La reprobación de Cuenca

Van a reprobar a Paco Cuenca. Mañana viernes. Y lo van a reprobar todos los que pasen por el pleno extraordinario. Y, como se despiste, alguno que ni siquiera pase por allí.

Le reprobará el PP porque Cuenca no ganó las elecciones y su gestión municipal es deficiente… aunque los populares hayan contribuido a la aprobación de las polémicas medidas económicas antiquiebra propuestas por el Ayuntamiento, dándole un imprescindible balón de oxígeno al alcalde.

 

A Cuenca también le reprobará Ciudadanos por su gestión personalista del gobierno municipal. Lo que, viniendo de un partido cuya cabeza más visible es la de Luis Salvador, resulta cuando menos irónico. Y también le va a reprobar Vamos Granada. O una de sus facciones y/o concejales, con o sin portavocía. En este caso, no sé muy bien por qué. Podría buscarlo, pero me da pereza.

MESA POR EL FERROCARRIL FOTOGRAFIA: ALFREDO AGUILAR

Me da pereza no tanto por vago o indolente como por decepcionado con la formación morada y su forma de hacer su nueva política viejuna, aupando al PSOE al gobierno municipal para no dejar de torpedearle una y otra vez, haciéndole el caldo gordo a un PP que ve cómo Cs y Vamos Granada se desangran en estériles y ególatras luchas intestinas sin aportar nada constructivo a la ciudad, más allá de quejas, protestas y lamentos.

 

Pero es que, insisto, como Paco Cuenca se despiste, lo mismo le reprueba hasta alguno de sus compañeros del PSOE. Por ejemplo, podrían reprobarle que, con el follón que tiene en el Ayuntamiento, gobernando en minoría absoluta y enfrentado al resto de grupos municipales, se presente a Secretario General del partido en la capital. ¿De dónde piensa sacar el tiempo?

Esto de las reprobaciones me suena a pasar pruebas, una y otra vez. Como si fueran los trabajos de Hércules. O las reválidas de los estudiantes. Un trámite que hay que superar, pero que no tiene consecuencia práctica alguna. Y es que las reprobaciones se han puesto de moda. Una forma de darse pisto, salir en la foto y hacer ruido, pero sin que caigan nueces.

 

Es tal la fiebre de reprobaciones que un político que no haya pasado por al menos una debería resultarnos sospechoso. Por vago, flojo, acomodaticio y poco comprometido. ¿Se acuerdan de la célebre prueba del algodón? Pues ahora, lo que se lleva, es esa reprobación que ensucia, descalifica y da rubor.

 

Jesús Lens