El vacío temporal o la espontaneidad del tiempo libre

Mis Estimados, comienza un fin de semana que, felizmente, promete la nada, el vacío, la sin acción y la total, radical y absoluta congelación de actividades, citas, compromisos, reuniones, quedadas, etc.

Si recopilo, el lunes, tras 26 días fuera de casa, volví al tajo, borracho de jet lag. Tanto que, aún hoy, cuando me desperté, no sabía si estaba en Granada, en Senegal o en Argentina, si me tenía que poner unas botas para caminar por la montaña o unos zapatos para ir al trabajo, si tenía que presentar un libro en Gijón o si tenía resaca musical por algún concierto, si fuera de la cama estábamos a 38 grados o a -5.

Porque antes del viaje pudimos disfrutar de la Semana Negra, tan intensa (o más) que siempre y, los fines de semana anteriores, del Jazz en la Costa tropical granadina y del fastuoso Etnosur de Alcalá la Real. Sin olvidar que, ya a comienzos de julio, era presa del abotargamiento y otro jet lag provocado por la escapada a Senegal y la maravillosa pero igualmente intensa presencia entre nosotros de Somaly Mam.

En total, dos meses sin parar, con alguna escapada a Madrid incluida.

Excesivo.

Pero necesario.

Cuando la oferta cultural es tan potente, hay que aprovechar. Por si llegan las vacas flacas. Que llegarán.

Pero eso no quita para que la perspectiva de este viernes por la tarde, sábado y domingo SIN ABSOLUTAMENTE NADA QUE HACER me resulten lo más parecido al paraíso que imaginarme pueda.

En principio, me iba a Carchuna. Pero, al final, no va a ser.

Terminaré saliendo a correr, yendo al cine o tomando una caña. O no. Pero lo importante, lo relajante y absolutamente estimulante, es NO TENER QUE HACERLO. Vamos, que hoy, mi cuadro favorito es éste:

"Cuadrado blanco sobre fondo blanco", de Malevich

Porque, aunque soy un firme defensor del movimiento perpetuo y la acción sin tregua, del teléfono que echa chispas y la bandeja de entrada repleta de mensajes; a veces, admiro, deseo y envidio el ser momia. Que ya conocéis mi teoría de los Calcetines Rojos

Hoy, lo soy.

Jesús momificado Lens

Parásitos

Columna que publicamos en IDEAL hace unos días. Absolutamente basada en hechos reales. Por desgracia.

Digamos que se llama Lucía y que, tras haber estudiado una carrera, decide hacer (y pagarse) uno de esos selectos Máster que, ahora, son requisito imprescindible, aunque nunca suficiente, para conseguir un trabajo.

El final de un Máster suele ser un proyecto que han de desarrollar los alumnos, divididos en grupos de trabajo, en que demuestren no sólo los conocimientos adquiridos sino, sobre todo, la aplicación práctica de los mismos: los Máster tienden puentes entre la enseñanza académica de las carreras universitarias y la vida, el trabajo real al que se enfrentan los alumnos cuando dejan las aulas.

A Lucía le tocaron los compañeros de proyecto que su tutor consideró pertinentes. Así es la vida: uno, casi nunca puede elegir a sus colegas de trabajo. Y, desde el principio, los problemas. De los cinco integrantes del grupo, tres trabajaban y dos pasaban. Olímpicamente. Pero ahí seguían, a rebufo. Como las rémoras de los tiburones. Chupando del bote y beneficiándose del trabajo de los demás. – La vida misma – les contestó con fatalismo el responsable del Máster, cuando Lucía se quejó de la actitud de parte del equipo.

Al final del proceso formativo, gracias al excepcional, serio y concienzudo trabajo de tres currantes, dos vagos obtuvieron la mejor de las calificaciones posibles. Inmerecidamente. Y hasta luego, Lucas. Si te he visto no me acuerdo.

Solo que, en este caso, la historia continúa. Porque el referido proyecto era tan bueno que la Universidad contactó con Lucía y sus compañeros para, debidamente adaptado, comprarlo e implementarlo profesionalmente. ¡El sueño de cualquiera! No era mucho dinero, pero sí un enorme orgullo.

