El Gran Gatsby

Ganas me dan de abrir y cerrar esta reseña en plan twitter. ¡Y en menos de 140 caracteres, oiga!: “El Gran Gatsby: mucho ruido y pocas nueces”.

Y punto final.

Gran Gatsby

Pero sería demasiado fácil. Y a mí no me gustan las cosas fáciles.

¿Qué es lo mejor de la última película de Baz Luhrmann? Para mí, lo mejor no es el diseño de producción, tan fastuoso como falso e inverosímil. Ni esa banda sonora tan supuestamente revolucionaria en la que se dan la mano el jazz de antaño con la vanguardia más contemporánea. Para mí, lo mejor de “El Gran Gatsby” son los pasajes de la novela original que recita la voz en off del personaje interpretado por Toby Maguire.

O sea que lo mejor de una de las (teóricas) grandes películas del 2013 es lo que ya había escrito Francis Scott Fitzgerald hace casi un siglo. Así las cosas, ¿era necesario este viaje para acabar leyendo de aquellas alforjas? Posiblemente… sí. Porque gracias al estreno de la película, el novelista y cuentista ha vuelto a ponerse de moda. O, al menos, ha vuelto a aparecer en las páginas de cultura de los medios de comunicación y sus libros han encontrado nuevas traducciones y reediciones.

Gran Gatsby Maguire

¿Has leído “El Gran Gatsby”? Yo no. Pero, tras ver la película, me dieron ganas. Al menos, me dieron muchas ganas de leer a Scott Fitzgerald. Algún cuento. O “El crack up”, por ejemplo. O “Suave es la noche”. Y ya, solo por eso, tenemos que dar por bienvenida una película que, por lo demás, no me ha gustado excesivamente. Y eso, siendo benevolente.

¿Qué carajo le pasa a Leonardo Di Caprio? Con la carrera tan extraordinaria que llevaba, desde el ridículo que hizo a las órdenes de Clint Eastwood en una de las películas más frustrantes de los últimos años, “J. Edgard”; no levanta cabeza. En “El Gran Gatsby” está tan afectado y resulta tan falso todo lo que hace y todo lo que dice que, además de no creerte nada, con cada aparición en pantalla roza el ridículo más esperpéntico. Solo mantiene el tipo cuando surge de espaldas, velado, casi, casi invisible.

¿Y Carey Mulligan? ¿Qué pasa con esa chica, que tan inocentemente atractiva, sugerente y excitante se nos aparecía en “Drive”? En la película de Luhrmann parece haber perdido todo su carisma y carece de todo atractivo. El único que da la talla es Maguire, desde el principio hasta el final. ¡Menos mal! Si no, los 143 minutos de película habrían sido absolutamente inaguantables.

Ni que decir tiene que lo mejor de la película llega hacia el minuto 140, justo antes del The End y los títulos de crédito, cuando el narrador cierra la película con las mágicas y evocadoras palabras de Fitzgerald: “Y así seguimos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado”.

Esta nueva versión de “El Gran Gatsby” es desaforada, abusiva, desmesurada y bastante insoportable, la verdad. ¡Y menos mal que no la vimos en 3D! Por supuesto que tiene secuencias muy vistosas y aparentosas, pero la forma devora al fondo de la historia, los personajes no transmiten calidez alguna y, como diría Reth Butler acerca de sus cuitas y avatares, “francamente, cariño: me importan un pimiento”.

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