Lotería, salud y alegría

Dependiendo de la hora a la que lea usted esta columna, querido lector, todavía es potencial ganador de la lotería de Navidad o, si pasan de las 12 del mediodía, andará usted brindando… porque lo importante es tener salud. O quizá no. Quizá le haya tocado. El Gordo. O alguno de los rollizos. ¿Sabe? En ese caso me alegraré, nos solazaremos sobremanera. Nada de envidias. Que no hay sorteo más feliz y festivo que el del 22 de diciembre, comienzo oficial de la Navidad.

Digan lo que digan los cada vez más tempraneros encendidos de las desmesuradas iluminaciones navideñas, la Navidad arranca con el cantarín sonsonete de las niñas y los niños de San Ildefonso, desgranando números y cifras.

Lo tengo muy escrito: la lotería de Navidad es la más democrática de todas. No toca mucho, cuando toca, pero la cantidad de alegría y optimismo que desprende es extensiva y contagiosa. Sobre todo, cuando los premios están muy repartidos.

La Primitiva es más espectacular, pero resulta sosa, solipsista y onanista. La de hoy es otra cosa. También porque, con independencia de que toque o no, su venta ayuda a cuadrar las cuentas de infinidad de asociaciones, clubes, colegios, hermandades, comercios, agrupaciones y demás colectivos de la sociedad civil.

En ese sentido, echo de menos las antiguas papeletas, una especie tan en peligro de extinción como el lince ibérico. Aquellas papeletas que, por 5 euros, te permitían colaborar con infinidad de personas de tu entorno. Ahora, con los décimos, hay que ser más mirados: si te despistas y eres de cartera fácil, te encuentras con una inversión de 200 o 300 euros en lotería. Y eso, la verdad, ya es pasarse. Al menos, para las economías normales y corrientes. Las de andar por casa.

Acabo de comprobar que este año llevo 6 décimos. El que más me mola termina en 22. Y empieza por 00. Un número así, tan simétrico, excita a mi yo más Géminis. Pero me gusta, sobre todo, porque es el número que ha vendido mi quiosquero, Paquito, al grito de: ¡cómo voy a poner al Zaidín, si nos toca! Y justo esa es la filosofía.

Jesús Lens