Lucía convocó a sus compañeros. A los que habían trabajado y a los que no. A fin de cuentas, los cinco lo habían firmado. Tenían un largo y cálido verano por delante para trabajar y convertir el proyecto en un entregable para su aplicación práctica por la Universidad. Ni que decir tiene que los dos parásitos ni aparecieron, ni dieron señales de vida, ni arrimaron el hombro, ni pegaron un palo al agua.

Lucía alucina cuando, a la vuelta de unos meses, una vez terminado el trabajo y entregado a completa satisfacción de la Universidad, recibe la llamada de uno de los desaparecidos en combate: que no han cobrado nada por la cesión del proyecto a la Universidad y que iba a denunciar a Lucía y a sus otros dos compañeros.

Y ahí está la pobre, en manos de un abogado, teniendo que defenderse del ansia chupóptera de un fulano al que no sé exactamente cómo calificar, para no quedarme corto sin ofender el buen gusto de los lectores de esta columna.

Pena, rabia, indignación… y lo peor de todo es que hechos como éste son un sencillo ejemplo de la sociedad de vividores que nos ha llevado a la ruina y que nos sigue pisando el cuello, impidiéndonos levantar cabeza.

Jesús Lens

Con dos cojones (y muy gordos)

Imagina que eres un intelectual de reconocido prestigio.

Imagina que, en un momento de tu vida, le has echado cojones al tema y te has leído el Ulises de Joyce.

Imagina que, teniendo más cojones que Chuck Norris y Jack Bauer juntos, decides que el verano del 2011 vas a releer el jodido Ulises de Joyce.

Imagina que, por ser un intelectual de reconocido prestigio, uno de esos suplementos culturales de reconocido prestigio de un periódico de, obviamente reconocido prestigio, te pregunta por tus lecturas para el agosto que está a punto de comenzar.

Imagina todo eso, piensa y contesta a la pregunta:

¿TENDRÍAS LOS SANTOS COJONES DE PROCLAMAR, EN PÚBLICO, QUE EN AGOSTO DE 2011 VAS A RELEER EL ULISES DE JOYCE?

Ahí está Marilyn, con dos coj...digo, con dos carretas

Si es así, chapeau.

Lo tuyo son cojones, y no los del caballo de Espartero.

Jesús incorregible inculto Lens

Salobreña y Guarnido: la conveniencia de un matrimonio

Columna de ayer, publica en la sección de opinión de IDEAL. ¡Quién recoge el guante?

Buena parte de los actores y directores de cine de este país ya tienen su reconocimiento en el Paseo de las Estrellas de Madrid, recién inaugurado por Bardem, Almodóvar, Amenábar y Penélope. Pero no sólo de gente del cine, habitualmente guapa y glamourosa, viven los reconocimientos populares: músicos, pintores, deportistas, bailarines, escultores o fotógrafos son honrados, recordados y reivindicados por sus pueblos natales, por las ciudades que les vieron crecer, formarse y empezar a destacar antes de conseguir la fama y el ascenso al Olimpo de los Dioses, más o menos efímeros o perdurables.

En Granada, natural de Salobreña, podemos vanagloriarnos de contar con un artista que acaba de ganar el premio más importante del cómic mundial: el Eisner, equivalente al Oscar, al Grammy, al Tony o al Emmy. Como la Champion´s League o la Copa del Mundo de fútbol. Su nombre: Juanjo Guarnido. Su criatura: el reverenciado y admirado, multipremiado y unánimemente reconocido Blacksad. Su último trabajo: “El infierno, el silencio”, un álbum negro con Nueva Orleans como escenario y el jazz más abrasador como telón de fondo. La categoría del premio: mejor pintura / artista multimedia del año.

La noticia del galardón coincidió con otra de carácter triste y luctuoso: la muerte de Amy Winehouse, cuyo segundo y último disco se titulaba “Black is back”. Y continúan las casualidades: cuando llegó la noticia de la concesión del premio, estábamos precisamente radicados en Salobreña, para disfrutar del Jazz en la Costa de Almuñécar, hablando con el artista y diseñador Colin Bertholet (no dejéis de seguir su imprescindible La otra mirada) de la conveniencia, casi necesidad, de que la localidad costera reconociera de alguna manera el talento de uno de sus artistas más reputados.

Ahora, dicho reconocimiento ya es imprescindible: más alto que Guarnido es imposible llegar. Nos decía Colin que el nombre de una calle o de una plaza estaría muy bien, pero que lo suyo, además, sería erigir un conjunto escultórico a Blacksad, el gato detective que ha dado fama mundial al dibujante granadino.

