JOHN ADAMS

La columna de hoy de IDEAL vuelve a mostrar que la tele puede ser de lo más ilustrativa y educativa…

Su efigie no ocupa ninguno de los billetes estadounidenses ni su rostro está esculpido en el Monte Rushmore. Aunque fue el Presidente de los Estados Unidos que ocupó el cargo entre Washington y Jefferson, participando activamente en la redacción y aprobación de la Declaración de Independencia y Constitución estadounidense; John Adams es uno de los presidentes yanquis más desconocidos de la historia.


Por eso me ha resultado especialmente grato ver la miniserie que la cadena HBO ha dedicado a Adams, un hombre íntegro, trabajador, vanidoso, egocéntrico y profundamente comprometido. Muchas veces hemos comentado que el mejor cine del siglo XXI lo están haciendo las televisiones. De la Fox a esta HBO cuyos guionistas nos traen historias y personajes complejos, duros, ásperos, malhablados y violentos. Series repletas de sangre, sudor y lágrimas. De los Soprano mafiosos a los peleones Hermanos de Sangre, pasando por los pistoleros de Deadwood y los libertos de Roma.

Lo mejor de las series históricas de la HBO es que sus guionistas nos cuentan episodios de un pasado más o menos lejano, pero con la vista siempre puesta en la actualidad más reciente. Si todo el diseño de producción de “Roma”, con sus grafittis urbanos por doquier, nos recuerda a las megalópolis del siglo XXI, “John Adams”, contando la génesis del sistema político estadounidense, nos habla de la política norteamericana de aquí y ahora.

Tenemos, por un lado, la siempre tensa dialéctica entre el poder federal y la autonomía de los estados. Por otro, las celeras y puñaladas traperas entre candidatos… de la misma cuerda, con la presión de los tabloides y medios de comunicación en el día a día de la política.

A través de Adams entendemos la extrema importancia que juega el papel de la Primera Dama en las decisiones del Presidente o la poca relevancia de la Vicepresidencia, “el cargo más insignificante de la historia.” Y es que esta serie de televisión está cuajada de perlas como: “Cuando se disfruta del poder, es muy difícil dejarlo”. “Un buen diplomático observa mucho, actúa poco y habla con suavidad”.

Y, teniendo en cuenta que Adams no permitió que su recién nacido país interviniera en la guerra anglo-francesa, aguantando estoicamente el acoso de la prensa, le oímos frases como éstas: “La guerra nunca es inevitable. Sólo es el último recurso. ¡Cuán grande sería la culpabilidad de una guerra innecesaria!”

Después, cuando en pro de la seguridad nacional se limitan las libertades constitucionales, escuchamos al Presidente sostener que un gobierno del miedo no es un gobierno digno y, más adelante, cuando pierde la reelección por su neutralidad militante, se defiende con otra sentencia magistral: “Mantenerme en el poder con sangre en mis manos no habría sido una victoria. Nunca podrán acusarme de haber llevado el país a una guerra ruinosa”. ¿Nos suena? Sin olvidar otra clarividente opinión: “Desapruebo la especulación: permite rodearse de lujos con las propiedades de los demás.”

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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