CLAXTON

“Antes quedábamos el músico y yo. Conocía su trabajo y le pedía que se fiara de mis instintos. Ahora debo contar con el director de arte, el manager, el abogado, el directivo de la discográfica, el maquillador, el estilista… Sencillamente dejó de ser divertido.”


Entonces, Claxton dejó de fotografiar a esos músicos que ponían distancias entre su figura y el objetivo privilegiado de una cámara singular. Porque William Claxton, fallecido hace unos días, cuando estaba a punto de cumplir los ochenta y un años, no fue un fotógrafo cualquiera.

Además de haber sido un afamado, reclamado y reconocido retratista de lo más granado de Hollywood, Claxton se hizo famoso por contar, a través de sus imágenes, la historia del jazz más caliente de los Estados Unidos.

Si se fijan ustedes en la Margen Derecha de esta Bitácora, se darán cuenta de que, en el apartado de “Leyendo libros bellos”, desde hace varias semanas figura el “Jazz life” editado por Taschen.

“Jazz life” es un viaje fotográfico por ese jazz del que hablábamos antes. Los trompetistas más cool y las bandas más calientes del Nueva Orleans se dan la mano en un libro de tamaño colosal, que, para ser consultable, requiere del apoyo de una sillita africana, que utilizo a modo de atril. El libro, en una palabra, pesa del orden de cinco kilos.

Cuando pasen por casa, se lo encontrarán nada más cruzar la puerta. Item más, si se fijan ustedes, a izquierda y derecha de la diminuta entrada tengo cuatro fotos, firmadas por el autor. Hermosas, evocadoras, muy especiales. Ray Charles, una banda callejera de Nueva Orleans y un saxofonista ensimismado en su arte, en un expresivo blanco y negro, dan la bienvenida a quien entre en mi refugio y morada.


“Jazz life” es un libro que es un tesoro. Además de las fotografías de música y músicos, Claxton contextualiza el tiempo y el lugar en que se desarrollaba la actividad artística del momento, las contradicciones y tensiones sociales, los paisajes, etcétera. Y sus fotografías rezuman realismo documental por los cuatro costados: edificios, autobuses, callejones, bares… porque el jazz es, fue la música popular. La música de la gente de a pie. La música de la calle.


Como si de un naturalista se tratara, Claxton se integraba en la vida de los músicos, camuflándose, hasta hacerse invisible. Entonces y sólo entonces, cuando no sólo era un testigo invisible, sino también un amigo y un cómplice, desenfundaba su cámara y empezaba a disparar. “Jazz para los ojos”, lo llamaba él. No es de extrañar, pues, que diversos músicos le dedicaran temas como “Clicking with Clax”, “Sound Claxton” o “Claxography”.

Por eso, el “Jazz life” de Claxton, además de una belleza sin igual, es un preciso y precioso documento que trasciende lo puramente musical para convertirse en un documento de culto sobre un tiempo que ya no volverá. Un testimonio en imágenes sobre una forma de entender la existencia en que no había fronteras entre la vida y el arte.

La muerte de Claxton supone, pues, un nuevo punto y final en una parte de nuestra educación sentimental que, por desgracia, hoy está un poquito más huérfana que ayer. Descanse en paz, Claxton, pero siempre acompañado por ese Be bop que tanto le fascinó.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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