Veintidós peldaños

De Roger Mimó, autor de esta extraordinaria “Veintidós peldaños” que acaba de publicar la editorial ALMED, tenía referencias por ser autor de una guía de viajes de Marruecos que me gusta usar cuando viajo hasta allí, y por regentar uno de esos hotelitos con encanto en el país alauita. Además, de Roger Mimó había leído la muy recomendable “El largo camino africano”, una narración de las aventuras que vive el autor cuando emprende un completo y complejo viaje, en un jeep artrítico, por Marruecos, Argelia, Mali, Costa de Marfil, Mauritania y Guinea Conakry.

Con estos avales podréis entender que un buen día, tomando café con Juanma, esturreara toda la barra del garito de Arriaga en que nos vemos de vez en cuando, al decirme que estaban a punto de publicar la nueva novela de Roger Mimó, cuya web podéis ver aquí.

Noticias como ésa son de las que te alegran un día, haciendo que no te importe que empiece a llover cuando has salido de casa sin paraguas o, peor aún, comprobar que no tienes las llaves encima, al regresar. Da igual. No importa. No pasa nada.

Reconozco que cuando Juanma me comentó de qué iba “Veintidós peldaños”, me dio un poquito de yuyu. Ojo, el tema me parecía, y me sigue pareciendo, apasionante, pero después de haber leído las novelas de Yasmina Khadra, temía que el descenso al abismo del terrorismo islamista al que nos invita Mimó me sonase a conocido. Peor aún, a repetido.

Porque “Veintidós peldaños” lleva como subtítulo, precisamente, “Memorias de un terrorista islamista” y los escalones referidos son todos y cada uno de los estadios por los que pasa un muchacho tan brutote como noble, nacido en una zona de Marruecos, hasta verse convertido en una bomba de relojería a punto de estallar.

Pero no. Os puedo asegurar que no hay que tener el más mínimo de los recelos y que cualquier atisbo de duda se disipa prácticamente desde que comienzas una lectura absolutamente recomendable, necesaria y esencial para saber muchas de las cosas que pasan ahí abajo, ahí al lado, en un país del que somos vecinos y con el que estamos felizmente condenados a entendernos.

¿Hay religión en la conversión del protagonista de la novela? Sí, claro. Pero mucha menos de la que te puedas imaginar. Y, desde luego, no del tipo que estás pensando. Porque para que un chaval normal y corriente decida convertirse en un asesino en masa, la religión tiene que venir acompañada de más cosas. De muchas más cosas.

De una situación económica complicada, por ejemplo. De un entorno familiar que tampoco es fácil. De una sociedad opresiva. De unas expectativas demasiado altas. De una realidad más dura aún. De los sueños que se rompen. De los sueños que nos roban. De los sueños que, al final, se convierten en pesadillas.

Cuando leas “Veintidós peldaños” –porque tienes que leerla, ya me lo agradecerás- hablamos de todo esto y demás. Hablamos, que el libro tiene miga y, lo que es mejor, se lee a la velocidad de un huracán.

Una vez que pasas las primeras páginas y subes el primer peldaño, ya no podrás dejar de ascender hasta alcanzar el veintidós, el más alto y definitivo. Ya verás que no haces un alto en el camino, que no buscas un rellano en el que coger aliento. ¡Todo hacia arriba!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Mitad de diciembre. ¿En qué estábamos, en 2008, 2009 y 2010?

Con el agua al cuello

Que los banqueros griegos, en un momento dado, perdieron la cabeza, es algo que todos sabemos. Y que, con ello, contribuyeron a llevar a la ruina a todo un país, europeo y comunitario, y a buena parte de su población; también.

Quizá por eso, a modo de justicia poética, Petros Markaris hace que el antiguo director del Banco Central de Atenas amanezca una mañana asesinado, degollado por arma blanca, con la cabeza seccionada del tronco.

– “¡Ya que nos hicisteis perder la cabeza, el empelo, las pensiones, la sanidad gratuita, la jubilación, la casa y los negocios; yo os voy a hacer perder la cabeza!”

Eso parece exclamar, por boca de su asesino (literario), uno de los autores más sólidos, rabiosos y prestigiosos de la literatura europea del siglo XXI, un Petros Markaris cuyo alter ego negro y criminal, el comisario Kostas Jaritos, se enfrenta a la resolución de un crimen que, en realidad, no escandaliza a nadie. Excepto a otros banqueros.

