ANIMALES & JUGUETES

Ha querido la casualidad (de existir) que leyera los tres álbumes de Blacksad a la vez que veía la saga de “Toy story” en televisión, lo que me ha provocado una brutal ensalada de animales de hablan, juguetes que cantan, bichos investigadores y vaqueros perseguidores.

Uno, cuando es joven y supuestamente trascendente, está convencido de que dotar de humanidad a los animales o a los juguetes es una niñería y que las cosas importantes de la vida son únicamente patrimonio del hombre, del ser humano. Sobre todo, del ser humano más ceñudo, gris y con gafas de culo de vaso posible, que escribe con letra apretada en renglones lo más rectos posibles.

A medida que vamos creciendo, sin embargo, encontramos que la aparente nadería argumental de las películas de Hawks encierran muchas más verdades que cientos de discursivas películas a la europea cuya mayor virtud acaba siendo su capacidad para inducir al sueño profundo a los espectadores más insomnes y recalcitrantes. Más corrosiva que las sesudas y lacrimógenas películas de denuncia es cualquier comedia de Billy Wilder y hay más poesía en un western de Ford que el preciosismo forzado y manierista de tanto esteta indocumentado con licencia para filmar.

Hasta llegar a una semana en la que ves y lees, de forma simultánea, dos joyas como son las Toy Stories y los Blacksads. Tres entregas de cada. Algo titubeante las primeras, como palpando el terreno, como aterrizando, tanteando, probando… y después ya, directamente, la gloria, la majestuosidad, el paraíso de la creatividad sin límites. ¡Hasta el infinito y más allá!

De este tipo de narraciones admiro, además de la densidad de la trama y la intensidad de los personajes, en cómo juegan sus creadores con el material que usan para componer sus historias, aprovechando al mil por cien las potencialidades que ofrece el utilizar animales y juguetes como protagonistas.

He tardado una eternidad en leer cada álbum de Blacksad. A cada rato me quedaba obnubilado, extático, imantado a alguno de los dibujos del salobreñero Juanjo Guarnido en que un oso polar es un racista recalcitrante o un buitre es un pájaro de mal agüero, aunque aparezca colgado de una farola.

Y me quedaba pensando en cómo sería el proceso creativo de Canales y Guarnido (aunque tengo el fantástico catálogo de ESTA exposición y espero salir de dudas), quién determina qué animales protagonizarán cada viñeta y cómo eligen la animalidad de los personajes, cómo se decide quién será un burro, un toro, una paloma, una comadreja o un pastor alemán.

Está claro que no es nuevo, esto de “animalizar” a los personajes. Desde que Orwell montó su “Revolución en la granja”, pasando por el fastuoso universo de Disney y hasta llegar a los desasosegantes gatos y los ratones de Maus.

Sin embargo, la “animalidad” de los álbumes de Canales y Guarnido, adaptando el universo negro y criminal de la literatura clásica a la modernidad del noveno arte más innovador, me ha resultado excepcionalmente sugerente.

Como sugerentes son los juguetes de “Toy story”, los arquetipos sobre los que, sin necesidad de explicar nada al espectador, sea éste infante o veterano, pivota una historia que funciona como los icebergs: una parte visible, sustentada en otras ocho que quedan sumergidas. Pero que están ahí.

¡Hasta las supuestas tomas falsas del final de “Toy story 2” son más auténticas que kilómetros y kilómetros de fotogramas reales más falsos que Judas!

Aún no he visto “Toy story 3”, pero presumo que será una joya. En otoño sale el cuarto álbum de Blacksad. Presumo que será otra joya.

Muchas veces hemos discutido acerca de cuál es la diferencia entre un buen tebeo, película o libro y una obra maestra.

Después de leer y ver “Blacksad” o “Toy story”, la tengo un poquito más clara: cuando sientes una especie de imposible necesidad compulsiva de haber participado, directamente y en primera persona, en el proceso creativo, es una obra maestra.

Y, ahora mismo, mataría por estar en Pixar o por haber participado en el diseño de alguno de los animales-personajes de Blacksad. Tan seguro como que la tierra da vueltas.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

ME ACUERDO

Tras ESTA reseña de tebeos, vamos con esta reseña de tebeos:

Me acuerdo de que las únicas tardes que abría la carnicería de mi barrio eran las de los viernes, la tarde más feliz de la semana, cuando éramos niños.

Ver sus luces encendidas, mientras jugábamos al fútbol, era signo inequívoco de felicidad sin tregua. Y sin fin. Porque, cuando eres niño, dos días por delante para jugar son casi tan largos como la eternidad.

También me acuerdo de leer las “Famosas novelas” en viñetas que me regalaba mi abuela, en el autobús de Madrid a Granada.

¿A santo de qué, este canto a la nostalgia? A santo de George Perec, uno de esos revolucionarios de la literatura que escribió un libro titulado “Me acuerdo” que, al final, dejaba unas páginas en blanco para que los lectores pudieran seguir componiendo sus propios recuerdos. Los ejemplares de “Me acuerdo”, en las librerías de viejo, suelen estar mejor considerados cuántas más referencias manuscritas atesoren en las referidas páginas finales de cada ejemplar.

