RAZONES PARA VIAJAR A ÁFRICA: EL ARTE

El otro día hablábamos de África y sus mujeres, que la hacen salir adelante con su trabajo cotidiano. Pero en África también hay artistas. Si mundialmente conocidos son sus músicos, sus percusionistas y danzarines, también hay escritores, cineastas y artistas plásticos de las escuelas más diferentes.

Personalmente, me gustan las máscaras de madera y las ventanas. Tengo bastantes, en casa, por todos sitios.


Ésta me cautivó desde que entré en la tienda de St. Louis en que estaba expuesta. Y se me notó. Y, por eso, el dueño de la tienda me cobró un pastón por ella. Pero da igual. Un capricho es un capricho y ahí está, colgado en la pared de casa, este mascarón de la escuela del Gabón.

Y es que en esto de las máscaras y el trabajo en madera, los africanos son únicos. Por ejemplo, esta figura, en el exterior del museo de Dakar, tallada directamente sobre la madera de un tronco de árbol.


Y la escritura. Para los musulmanes, la caligrafía es un arte, además de una forma de comunicación. En el museo de Dakar tuvimos el privilegio de disfrutar de una exposición con los mejores trabajos de los más reputados calígrafos del momento y ésta es una buena muestra, de escritura sobre cuero.

Y después está Sakho, uno de los más conocidos artistas senegaleses. En St. Louis, en un Centro de Estudios francés, además de una nutrida biblioteca y una agenda de actos culturales y eventos festivos, había una exposición de artistas del país. Tuvimos la suerte de poder comprar algunas de sus obras. Como éste Sakho que Sacai y yo tenemos en nuestro dormitorio y que, aún sin creer en supercherías, es verdad que nos ha aportado unas vibraciones muy positivas a la habitación, como si el Feng Shui se hubiera africanizado.

Pero ¿quién es Moussa Sakho?

Dejo estas palabras, sacadas de Internet y traducidas del original francés, con todo cariño, por Magalí, siempre atenta a estas peticiones de ayuda y colaboración.

Moussa Sakho
El arte del «souwer» al servicio de los hombres.

Moussa Sakho vive en la Isla de Goreé, símbolo de la opresión de los negros durante siglos. Aquí, vive y trabaja en un pequeño estudio llamado «Car Rapide» (coche rápido), en alusión a los taxis que surcan Senegal y que a veces son autenticas obras de arte, cubiertos de grafitis y amuletos de todo tipo que alejan la mala suerte y preservan a los pasajeros de la desgracia.

Moussaka Sakho, que ya ha entrado en su segundo medio siglo, hace un conjuro a la mala suerte a través de su obra. Tal y como me confesó hace unos días, Moussa ama la vida y las gentes. Para ellas pinta y trabaja, para hacerlas más felices allí donde se encuentren. ¿Artista? No, Moussa no reivindica ese título, al menos con la acepción occidental del término. «Veo a través de los hermanos, de las hermanas, de todo el mundo, de todo un paraíso…»

Sus obras podrían calificarse de «utilidad pública», por su capacidad de apaciguar el dolor y la desgracia en la vida de aquellos que lo padecen y lo aceptan. Prueba de ello son los diferentes estudios que dirige Moussa Sakho para instituciones especializadas en el tratamiento de enfermedades mentales. Estos «sowers» nombre wolof para designar esta técnica específicamente senegalesa (llamada también «fijación sobre vidrio») que realiza Moussa Sakho ¿podrían tener virtudes terapéuticas? En cualquier caso, Moussa Sakho ha otorgado a este arte, una dimensión personal por la originalidad de las formas esbeltas de sus personajes de cuello desmesurado y por la composición mixta de los marcos, madera y metal que parecen proteger y aislar sus personajes de las amenazas externas.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

SER MUJER EN ÁFRICA

Tomo prestado el título de un esplendoroso libro de Manuel Villar Raso para poner breves palabras a unas imágenes que no necesitan de ellas para hablar alto y claro.
¿Se acuerdan de la sección sobre las razones para ir al Senegal y a África en general? Después de traer imágenes sobre los niños y aquél especial sobre la niña de la mella, hoy hablamos de las mujeres.

Empezamos por una fotografía que me gusta especialmente, por la belleza, la clase y la distinción que surge de esta señora, de espaldas. El vestido verde y el tocado a juego. La piel de ébano, sobre la que lucen los adornos dorados. Y el pelo, en pequeñas trenzas. Una palabra, BELLEZA.

Y ALEGRÍA. Al bajarnos del barco que nos llevaba a la Isla de Goreé, esta señora de porte distinguido esperaba unas mercancías que alguien llevaba en el buque. Entre que salía o no salía, era buen momento para echarse unas risas.

