LA MIRADA DE ÁFRICA

La columna de hoy viernes de IDEAL, dedicada a mis compañeros de viaje, los que ya hemos hecho y los muchos que están por hacer. Va por ustedes, lobos y aldeanos, los veteranos y los nuevos.

 

Ha querido la casualidad que estos días coincidan, abiertas al público, dos exposiciones fotográficas de temática parecida: una mirada hacia y desde África. Y en ambas he tenido participación, de forma más o menos directa, al haber estado en varios de los viajes en que se hicieron las fotografías.

 

Una es la de Alicia Núñez, que está siendo todo un éxito y que se puede visitar en el Centro Cultural Puerta Real de CajaGRANADA. De ella, aunque haya otras fotos más espectaculares, me quedo con las realizadas en Etiopía y Tanzania. Sobre todo, con la de Toro y otras dos niñas Hammer que, para mí, representan el futuro de África, la ilusión y la esperanza, pero también el miedo y la incertidumbre.

 

La exposición de Alicia, que ya ha sido visitada por miles de personas, es de una calidad técnica impecable y muestra una mirada limpia hacia los rostros de los habitantes del continente más pobre de la tierra.

 

La otra exposición, «De Dakar a Saint Louis», colectiva, está conformada por las imágenes que un grupo de viajeros tomamos a lo largo de nuestro periplo por Senegal. Fotografías de unos aficionados que, sin más pretensión que la de mostrar lo que íbamos viendo en nuestro viaje, se pueden visitar en la acogedora calidez de La Tertulia, ese impagable e imprescindible garito de la calle López Mezquita tan cargado de historia y simbología, auténtico dinamizador cultural de nuestra ciudad.

 

Cuando buscaba un título para esta columna, una palabra era obligatoria: mirada. Porque el común denominador de estas dos exposiciones es precisamente ése, el de la mirada. Una mirada en dos sentidos y dos direcciones. La primera, por supuesto, es la mirada del fotógrafo hacia África, sus paisajes, sus curiosidades, su especial idiosincrasia, su colorido. Es una mirada descubridora y sorpresiva de una realidad que, estando ahí al lado, nos resulta abismalmente ajena.

 

Pero hay otra mirada, más profunda e intensa: la que las personas retratadas devuelven al espectador. Son miradas que hablan, que cuentan cosas. Son miradas que, si bien te cautivan, también provocan que te hagas preguntas y te cuestiones algunas teóricas certezas.

 

Y ahí es donde radica el auténtico interés de una exposición como ésta: en el cariño con que los viajeros intentamos captar las vidas cotidianas de algunas de las personas con las que nos cruzamos en esos caminos perdidos de África que glosara Javier Reverte. Voluntariosos y aficionados intentos de mostrar estampas que nos hablan de un África dura, pero también alegre y esperanzadora, luminosa, optimista.

 

Si tienen un rato, déjense caer por La Tertulia y, tomando un café, una cerveza o una infusión, sumérjanse tranquilamente en la voluntariosa ruta que, uniendo Dakar y Saint Louis, pretende acercarnos a un país tan hermoso como Senegal, a sus paisajes, a sus mercados y, sobre todo, a sus gentes.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.