El reposo de la guerrera

Hace unos días publicamos este cuento. Muy criticado. Hoy volvemos sobre “Volver”, con esta segunda parte…

El mejor momento del día era, sin lugar a dudas, cuando abría la puerta de casa y, sin que le diera tiempo a sacar las llaves de la cerradura, el vencedor de la carrera entre Andresito, Lorenzo y Payaso, el cocker de la familia, se le echaba en brazos.

Por eso se demoraba, cuando el ascensor la dejaba en el rellano del piso, en sacar las llaves del bolso, haciendo ruido, y tiempo, permitiendo a sus amores que se abalanzaran sobre ella y la masacraran con sus besos, abrazos y ternura.

Cuando conseguía desembarazarse de todos ellos y se quitaba el abrigo, que dejaba colgado junto al bolso, en el perchero de la entrada, María solía acercarse a la cocina donde Loren, su marido, preparaba religiosamente la cena.

A Loren le gustaba cocinar. Y beber una copa de vino mientras lo hacía. Cuando llegaba María, antes siquiera de que fuera al dormitorio a cambiarse, llenaba otra copa para ella y brindaban. Sin que hubiera motivo o razón para ello. Porque sí.

Aquella noche, sin embargo, fue distinta.

Sin pasar por la cocina, María entró directamente en el baño.

Esa tarde se había quedado insólitamente dormida en los brazos de Ramiro y, con las prisas, no le había dado tiempo a ducharse por lo que aún llevaba impregnado el aroma de él en lo más recóndito de su cuerpo.

Jesús Lens