Crear para hacer la vida mejor

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Lo decía la documentalista Natalia Díaz. Casi lo suplicaba y nos exhortaba: creadores, fotógrafos, pintores, escultores, cineastas, escritores… ¡tratad de hacer la vida un poco mejor, a través de vuestro trabajo!

 Natalia Díaz

Este debate, el de la utilidad del arte, acompaña al hombre desde que, en las cuevas rupestres, alguien empezó a dibujar bisontes, ciervos y cazadores. Leo en “La elegancia del erizo” un párrafo sobre el tema: “¿Qué hace el arte por nosotros? Da forma y hace visibles nuestras emociones y, al hacerlo, les atribuye este sello de eternidad que llevan todas las obras de arte”.

 

Natalia hizo la declaración con la que arrancaba esta columna en el marco de una mesa redonda que llevaba como título “El oficio de contar como herramienta para el cambio social”, dentro de las jornadas “Comunica tus derechos”, celebradas en Granada estos días y organizada por la Asociación Solidaria Andaluza de Desarrollo (ASAD)

 ASAD

El mundo, por fortuna, está repleto de historias por contar y de personas y colectivos ansiosos por hacerlo, dotados del genio, el talento y la formación necesarios para conmover y emocionar. El mundo, por desgracia, también rebosa de lacerantes situaciones de injusticia, dolor y sufrimiento. ¿Pueden, los creadores, ser ajenos a todo ello? Hace unos meses, en una larga conversación con Juan Madrid, uno de los padres de la novela negra española, ambos conveníamos en que el simple hecho de novelar y contar la realidad ya es un acto revolucionario en sí mismo. Sobre todo, aquí y ahora.

 

Venimos de años y años de una banalidad sin límites. Hasta que la crisis nos ha explotado en la cara. Tiempos en los que el entretenimiento era sinónimo de estulticia y alienación, de embrutecimiento salvaje y fomento del cretinismo más desaforado. De hecho y al grito de “un millón de moscas no pueden estar equivocadas: come mierda”, aún quedan resabios de aquella época en determinados canales de televisión.

 Millón de moscas

Pero cada vez existe un mayor convencimiento sobre la necesidad de contar historias que sirvan para algo, que ayuden a mejorar la vida de las personas, como defendía Natalia; que contribuyan a hacer del mundo un lugar algo mejor. Y a comprenderlo, por supuesto. Porque saber lo que pasa es el primer paso para tratar de cambiar las cosas.

 

Ojo. Eso no está reñido con el entretenimiento. Ni con la necesidad de contar las historias con ritmo y brillantez. Porque un pestiño de documental, un ladrillazo de reportaje, una mala fotografía o un libro plúmbeo; por muy buenos, interesantes y trascendentales que sean sus contenidos, terminarán por no llegar a nadie, por no tener el más mínimo impacto y, desde luego, por no alcanzar ese sello de eternidad del que hablaba la protagonista de “La elegancia del erizo”.

 Encuadra

¡Creadores del mundo, uníos! Y poned vuestro talento, esfuerzo e ilusión al servicio de la consecución de una sociedad más justa, más igualitaria, más pacífica, más hermosa.

 

En Twitter: @Jesus_Lens