El FUTURO de África son sus jóvenes adolescentes, de niña a mujer, que diría Julio Iglesias. En África, las niñas tienen poco tiempo para disfrutar de la inocencia y la candidez de la infancia. Allí, aunque el tiempo parece transcurrir más despacio, en realidad, vuela. Sin embargo, todavía hay tiempo para disfrutar de un refresco y de un trozo de regaliz, charlando, curiosamente, con los guiris desteñidos que andan por la Isla de Goreé.

Los mercados son los centros neurálgicos de las ciudades y pueblos de África. Allí es donde todo se compra, todo se vende y todos se relacionan. El mercado, vital, colorista, bullanguero, ruidoso y, en algunas secciones, bien oloroso.


En el mercado, la mujer es la reina. Aunque le toque trabajar.


Esta foto se podría titular “Encarando el futuro con optimismo” y me gusta por la expresión de la niña, mirando el horizonte, y por su fastuoso vestido blanco con flores rosas. Una imagen de paz, serenidad y sosiego.

Esta chica se fue a dormir pasadas las doce la noche. A las siete de la mañana ya estaba dando los desayunos. Además, estaba a media mañana poniendo cervezas y a mediodía, los almuerzos. Horarios escandalosos. Pero, al menos, es un trabajo. Por la noche, además, bailaba y cantaba, con desenfrenada alegría. Y disfrutó como una niña con los trucos de MagoMigue. ¡Qué gran recuerdo nos dejó, ella también, de un viaje extraordinario!


Es el mejor reflejo de un África que lucha por salir adelante con orgullo y dignidad, a base de trabajo y esfuerzo, pero sin perder la sonrisa. En nuestra mano está el colaborar para que conseguir que ello sea posible. La pregunta es ¿cómo?

Jesús Lens, plumilla y fotógrafo, para lo bueno y para lo malo.

GEBRE: PEQUEÑO GRAN HOMBRE

Hay proyectos que, de tan ilusionantes, se retroalimentan a sí mismos con la fuerza de un volcán y uno de ellos es el ya conocido como El Proyecto Florens , que ha arrancado fuerte, con la historia de Haile Gebreselassie, a la que hemos titulado “Nacido para correr.”


Releyendo la historia de Gebre, a través de la evocadora prosa de mi alter ego y buen amigo José Antonio Corricolari, me resulta imposible evadirme de algunos momentos, vivencias y sensaciones provocadas por este pequeño gran hombre, cuya sempiterna sonrisa es la mejor carta de presentación, el mejor aval de una personalidad extraordinaria.

Me gustaría empezar mi semblanza íntima de Gebre en la noche de un mes de noviembre de hace ya algunos años. Acababa de llegar a la ciudad de Addis Abeba e IBERIA me había perdido la mochila. Cuando todavía era noche cerrada, un coche me llevaba al hotel. Y me quedé dormido. Un bache me despertó de golpe. Abrí los ojos y me llevé un susto morrocotudo al encontrar los márgenes de la carretera repletos de sombras que pasaban corriendo, a ambos lados del coche.

Foto Lens

¿Qué era aquello?

Atletas. Corredores.

Antes de que la primera claridad de la mañana hubiera roto por el horizonte, las calles principales de Addis ya estaban abarrotadas por centenares de personas que comenzaban la jornada calzándose unas zapatillas y echándose a correr.

Me quedé impactado. Porque, antes de llegar a Etiopía ya sabía que iba al corazón del Fondo mundial, a esa franja del Rift que es una verdadera factoría de extraordinarios atletas de fondo y medio fondo. Pero nunca me había imaginado que el atletismo, más que un deporte o una sana afición, fuese una auténtica religión, profesada con entusiasmo por miles de personas.


Foto Lens

Quiso la casualidad que, veinte días después, cuando terminaba mi periplo por tierras etíopes, me enterara de que el mismo domingo en que volvía a España, se celebraba en Adis una carrera popular contra el SIDA, organizada por el propio Gebre. Aunque no tenía unas buenas zapatillas para correr, sino unas de esas mixtas entre zapatilla y bota de montaña, con suela rígida, pensé que podría apuntarme a trotar un rato en una iniciativa tan encomiable.


Foto Lens

Utópico. El máximo de posibles registrados era de 12.000 atletas… y hacía varios días que se había alcanzado el tope. Aún así, y como la salida de la carrera me pillaba cerca del hotel, me acerqué a ver el ambiente. Y aquello era una cosa bárbara, tremenda y descomunal. Miles de personas atestaban las más populosas arterias de la ciudad.

Pero, y seguimos con las casualidades, mira por donde, de repente, se organiza un revuelo a nuestro lado. ¡Oh sí! ¡Es él! El pequeño Gebre en persona estaba a junto a nosotros, sonriendo a diestro y siniestro. Iba a dar la salida a su carrera, una carrera que resultó ser un puro espectáculo para los sentidos.