Salobreña es uno de esos municipios llamados a atraer a gente creativa de todo el mundo, siempre que sus rectores, recién incorporados a sus puestos tras las últimas elecciones municipales, apuesten por la cultura como uno de los motores de desarrollo del pueblo más atractivo de la costa granadina. No tan agredida como otras localidades del litoral, Salobreña conserva su encanto tradicional a la vez que acoge espacios vivos, modernos y contemporáneos, como la Plaza del Ayuntamiento, y locales con alma y carisma, como el Sunem, el Studio JA o el delicioso hostal San Juan.

En agosto llega el imprescindible Nuevas Tendencias, que tratará de recuperar el Castillo como escenario musical. Y ahí están la Casa Roja y la Casa de la Cultura, afilando sus programaciones de otoño-invierno. Seguro que Guarnido y Blacksad no tardarán en encontrar su lugar bajo el sol de Salobreña. Es de justicia.

Jesús Lens

Encontrar trabajo. ¿O generarlo?

Empezamos la semana con un artículo en IDEAL. ¿Encontrar o generar empleo? That is the cuestion…

Mientras volvía a ver “Up in the air” no dejaba de maravillarme por el exquisito cinismo del personaje interpretado por George Clooney cuando, después de despedir a una persona, le decía que en realidad le estaba dando la oportunidad de comenzar de nuevo, poniéndole en el mejor camino posible para que cumpliera sus sueños, largamente postergados por culpa del acomodamiento laboral a una nómina.

Encontrar trabajo, cuando ya llevamos cuatro años de devastadora crisis, se ha convertido en el sueño imposible de millones de desempleados de este país. Me acordaba de ello mientras leía el libro de Javier Reverte sobre Alaska y el Yukón, en que repasa la famosa fiebre del oro que llevó de cientos de miles de aventureros a embarcarse en una travesía descabellada con tal de hacer real la remota posibilidad de encontrar un filón que les hiciera ricos. O, al menos, que les permitiera salir de pobres.

Y me acordaba de ello porque, irónicamente, quiénes se hicieron verdaderamente ricos durante la fiebre del oro fueron los visionarios que construyeron restaurantes, posadas, bares, saloones, tabernas y tiendas a través de las que proveer de material, diversión, descanso y esparcimiento a los mineros.

Mientras miles de personas buscaban oro, un puñado de cientos pusieron en marcha lucrativos negocios que les permitieron ganarse la vida y, en muchos casos, hacerse ricos por siempre jamás.

Volvamos a la actualidad. Hace ya muchos meses que los mismos que empezaron negando la crisis pasaron a defender aquella entelequia del cambio de modelo productivo. En el mismo sentido, psicólogos y autoayudadores insisten en que la crisis es tiempo de oportunidades. Como el personaje de “Up in the air”.

No se ha caracterizado, España, por ser un país de emprendedores. Y mira que nuestros antepasados se embarcaron, cruzaron el Atlántico y conquistaron todo un continente. Pero las biografías de aquellos aventureros apenas se conocen. Personajes que, con sus luces y sombras, serían héroes reverenciados en cualquier otro país, aquí son prácticamente ignorados. ¡Qué no habría hecho Hollywood si personajes como Orellana, Cortés o Pizarro hubieran sido yanquis! No olvidemos que con cuatro pistoleros piojosos y desarrapados fueron capaces de construir toda la maravillosa iconografía del western…

Las circunstancias, leyes y reglamentos tampoco favorecen, en nuestro país, el emprendimiento. No sé si será cierta o habrá pecado de excesivamente alarmista la previsión hecha por IKEA: cinco años para montar su tienda en Granada, por culpa de la burocracia. ¿Tan ágiles son en Málaga y tan cenutrios somos en nuestra provincia? ¿Y qué pasa con la educación? ¿Se incentiva a nuestros alumnos a ser emprendedores, imaginativos, valientes y osados o se sigue primando la repetición incansable y aquel cansino “lorismo” expositivo?

Cuando encontrar trabajo se convierte en uno de los trabajos de Hércules, cabría pensar en la generación y fomento del autoempleo, pero ¿estamos preparados para ello?

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Tal día como hoy, sólo en 2010 estábamos on line… jejejeje. Qué vago.