JOGOS DE GUERRA

El 8 es sinónimo de suerte para los chinos. Por eso, las olimpiadas empezaron a las 8 del 08/08/08. Y, casualmente, esta bitácora cabalga hacia la visita 88.888. ¡Suerte para todos!
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Qué imagen tan tétrica y difícil de asumir, la de Putin disfrutando en la inauguración de las Olimpiadas, mientras los ejércitos de Rusia pasaban a sangre y fuego a cientos, miles de georgianos, en los convulsos territorios del Cáucaso. En vez de tregua olímpica, los ex soviéticos han aprovechado los Juegos para desencadenar una nueva versión regional del infierno en la tierra.


Ya ocurrió en 1992, con las Olimpiadas de Barcelona y la guerra de los Balcanes. Como si la historia se empeñara en repetirse, mientras los espectadores disfrutamos de las proezas deportivas, veinticuatro horas al día, a través de las pantallas de televisión; un conflicto armado de carácter nacionalista, étnico, religioso y, sobre todo, geoestratégico, lleva la muerte y la destrucción a una parte del mundo que, de repente y por desgracia, salta a la primera página de los periódicos.


Lugares tan supuestamente remotos como Osetia, Georgia, Abzajia, Ingusethia o el Alto Karabaj nos traen ecos de materias primas y conflictos fronterizos, de minorías étnicas y religiosas, fronteras interesadas, gaseoductos transcontinentales y salidas al mar. ¿Derechos humanos? No. Cuando se trata de petróleo, los derechos humanos pasan a un segundo (o tercer, o cuarto) plano.

Mientras Estados Unidos y Rusia siguen golpeándose con los coletazos de la Guerra Fría, Europa parece haber reaccionado con celeridad y Francia, que ocupa la Presidencia de la Unión este semestre, ha puesto toda su diplomacia al servicio de un alto el fuego que, de momento, parece haberse alcanzado. A ver lo que dura. Y la ONU, como siempre, apagada o fuera de cobertura.

¿Quiénes son los buenos y los malos en este conflicto? Pues depende. Todos. Ninguno. Pareciera que, al no estar Bin Laden y Al Qaeda de por medio, no supiéramos cómo posicionarnos o qué opinar sobre el conflicto, más allá de lamentarnos por la suerte de las víctimas inocentes. ¡Menos mal que nos queda China, para lavar nuestra conciencia progresista!

En las últimas semanas, a medida que se acercaba el 08/08/08, han arreciado las críticas hacia China, el COI, la decisión de organizar los Juegos en Pekín y, últimamente, incluso hacia los jugadores, por tomar parte en los mismos. Nunca he sido partidario de separar lo político de lo deportivo. De hecho, pocas cosas más vergonzosas que ese consejo a los deportistas de que no hablen de política o de cuestiones sociales. Toda la vida criticando el raulismo dialéctico del “Sí bueno. Lo hemos dado todo, pero el fútbol es así” y ahora que algunos atletas parecen más receptivos al mundo que les rodea, les mandan callar. Imperdonable.


La de China es una dictadura férrea, oprobiosa y terrible. Una dictadura que ha pasado, sin solución de continuidad y a una velocidad de vértigo, de un supuesto comunismo al capitalismo de estado más feroz, en la que las castas partidarias y partidistas lo son todo. Ahora bien, el hecho de que se celebren las Olimpiadas en Pekín, ¿tiene alguna repercusión o influencia en la sociedad china y en sus rectores políticos? Cuando se concedió la organización de estos Juegos al país asiático, se hizo bajo la suposición de que dicho evento contribuiría a la normalización democrática del país.


No ha sido así. Sin embargo, los Juegos, con la parafernalia del accidentado recorrido de la antorcha olímpica incluida, están sirviendo para arrojar mucha luz a las contradicciones del represivo sistema chino que, sin el escaparate de las Olimpiadas, estaría cometiendo, posiblemente, más desatinos contra sus ciudadanos. Tanto Steven Spielberg y su renuncia a trabajar en la jornada de inauguración por el apoyo chino al régimen genocida de Darfur; como Reporteros Sin Fronteras, Amnistía Internacional y demás asociaciones están aprovechando el pebetero olímpico para exigir las deseables y anheladas cotas de democracia, libertad y transparencia en el gigante asiático.


Lo que no parece de recibo es, sin embargo, que botarates como el Bush de Guantánamo, Irak y su Justicia Infinita acudan a Pekín a hablar de derechos humanos. Siempre me ha resultado muy significativo que, quiénes ahora defienden el boicot a China, nunca hayan opinado lo mismo de las Olimpiadas yanquis, en los años del genocidio que, bajo su tutela e inspiración, se cometió en tantos y tantos países de América Latina, por ejemplo.


Así las cosas, mientras tenemos concentradas en Pekín nuestras dos miradas: la deportivo-fascinada-admirativa por un lado, y la responsable-hipercrítica por otro; los rusos y los americanos se enzarzan en la guerra de Georgia, los kurdos matan a ocho soldados turcos, el primer ministro tailandés, acusado de corrupción, se exilia en el Reino Unido y, por supuesto, miles y miles de africanos se siguen muriendo de hambre y sed todos los días.

¿Es realmente un escándalo lo de Pekín 2008? Posiblemente. Pero, por desgracia, no es sino otro más en una larga serie de agravios e indecencias internacionales que demuestran que, por desgracia, el hombre no sólo es un lobo para el hombre, sino también una hiena y hasta un buitre carroñero de la más baja estofa.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.