¡Oh, es él! El pequeño gran hombre en persona

Foto Lens

Volví al hotel y terminé de hacer el petate. Inmensamente entristecido por tener que regresar a casa después de un viaje tan largo y cansado como enriquecedor. Llegamos al aeropuerto y mientras íbamos hacia la salida de “Internacional”, un todoterreno negro aparcó junto a la puerta. Y de él se bajaron Gebre junto al altísimo Paul Tergat y los atletas kenianos que habían venido con Paul para participar en la carrera contra el SIDA.

Es lo que tienen los amigos. Que están cuando se le necesitan y Tergat apoya incondicionalmente a su rival y amigo. Una cosa llamativa: en el aeropuerto, todo el mundo trataba a Gebre con el mismo respeto que cariño. Por su puesto, no tuvo que presentar ningún papel para que le dejaran pasar y ayudar a sus colegas a pasar los bultos por el scáner y el control de pasaportes. Nada de ayudantes, chóferes ni mandangas. Hombre humilde, activo y colaborador, como cualquier persona, lleva a sus amigos al aeropuerto y les despide amablemente.

Es lo que tienen los grandes campeones. Que también son grandes personas. No es de extrañar, pues, que Gebre sea un mito en su país. Porque, aún habiendo ganado títulos mundiales y olímpicos y haber batido todos lo récords mundiales del fondo que se podían batir, el pequeño gran hombre se quedó en su país, Etiopía, invirtiendo su dinero en uno de los países más pobres del mundo, contribuyendo a generar riqueza para sus compatriotas.

Gebre es un ejemplo para su pueblo, un mito viviente en una sociedad que idolatra a sus atletas, un país en que a Bekele se le conoce, sencillamente, como Kenenisa. La etíope es una nación orgullosa de la que surgen extraordinarios atletas, en cuyo ascendiente Haile Gebreselassie, el pequeño gran hombre, juega un papel determinante.

Antonio Jesús Florens.

SENEGAL. ÁFRICA: LA NIÑA DE LA MELLA

Siguiendo con las fotos que nos ayudan a ver porque nos gusta África, subimos éstas tres, que van encadenadas.

Están tomadas en la ciudad de San Louis, una de las más bonitas, atractivas y elegantes que he conocido en África.

Habíamos llegado al barrio de los pescadores, gente orgullosa a la que no gusta que fotografíen. Nos bajamos de la calesa y comenzamos a andurrear por la zona, intentando que la peste a pescado no nos marease en exceso, confraternizando con los lugareños.

Nos acercamos a un grupo de mujeres y, cuando les pedimos permiso para retratarlas, empezaron a señalar a una de las niñas, entre risas y cachondeo.

Resultó que la niña estaba mellada y le daba vergüenza mostrar sus piños. Así que posaba para las fotos, pero cuidándose muy mucho de abrir la boca. Se mostraba tímida, insegura y avergonzada.

Hasta que, bromas van y bromas vienen, risas y charla; la pequeñuela se relajó y sonrió como sólo los críos inocentes pueden sonreír.

Y por eso me gusta tanto esta breve secuencia de imágenes.

Jesús Lens.

RAZONES PARA IR A SENEGAL (Y A ÁFRICA EN GENERAL): NIÑOS

Para hablar del Senegal, vamos a hacer una sucesión de entradas con algunas fotos cada una, que nos sirvan para mostrar cosas de ese país y, por extensión, del continente africano en general.

El epígrafe será éste: “Razones para ir a Senegal (y a África en general)”

Y la primera entrega está dedicada a los niños.

En África, los niños sonríen desaforadamente, sin mesura ni control. Las sonrisas de los críos son como los amaneceres: resplandecientes, alegres y luminosas. Ver las caras de felicidad de estos chavales, que tan pocas razones tendrían para ser felices, según nuestros estándares, no tiene precio.

En este viaje a Senegal, hemos ido a algunas escuelas, a dejarles material escolar, gorras y caramelos. Y las reacciones de los niños han sido siempre cordiales y festivas. En concreto, este chaval estaba feliz de intercambiar saludos en árabe con Sacai, aplicándose en sus tareas escolares para demostrar que eran merecedores de las libretas, los bolis y los rotuladores que les entregábamos.


O estos otros, atendiendo a Pepe, tan buen maestro como mejor persona.

En una de las escuelas, se montó una fiesta con ocasión de nuestra llegada. Con un tambor y un bidón, un grupo de mujeres organizó una jarana de aquí te espero, lo que fue aprovechado por todos para echarnos unos bailes y unas risas.


El fútbol es la religión universal que a todos nos iguala. África entera juega al fútbol, de los más grandes a los más chicos. Otro motivo más para la alegría y el jolgorio.

Y MagoMigue, provocando la sorpresa y la hilaridad de las niñas, que no entendían cómo aquello que veían sus ojos era posible.

Jesús Lens, fotógrafo (para lo bueno y para lo malo)
CONTINUARÁ