Pero esta reseña no va sobre Perec. He querido comenzar por esa referencia dado que Zeina Abirached, autora del tebeo “Me acuerdo”, subtitulado sencillamente como “Beirut”, termina su libro de viñetas con un dibujo dedicado, precisamente, al maestro francés. Pero comencemos por el principio. Y el principio es una cita extraordinaria de Chris Marker:

“No hay nada que distinga a los recuerdos de los demás momentos. Sólo los reconocemos después por las cicatrices que dejan”.

Una cita que me lleva a enlazar con ESTA pregunta acerca de los momentos más memorables de nuestra vida. Que, por fortuna, en la mayoría de nosotros no serán ni remotamente parecidos a los de Zeina, una chica libanesa a la que, siendo niña, le tocó vivir una guerra.

Y eso es lo que cuenta en este libro de viñetas: una guerra. Una guerra narrada a partir de los recuerdos que la misma dejó en una niña que quizá no comprendía lo que pasaba o por qué pasaba, pero que experimentaba en carne propia la sinrazón que acompaña a cualquier conflicto armado. Y sus tragedias. Y sus incomodidades. Y sus absurdos y sinsentidos. Y sus contradicciones.

Dibujado en un áspero blanco y negro, “Me acuerdo” bebe del estilo naif de Marjane Satrapi en su alabada, comentada y respetada “Persépolis”. Hay quién no comparte el gusto estético de dicho estilo, pero a mí me resulta especialmente conmovedor mirar la guerra con los ojos de una niña, a lo que un dibujo de estas características ayuda enormemente.

Pequeñas historias de hermanos, de padres e hijos y de vecinos. Historias de resistencia y orgullo que alcanzan toda su dimensión en las últimas viñetas. Porque tras años de paz, en julio de 2006, la guerra volvió a asolar Beirut. Por entonces, la autora de este libro vivía en París y recuerda el miedo a perder a cualquiera de las personas que estaban en la capital del Líbano. Y escribe:

– “Me acuerdo de que mi madre me enviaba varios SMS al día para que yo estuviera tranquila” (aparecen dibujos con comidas, los libros que lee la familia u otras escenas consuetudinarias) “Pero sé que lo que vivieron está en todos los SMS que no me mandó”.

“Me acuerdo”, un precioso libro de viñetas que son el mejor testimonio de la intrahistoria de un conflicto armado, a través de los ojos inocentes de una niña y de los recuerdos que, como cicatrices, le quedaron marcados. Y que quiere compartir con sus afortunados lectores.

 

Un tebeo que me ha servido, por ejemplo, para hacerme recordar que me acuerdo de cuando estuve de viaje en Beirut, de sus calles coloristas y vivas, que aún conservaban el recuerdo de la muerte…

Me acuerdo de Lillian, Talía, Daniel y el resto de mis compañeros de viaje por Líbano.

Me acuerdo de la nieve sobre los cedros.

Me acuerdo de… ¡tantas y tantas cosas!

Y tú, ¿de qué te acuerdas?

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL JUEGO DE LA LUNA / PARKER

Vale. Los dos tebeos de los que voy a hablar no tienen nada que ver entre sí. Aparentemente. Más allá de estar editados por Astiberri, quiero decir. Y no tienen nada que ver porque “El juego de la luna”, de Enrique Bonet y José Luis Munuera, es un cuento, en el mejor sentido de la acepción. O, mejor dicho, la revisitación y actualización de esos cuentos infantiles en los que los personajes transitaban por bosques amenazantes y ominosos en los que enigmáticos castillos reclamaban su atención.

Y “Parker. El cazador”, por su parte, es una fantástica historia negra y criminal que parte de un texto clásico de Donald Westlake y que ha sido adaptado e ilustrado por Darwyn Cooke.

¿Qué tienen que ver, además de su sutil blanco y negro en los dibujos, estos dos cómics?

Pues que ambos me fueron suministrados por mi camello particular de tebeos, ese Gran Rash que a veces se cansa de pasarme material del bueno para que yo lo arrumbe en la siempre creciente estantería de “pendientes de leer”, sin que le vuelva a hacerle ni pícaro caso.

El caso es que Rash me venía recomendando lo de Parker desde que lo leyó en inglés. ¿O no era éste, querido amigo? Y como la novela gráfica cuenta la historia de “A quemarropa”, pues no dudé en hincarle el diente. “A quemarropa”. ¿La habéis visto? Es una de las películas más salvajes y amorales del John Boorman más borrico, interpretada por un Lee Marvin majestuoso que no dudaba en pegar, matar y chantajear a quién hiciera falta con tal de recuperar el botín de un golpe que había dado y que sus “compañeros” de trabajo le habían escamoteado.