Sobre todo cuando Atenas amanece otra mañana forrada de pasquines animando a la gente a no pagar las deudas que tienen con los bancos. ¡Ahí sí que surge el pánico, entre las cabezas pensantes de la alta banca helena!

Y así va transcurriendo la investigación de un Jaritos que, al cambiar de coche, se compró un SEAT por recomendación de su yerno, un médico al que los recortes han hecho un traje en su nómina. Un forofo del fútbol que no dudará en apoyar a España en la final del Mundial, frente a la altiva Holanda. Porque estamos en el verano de 2010 y entre cerdos (PIGS) anda el juego, con pelotas de por medio.

Más allá de la investigación criminal de Jaritos (que nadie espere un CSI o algo por el estilo en una Atenas abrasada por el sol y en la que, por culpa de las manifestaciones, moverse en coche por la ciudad es un suplicio), lo auténticamente magistral de esta novela son los diálogos que jalonan la narración y que sirven tanto para contextualizar el origen de la crisis económica (causas, protagonistas, método) como, sobre todo, para describir sus consecuencias. Las que todos ya sabemos. Porque las estamos sintiendo en nuestras carnes.

Y, sobre todo, me gustan los momentos en que los ingleses y holandeses entran en escena y muestran su soberbia, considerando a los griegos, a todos ellos, a todos los ciudadanos en general, como una caterva de vagos, maleantes y sinvergüenzas a los que hay que tratar como a niños pequeños.

Pocas novelas como “Con el agua al cuello” para atestiguar que, efectivamente, el género negro y criminal es el mejor de los posibles para conocer la realidad social de nuestras comunidades.

Si queréis ponerle rostro humano y voces auténticas a las cifras que vomitan las páginas salmón de los periódicos, si queréis saber lo que de aquí a nada vamos a estar sufriendo en nuestras carnes porcinas; leed “Con el agua al cuello”, una de esas novelas que hay que leer, hay que comentar y hay que regalar.

Una novela imprescindible para saber lo que vale un ajuste.

Como ya conté el año pasado, una de las conversaciones más sugestivas de la Semana Negra 2010 fue la que sostuve con Markaris, que ya me habló de esta novela. Un placer haber descubierto que, efectivamente, es un pedazo de novela.

(Otras novelas de Markaris, reseñadas aquí: “Noticias de la noche” y “Muerte en Estambul”)

Jesús Jaritero Lens

A título de ejemplo, un diálogo de la novela:

“Si quiere mi opinión, el dinero no tiene color. El dinero es como el coche. Para que el motor arranque, tiene que circular. Si no lo sacas del garaje, se queda sin batería. Y así estamos.”

Y en 2008, 2009 y 2010, blogueamos eso mismo…

Con el agua al cuello (Intro)

Nunca podremos agradecer lo suficiente a Negra y Criminal; a Montse y Paco, que hagan posible imágenes como ésta:

Lo reconozco, soy un fetichista irredento. Pero también creo que si abres la primera página de un libro y te encuentras la dedicatoria manuscrita de su autor, es como si el resto de las páginas también estuviesen especialmente dedicadas y dirigidas a ti, como si el autor las hubiese escrito mientras hablaba contigo, contándote al oído la historia.

Es como si estuvieras de cañas con él, hablando, y luego escribiese parte de esas conversaciones.

Un libro dedicado es algo bonito, hermoso y especial. Predispone a la lectura y demuestra que el libro de papel, el libro objeto, tiene una larguísima vida por delante.

Y tampoco podremos agradecer lo suficiente a Paco Ignacio Taibo II, a Cristina Macía y a todo el extraordinario equipo de Semana Negra el que haya acercado a algunos de los mejores escritores del mundo a Gijón, en un Festival absolutamente democrático en el que los autores y los lectores se dan la mano, comparten cañas y pueden charlar hasta el infinito y más allá.

Be Cartoon, My Friend

¡Compañeros, ojalá que pueda ser en Gijón. Y, si no, en otra ciudad asturiana. Pero si tenemos que ir a México, Santiago de Chile, Bogotá, Phnom Penh, Mc Murdo o hasta el mismísimo Marte; iremos.

Porque esto es la Semana Negra… ¡y sigue!

Jesús dedicado Lens