LA NIEBLA DE STEPHEN KING

Suele pasar. Está uno revisando la cartelera y lee que han estrenado “La niebla de Stephen King” y, automáticamente, piensa en subproducto de terror para adolescentes, película de verano basada en un best seller, remake de una película anterior de John Carpenter… y todo ello le lleva a despreciarla, olvidarla y, en pocas palabras, a no hacerle ni puñetero caso.

Lo que constituiría un craso y grave error de juicio, como el Irreverendo Álex se encargó de advertirnos hace unos días.

Veamos las razones.

Primero, porque al género terrorífico le pasa como al policíaco: está muy minusvalorado y se cataloga, habitualmente, como algo inferior al Arte, con mayúsculas. Los intelectuales tienden a despreciarlo, los alternativos lo miran por encima del hombro y el gran público, por lo general, pasa de él. Sin embargo, todavía quedamos algunos que pensamos que no hay géneros de primera y de segunda categoría, sino películas individuales y concretas que, con independencia del género al que teóricamente se adscriban, son buenas, malas o regulares. O, como en el caso de esta Niebla, inmejorables, espectaculares, fantásticas, colosales y otros muchos más epítetos, todos ellos positivos y grandilocuentes.

Segundo, porque el género de terror, como el negro y criminal, puede ser un inmejorable medio para contar un montón de cosas, más allá de los típicos sustos de cualquier película de miedo que se precie y de los asesinos en serie, sádicos y desequilibrados, cargados de traumas imposibles. En este caso, “La niebla de SK” es una prodigiosa película que utiliza la técnica de las cebollas: cada capa que aparece alberga, debajo de ella, otra aún más jugosa, más interesante, más ácida, más concentrada.

Tercero, entrando más en el fondo de la cuestión cinematográfica, porque el guionista y director de la película es Frank Darabont, autor de otra celebrada adaptación de Stephen King, “La milla verde”, en la que se contaban muchas y muy buenas historias, partiendo de un drama carcelario con tintes paranormales.

Cuarto, por el reparto coral de actores y la excelencia de los muy variados personajes que protagonizan la película, del héroe de toda la vida, menos heroico que nunca, a la vieja profesora del colegio, pasando por la iluminada religiosa, el paleto converso, el encargado del supermercado, la rubia guapa y voluntariosa, el abogado negro con ínfulas y un largo etcétera que conforman un riquísimo y abigarrado microcosmos que sirve para explicar cómo se comporta el género humano al enfrentarse a una situación desconocida.

Quinto, por la dimensión política y social que adquiere la película, directamente vinculada con la actualidad del mundo en que vivimos. Una película de las que, al terminar, provoca discusiones, charlas y conversaciones que, a nada que los contertulios tengan las neuronas mínimamente despiertas, prolongarán la velada hasta altas horas de la madrugada, dada la riqueza y generosidad de matices con que decenas de gestos, discursos y comportamientos de los protagonistas van pespunteando la trama.

Sexto, por el final. Joder, con el final. Uno de los finales más impactantes de la historia del cine. Un final sin concesiones para la galería. Un final de antología que será estudiado por las generaciones venideras como ejemplo de rotundidad y sobrecogimiento. Un final que, pasado un buen puñado de horas desde su visionado, aún no me lo creo. Un puñado de fotogramas que se quedan impresos en la mente del espectador a sangre y fuego.

Sexto, en pocas palabras más: porque estamos ante una de las películas más alucinantes del año. Memorable. Grandiosa y espectacular. De visionado obligatorio.

Valoración: 9

Lo mejor: todo. Especialmente, la actualidad y valentía de su propuesta y, por supuesto, el antológico final.

Lo peor: algún tentáculo y una levísima bajada de ritmo, en la parte central de la película. Apenas nada. Apenas perceptible.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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PD.- Otra reseña de La Niebla, muy interesante, la de J.P. Banco en nuestra página hermana de Séptimo Vicio.