunca mais! Cruz de navajas al tiempo angustioso
¡Nunca mais! Cruz de navajas al tiempo angustioso

¿Seremos capaces de asumir esta modalidad de tiempo? Yo creo que sí… siempre que en el entorno seamos capaces de aplicar esa otra gran máxima, de Marcel Proust: «Los días pueden ser iguales para un reloj, pero no para un hombre».

 

Así las cosas y para empezar la semana de forma discursiva, ¿sois más Lineales, Circulares o Simultáneos con el tiempo? ¿Lo perdéis? ¿Os duele? ¿Sois agoniosos o generosos con el tiempo?

 

En conclusión, ¿quién se apunta a eso del Tiempo Simultáneo, basándonos en la premisa de Proust?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

ESPAÑA CAMPEONA

Porque este año lo tuvimos en el alero, porque dudamos, porque sufrimos, porque crecimos y porque vibramos, gritamos…

Había que morder

 

 

Había que morder

¡ESPAÑA CAMPEONA!

Marc Talismán
Marc Talismán

Sin palabras.

SMS de mi Cuate Pepe, desde Polonia, que se va a beber todo Katowice a la salud de nuestra Peña que, además, tendrá un balón muy especial desde hoy: el Balón Oficial del Eurobásket 09, ganado por España. ¡Eso es un Cuate!

 

Mundobásket. Turquía. 28 de Agosto a 12 de Septiembre. Creemos. ¿Nos vamos?

MALDITOS BASTARDOS. ENTRADA 1

Azares diversos me impidieron ver la última película de Tarantino en las idóneas y deseables condiciones que me hubiera gustado por lo que el pasado sábado entré en la sala de cine cargado de reticencias y malos presagios.

 

Y es que, como ocurre con todas las actividades importantes de la vida, el ánimo con que las afrontamos resulta trascendente. Y, sin embargo, fue arrancar el Capítulo 1 de «Malditos bastardos», en esa Francia ocupada por los nazis, en 1941, y las nubes se disiparon de inmediato, hasta el punto de que, veinte minutos después, tras haber disfrutado como un hipopótamo en un lodazal con el interrogatorio a un lugareño francés, llevado a cabo por Hans Landa, posiblemente el mejor nazi de la historia del cine; mande a mi querida Burkina uno de esos SMS que te salen de lo más hondo de las entrañas: «Capítulo 1 portentoso. ¡Qué diálogos! Brutal. Hay que escribir. ¡Hay que escribir más!» Y es que hay momentos que, si no se comparten, no son lo mismo. ¡Ni modo, parecido! ¿Verdad?

 

El caso es que una película como «Malditos bastardos», para quiénes nos gusta escribir (casi) por encima de cualquier otra cosa, es una auténtica revelación. No me extraña que Tarantino diga, en sus entrevistas, que con escribir guiones como éste se siente más que satisfecho y que, después, cuando empieza el rodaje, su mayor temor es ensuciarlo, mancharlo o degradarlo, temiendo no ser capaz de estar a la altura de las circunstancias.

 

El Capítulo 2, con Brad Pitt como protagonista, sería el más tarantiniano de los cinco que conforman esta película, si por tal entendemos esa propensión a la violencia más grand-guiñolesca, socarrona y bienhumorada de la historia del cine, protagonizada por un comando de judíos americanos que disfrutan cortando cabelleras o bateando enemigos, con saña y delectación.

 

Pero el gran protagonista de la película es esa criatura mágica y maravillosa, inquietante, malvada, cruel, inteligente e hipnótica, Hans Landa, interpretado por un Christoph Waltz en estado de gracia, que le aporta a su personaje la dosis necesaria de ritual cinismo y preclara clarividencia del estratega que siempre va tres pasos por delante de los demás. El manejo de todas las situaciones y el juego que plantea con cada gesto, desde el hitchcockiano vaso de leche a ese strudel sin nata, da buena muestra del impresionante y singular talento de Quentin para crear personajes destinados a perdurar en la memoria del espectador.

 

Un Tarantino al que admiro, sobre todo, por su capacidad de hacer lo que le da la real de las ganas. Todas las noticias que hemos ido recibiendo de sus «Malditos bastardos» ponían el acento en las referencias a los spaghetti westerns o a películas bélicas como «Los doce del patíbulo» o «Los violentos de Kelly». Y, sin embargo, el gran mérito de la misma es su profunda carga literaria y, para mí, lo mejor son los dos capítulos más íntimos y opresivos: el primero, ya comentado, y, por supuesto, el que se desarrolla en esa minúscula taberna llamada La Louisiane, aunque de Tarantino y sus bares ya hablaremos, largo y tendido, en otro momento. Y, espero, en otro formato.

«Me gusta concebir un guión como una novela, con capítulos, para que sean muy diferentes y tengan una atmósfera distinta».

 

Y, por eso, hay que hacerse con el guión de «Malditos bastardos», publicado en España por la editorial Mondadori. Porque es toda una lección de la que tenemos mucho que aprender.

 

¡El guión, el guión!
¡El guión, el guión!

Nos queda mucho por hablar sobre «Malditos bastardos». Sobre todo, de su final. Pero vamos a esperar unos días para que vayáis viendo la peli, de aquí al viernes, cuando abriremos una nueva tertulia virtual sobre una de esas películas que pide a gritos volverse a ver, mejor antes que después.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.