Jesús Conde: de recuerdos y sueños

La primera vez que lo vi, pensé que podía ser Granada. Pero no. No lo es. Aunque podría serlo. ¿Por qué no?

Jesús Conde, autor del cuadro, me dice que es el Funduq de los Andaluces y que se encuentra en Marruecos, concretamente, en la ciudad de Fez.

Entro en Internet, buceo, busco, comparo… Y sí. Claro que es. O que puede ser. El Funduq de los Andaluces. Aunque también puede que no lo sea. Al menos, que no sea exactamente así como es.

Porque las cosas, los lugares, los objetos; ya no son lo que eran. Excepto en nuestra cabeza, en nuestra imaginación, en nuestros sueños, en nuestros deseos.

Cuando contemplo, admirándolo, el cuadro de Jesús me dan ganas de volver a Fez y buscar el lugar en que se encuentra el Funduq. O lo que queda de él.

Hace unos años, en la Medina de Fez, viví uno de los momentos más intensos en mi existencia viajera, recorriendo durante horas y horas sus callejones, recovecos, cafetines, mezquitas, baños y comercios; perdido en el fragor casi medieval de un barrio que es un mundo en sí mismo, un universo completo, suspendido en el tiempo, en el que las mercaderías se transportan en burro y el paso se pide a voces. O a golpes y encontronazos.

Pocas veces como en la Medina de Fez he estado menos en un lugar físico y concreto que en una pura abstracción, en un universo onírico, metafísico.

Entonces recuerdo el discurso que Jesús Conde pronunció con motivo de su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de Granada, titulado “Los objetos melancólicos”, y que incluye el siguiente párrafo:

“La melancolía, “esta forma placentera de estar triste” decía Víctor Hugo, es un sofoco del espíritu que afectará a generación tras generación, y Occidente persigue desde hace veinticinco años. Los viajes y cuadernos de apuntes que dibujaron las ciudades perdidas, las cajas que guardamos de niños, los tesoros de los piratas, las tiendas de antigüedades, los mercadillos de viejo, escuchar boleros, buscar en la madrugada el duende del flamenco es a fin de cuentas un estado de ánimo entre “el ombligo y la lágrima” ya que no hay melancolía sin memoria, ni memoria sin melancolía. Ella crea el sentimiento habitual de nuestra imperfección, esa enfermedad de los héroes, la tristeza sin causa. ES LA LUZ DE LA SANGRE.”

Se puede viajar de muchas formas y de muchas maneras y cada persona, en cada viaje, busca cosas distintas. Y, si el viaje es bueno, encontrará cosas diferentes, también, a las que buscaba.

Una de las formas posibles de hacer un viaje, inmóvil, es a través de la ensoñación.

“El Funduq de los Andaluces” es precisamente eso: una invitación al viaje, una ensoñación, una metáfora pictórica de lo que es, de lo fue y de lo pudo llegar a ser.

Me gusta tumbarme en el sofá, cuán largo soy, y contemplar el Funduq. Cerrar los ojos y dejarme llevar por los recuerdos que no sabes si son sueños.

Por los sueños que te gustaría que fueran recuerdos.

Para eso es el arte, ¿no?

Jesús soñador Lens

¿Qué soñábamos, anteriores 13 de enero en los que no era viernes? 2009, 2010 y 2011