Los Caballeros de la Orden de Toledo

Hace unos días les comentaba en este artículo de IDEAL la cantidad de sensaciones que provoca la exposición “Una habitación propia”, el puente que conecta al joven Lorca que vivió en la Residencia de Estudiantes con el que se va a instalar, definitivamente, en la plaza de la Romanilla. Un puente vital, emocional y creativo que insufla vida, espíritu y ánimo al Centro Lorca.

¿Han visto ya “Una habitación propia”? Pues permítanme un consejo: además de hacerse con el catálogo de la exposición, el mejor pasaporte para acceder al joven Lorca, busquen el tebeo “Los Caballeros de la Orden de Toledo”, de nuestro paisano Juanfran Cabrera y Javierre, editado por Arian.

Cuando hablamos de Lorca, Dalí o Buñuel, pensamos en los grandes artistas que fueron. Pero también fueron personas. Y estos tres en concreto, de jóvenes -y de menos jóvenes- fueron unos pieza, amantes de la juerga, la farra y el cachondeo.

En la exposición del Centro Lorca hay un recordatorio a la Orden. Así contaba Buñuel su nacimiento: “El día de San José de 1923, fundé la Orden de Toledo, de la que me nombré a mí mismo condestable… Pepín Bello era el secretario. Entre los fundadores estaban Lorca y su hermano Paquito…”

Y en esa Orden está libremente basado el cómic de Juanfran y Javierre, un descalzaperros continuo en el que nuestros reconocidos artistas transmutan en personajes de ficción, para solaz y disfrute del lector. Leer las aventuras de Buñuel, Lorca y Dalí como agentes secretos de la Institución Libre de Enseñanza, tras partirnos la caja con sus trapisondas en la Residencia de Estudiantes, es una gozada.

“Para acceder al rango de caballero había que amar a Toledo sin reserva, emborracharse por lo menos durante toda una noche y vagar por las calles… La fonda en que nos hospedábamos era casi siempre la Posada de la Sangre, donde Cervantes situó “La ilustre fregona”. La posada apenas había cambiado desde aquellos tiempos: burros en el corral, carreteros, sábanas sucias y estudiantes. Por supuesto, nada de agua corriente, lo cual no tenía más que una importancia relativa, ya que los miembros de la Orden tenían prohibido lavarse durante su permanencia en la ciudad santa”…

Así sigue contando Buñuel en qué consistía una Orden que, les aseguro, era un completo desorden. Un caos, una locura total que les hará disfrutar, reír y soñar.

Jesús Lens