Confianza y credibilidad periodísticas

Pues sí. Efectivamente. Por mucho que algunos madrugadores amigos del Facebook ironicen los fines de semana cuando twitteo que voy camino de “El Madero” para mi ración diaria de café & periódicos, diciendo que vale por el desayuno, pero que me olvide de la prensa; el hecho es que soy un adicto al periódico de papel.

Y, aunque en Comunicación los tenemos todos, yo sigo comprando mi ejemplar, en el kiosco, los días de diario, hasta el punto de que rechazo las ofertas de Pedro o Jose de subirme a sus coches y llegar más rápido al trabajo. Me acerco hasta el kiosco de enfrente de los Salesianos y me llevo puestos un par de diarios que, después, desmenuzo sobre la mesa del despacho, tijera en mano.

Los recorticos de los que otras veces hemos hablado. Esos recorticos que deben enervar a Paqui y que, a veces, a mí mismo me provocan ansiedad.

He probado a escanear o a archivar en formato Word los artículos y reportajes que más me gustan de los periódicos. Pero da igual. Lo que no guardo recortado o anotado en mis cuadernos, negro sobre blanco, es como si no existiera.

Sí. Los periódicos tienen un mucho de ritual para mí. Y un día es difícil que sea bueno si no lo comienzo hojeando un periódico.

De todo ello hablaba hace unos días con Juan Luis Tapia. Y, esta mañana de sábado, podíamos leer en IDEAL el contenido de la entrevista.

Paradojas: tú lees esto en pantalla mientras yo defiendo la lectura de papel.

No pasa nada. Lo importante, siempre, es leer. Además, seguro que no llevas leyendo más del minuto y medio o par de minutos que permite la lectura en pantalla. Al menos, la lectura concentrada.

¿Por qué, si no, ponemos en los mails eso de que “antes de imprimir, comprueba que el contenido de este mensaje es realmente importante”?

Jesús empapelado Lens