En las entrañas de la creación

Este artículo que publico hoy en IDEAL es una continuación apócrifa de ese otro que dejo ahí reseñado… A ver qué te parece:

Publicaba hace unos días un artículo sobre la gente interesante que, además de hacer cosas, servía de inspiración a los demás, al convertirse en estímulo y acicate para la creatividad ajena. Al hablar de la importancia que frecuentar a esas personas tiene en nuestra vida, hay quien ha pensado que el camino hacia la creación se recorre a través de un incesante cúmulo de salidas, callejeo, cafés y Milnos: ¡a la iluminación a través del embarramiento!

 Alhambra 1925

Y nada más lejos de la realidad. Porque la vida bohemia, que literaria y cinematográficamente da mucho juego; creativamente no suele dar rédito alguno. Ya lo decía Picasso: cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando.

 

Crear es un acto profundamente solitario, además de resultar duro, exigente y, muchas veces, ingrato. Ver tu cuadro expuesto, tu libro publicado o encontrarte frente a un público que quiere verte y escucharte supone un previo trabajo ímprobo, oscuro y silencioso, que demanda tenacidad, empeño, constancia y renuncias. Muchas renuncias.

 

Como el jugador de baloncesto que encesta el triple decisivo al final del partido o el velocista que gana la medalla de oro en una carrera de menos 9 segundos. Las horas de entrenamiento, las rutinas de tiro, las lesiones, la alimentación, los horarios… todo ello se encuentra en la parte del iceberg que no se ve. La alejada de los focos y la atención mediática. Y la más voluminosa, por supuesto.

 marcgasol

Lo tengo muy dicho: buena parte de mis mejores artículos, cuentos e ideas los trazo mientras voy corriendo. Igual que los peripatéticos de Aristóteles, a mí, la actividad física me estimula sobremanera. Como las barras de los bares y la filosofía servilletera.

 

Pero luego hay que sentarse. Y dejarse los riñones, las yemas de los dedos, los ojos y hasta las pestañas; luchando contra el teclado. Es entonces, calzado con las pantuflas y pinchando un buen disco, encerrado en ti mismo, cuando verdaderamente entra en juego la inspiración. El trabajo duro, o sea.

 

Porque ideas las tenemos todos y, como acertadamente sostiene Colin Bertholet, “Tener ideas es un paraíso. Ejecutarlas es un infierno”. La inspiración, la definamos como la definamos, es trabajo. Y punto. Trabajo duro, constante y machacón. La inspiración es prueba y error. Es romper, tachar, borrar y tirar para volver a empezar.

 

Ese al que llaman Genio, puede que se encuentre dentro de una lámpara maravillosa. O en el fondo de una botella. Pero es más fácil dar con él a través de ciertos conjuros que, de mágicos, tienen francamente poco: aporreando los teclados o los cueros sin cesar, poniéndose de pintura hasta los ojos, pasando un frío horroroso al rodar en exteriores o acabando todo acalambrado, al esperar el momento decisivo para disparar una fotografía.

 Genio

Por eso me gustó tanto descubrir el significado del nombre de una fantástica editorial volcada en el mundo digital: Musa a las 9. Tal y como nos contaba Beatriz, es justo a las nueve de la mañana, cuando comienza la jornada laboral, que llegan las musas. Y ahí siguen todo el día, más o menos revoltosas y juguetonas, enredando. Mientras los cuerpos aguanten. Hasta que llega la hora de apagar la luz.

 

En Twitter: @Jesus_Lens