Y, por fortuna, la traslación a viñetas de la historia de Parker no es meliflua, tímida o apocada. Es dura, áspera y violenta, como corresponde a un hard boiled políticamente incorrecto y que, precisamente por eso, nos encanta.

“El juego de la luna”, por su parte, me vino recomendada por Álex, un tipo de los que hablan poco pero que, cuando lo hace, sube el pan. Un tipo Irreverendo que, desde luego, acierta en todas y cada una de sus sugerencias.

No sé qué pensará Rash de esta atemporal y renacida Caperucita que juega con los lugares comunes de los cuentos infantiles para narrarnos una excepcional tragedia de amor, muerte, violencia, venganza, etcétera. Porque los cuentos infantiles son crueles. Muy crueles. Y lo curioso es que “El juego de la luna” nació hace mucho, mucho tiempo, con guión y dibujo del propio Bonet, en un tebeo autoproducido que Munuera, al leerlo, pensó que podría ser acreedor de una versión más larga, pausada, como señala en una entrevista publicada hace unos días en IDEAL: «En este caso necesitábamos de un desarrollo extenso para sugerir un tempo narrativo determinado, lento, contemplativo, de acuerdo con la naturaleza del relato. Es, sin embargo, un trabajo de envergadura física y psicológica, pero se hace con gusto porque el formato permite una forma de expresión sin las limitaciones propias de relatos más cortos».

Entrevista realizada con ocasión de la consecución de los dos premios que “El juego de la luna” ganó en el recién terminado Salón del Cómic de Barcelona. Uno de ellos, precisamente, el premio del público, el más apreciado por los profesionales que saben que si hay un criterio fiable, es el del público que elige y decide libre y democráticamente.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

JUANJO GUARNIDO: NUESTRO HOMBRE EN PARÍS

En la columna de hoy de IDEAL hablamos de una de las grandes exposiciones del año en Granada…

 

El Gran Rash dejó un comentario en mi Blog, amenazándome de muerte si no iba a verla. Unos días después, estando en Marruecos, recibo una llamada. Era el visionario Colin Bertholet, recomendándome vivamente… que fuera a verla.

El caso es que hace un par de años ya la había visto, en la Semana Negra de Gijón. O creía haberla visto. Una gran exposición con los originales de Juanjo Guarnido para su premiada, alabada, exportada y memorable serie «Blacksad», protagonizada por un gato detective. Y es que la exposición que podemos disfrutar en el Crucero del Hospital Real, hasta el 3 de mayo, es más, mucho más que «Blacksad».

Por supuesto, están los mencionados originales. Pero, además, hay pósteres, carteles afiches, álbumes traducidos a los idiomas más inverosímiles, figuritas de plástico y escayola con las efigies de los protagonistas y originales de otros trabajos de Juanjo. Entre ellos, uno muy especial: una imagen de Salobreña que hizo cuando era crío y que, premiada en un concurso, fue publicada por IDEAL, como él mismo señala en la interesantísima entrevista que, en formato DVD, se puede disfrutar en uno de los extremos del espacio expositivo. (Y ya que hablamos de Tebeos, recordemos ESTE enlace, en que hablábamos de su cara más seria, amarga y comprometida)

Una entrevista de una media hora de duración en la que el artista granadino, radicado en París, desgrana los avatares de una carrera apasionante e interesantísima, como dibujante de tebeos o historietas (a él tampoco le gusta la denominación de «cómic») y como animador empleado por Disney. Una carrera portentosa que, alejado del ruido y la furia mediáticos, le han permitido participar en películas tan importantes como «Hércules», «Tarzán», «Atlantis» y «El libro de la selva II», dibujando a personajes como Hades, el padre de Tarzán, Helga o la mismísima Bagheera. Y da gusto escuchar declaraciones tan sencillas como sentidas. Por ejemplo, hablando de Helga, señala Guarnido que con ella hizo «algunos de los planos más chulillos de mi carrera».

Con total naturalidad, sin darle la más mínima importancia, Guarnido relata una carrera cinematográfica de la que muy pocas personas pueden presumir en este país. Y lo hace desde la humildad, reconociendo lo mucho que le sirvió su paso por la Facultad de Bellas Artes, aunque sus cuadros fueran infectos, según confiesa él mismo. Nada de despreciar la formación académica o de lanzar pullas a compañeros y/o rivales. Respeto y admiración. Y una defensa a ultranza del taller artesanal como fórmula de aprendizaje y creación, con el boca-oreja como sistema de transmisión de conocimientos. Y, por supuesto, loas y felicitaciones por lo que está consiguiendo en Granada la gente de Kandor.

Da gusto descubrir a artistas cuya obra es genial, reconocida, exitosa y, sobre todo, reacia a subirse a la cabeza de su autor. Que ya sabemos que a muchas estrellas, estrellonas y estrellitas, el sueño del éxito les produce monstruos ingobernables y terminan estrellados en un Paseo de la Fama tan marchita como efímera. E intrascendente.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros