El cine: una revolución permanente

Hace unos días comentábamos el sinsentido del precio unitario de las entradas. Hoy, leyendo una entrevista con Ang Lee, que estrena nueva película, filmada en 3D, me encontraba con sus reflexiones sobre lo difícil que es utilizar bien esa nueva tecnología, todavía en pañales y aquejada de una terrible precariedad de medios técnicos.

En la entrevista se habla de “El Hobbit”, también filmada en 3D, pero a una velocidad el doble de lo normal: 48 fotogramas por segundo, en vez de los 24 habituales.

 

En realidad, es poco probable que dicha versión llegue a la mayoría de los cines. A los españoles no, desde luego. Pero el hecho es que se sigue innovando en el mundo del cine. Las cosas cambian, pero los precios solo suben 😉

Hace poco veía un documental en que Keanu Reeves interrogaba a lo más granado del cine actual sobre la tecnología digital y la posible muerte del celuloide. Un nuevo cine que cabalga a caballo del desarrollo tecnológico y de cámaras cada vez más pequeñas, pero más potentes y de mayor calidad.

 

Desarrollo tecnológico que, a la vez, provocó revoluciones estéticas, como el movimiento Dogma.

¿Favorece el cine digital una democratización del arte cinematográfico, al abaratar los costes y permitir a mucha más gente rodar sus películas?

A la vez: ¿supone el formato digital una merma en la calidad cinematográfica de las películas que se hacen en Hollywood y alrededores?

Al principio, ver en el cine películas digitales era un sufrimiento. ¡Aquella textura era muy desagradable! ¡Aquello no era cine! Después, mejoró la técnica. Y las salas se adaptaron. Ahora, ver una película en el cine en una pantalla estratosférica, con esta nueva calidad de imagen, es una gozada. Buena parte de el éxito de “Lo imposible” puede estar, precisamente, en que te sientes brutalmente arrastrado por el tsunami, sentado en tu asiento. El cine, así, es una experiencia más física, más impactante, más arrolladora.

 

O la estética que Michael Mann imprime a sus películas. Sobre todo, a las tomas nocturnas. Su irrealidad es una opción con la que se podrá o no comulgar, pero que resulta diferente.

El sonido, el color, las panorámicas, la definición, la digitalización, la tridimensionalización (¿recordáis esta discusión?)… el cine cambia y evoluciona.

¿Avanza?

Ahí entramos en el terreno de la discusión. Pero lo cierto es que estamos asistiendo a una revolución de lo más interesante que permite disfrutar de películas como “The Artist” o “Blancanieves” y su reivindicación de lo esencial y lo primigenio y, a la vez, de “Avatar”, “La invención de Hugo” o la inminente “El Hobbit”.

 

Un diálogo feraz en el muchos, a buen seguro, reivindicarán el clasicismo de Ford, por ejemplo. Cuando Ford fue muy criticado, en su momento, por la forma de situar la cámara para filmar algunos paisajes, rompiendo con el modelo clásico e imperante hasta entonces.

Lo importante, eso. Que el cine se mueve…

Jesús Lens

Ahora, a ver el 11 del 11 de 2011, 2010, 2009 y 2008