Tienes que contarlo

Publicamos la reseña de esta novela, imprescindible, de José Sanclemente, editada por Roca, en nuestra página hermana de Calibre 38.

Comienza así:

Es sintomático, pero cada vez son más los periodistas que se están pasando a la ficción. Y, en concreto, al género negro y criminal. ¿Por qué será? Hace unas semanas hablábamos de la novela “Verano en rojo”, de Berna González Harbour, publicada en la Serie Negra de RBA, y hoy reseñamos “Tienes que contarlo”, de José Sanclemente. En ambas novelas, además, tanto los periodistas como la propia profesión tienen un protagonismo capital en la trama.

¡Sigue leyendo!

 

Jesús Lens

Ahora, a ver qué publicamos el 21 de noviembre de 2008, 2009, 2010 y 2011

Improvisada entrevista a Juan Madrid

Nada más saber que había ganado el Premio Fernando Quiñones de novela, le mandé a Juan Madrid unas preguntas, a través del correo electrónico, para compartirlas con vosotros.

 

Aquí, el resultado.

Acabas de ganar un premio de novela con una obra cuyo título es enormemente poético y sugerente: «Los hombres mojados no temen la lluvia».

 

En primer lugar: enhorabuena. Y, seguido: ¿hace referencia el título a esa frase, tan manida, desde que comenzó la crisis: «con la que está cayendo…»?

El título: «Los hombres mojados no temen la lluvia», surgió de expresiones de argot talegario. Un «mojado» es un hombre marcado por la policía, se utiliza también para los que ya no pueden librarse de su destino o condición. Se dice «Tú estas mojado.» De esa manera un «mojado» es alguien que acepta su destino. Lo he oído también aludiendo a que los «mojados» ya les da lo mismo lo que les pase.

 

El Jurado ha señalado en su fallo que se trata de una trama de actualidad que incide en la corrupción de nuestro tiempo. ¿Cómo piensas que está tratando la literatura contemporánea española los temas de la corrupción y la crisis?

En todas mis novelas, o casi, trato de rellenar los huecos del mundo, esos agujeros que aparecen por doquier, tanto sobre la naturaleza, aquí y ahora, del ser humano concreto, como de todo lo que se oculta, sea corrupción, la doble verdad, la doble moral y la doble contabilidad. Con palabras del extraordinario y lúcido profesor granadino, Juan Carlos Rodríguez, una literatura de las cicatrices. ¿Se puede ser angelical en un mundo con doble moral y doble contabilidad? ¿Se puede ser ético en un mundo que acepta la tortura y la exclusión social como principio? Mi novela tiene mucho de tragedia griega. El personaje principal, el abogado Liberto Ruano, descubre que su destino ya está trazado y no puede librarse de él.

 

Hay muchos tipos de novelas y novelistas en este país. Muchas son catatónicas, interesadas solo en la verbalidad desatada, en el merodeo verbal, novelas cuyos personajes tardan cuarenta páginas en subir una escalera. Creen o actúan como si la realidad fuera transparente. No saben, o no quieren saber, que la realidad, gracias a los múltiples discursos oficiales, es opaca y poco visible. Contar lo que pasa de verdad es tarea de algunos novelistas. Al menos, lo llevo intentando desde 1980, cuando se editó «Un beso de amigo», mi primera novela.

Uno de los personajes fundacionales e imprescindibles de la novela negra española es Toni Romano. ¿Tendremos noticias suyas próximamente?

Los halcones no eligen a las palomas. Toni Carpintero es un pretexto narrativo, un guiño a Sherazade, para que yo pueda contar la transición en este país. Llevo siete con este personaje, la última fue «Adiós, princesa», (2008)

 

 El Planeta lo ha ganado Lorenzo Silva, con una nueva entrega de su saga de guardas civiles, Bevilaqua y Chamorro. Ahora tú ganas el Quiñones con otra novela negra. ¿Es peligroso que la novela negra se oficialice? ¿Puede adocenarse y perder parte del mordiente que debería ser una de sus señas de identidad?

La novela, negra, fucsia, verde… ya está oficializada. Todo está oficializado, convertido en una pizzería, una mera mercancía en el gran supermercado. «Me da usted una novela negra, por favor» «¿La quiere usted con corrupción… con crímenes sangrientos… un poquito de romanticismo? La diferencia estriba, creo, en los discursos, o mensajes -terrible palabra esta- que emite cualquier obra literaria que, en suma, es «una propuesta de mirada al mundo». En darse cuenta de que ese mundo presentado está acabado, listo y en orden, o por el contrario, está en pleno desorden y sin acabar diferencia a los escritores, tanto como su habilidad narrativa.

 

El problema es que solo hemos aprendido a leer una sola vez en la vida.

En Stidio JA, Mariano Navas y Juan Madrid, flanqueando a un tipo orgulloso y feliz…

 El año en que Semana Negra de Gijón, de la que tú fuiste uno de los fundadores, ha cumplido sus primeros 25 años de existencia, tú organizaste la I edición de la Semana de Cine Negro de Salobreña, con un éxito sobresaliente. ¿Estás trabajando ya en la II edición? ¿Nos puedes adelantar algo de la misma?

Sí, creamos en 1985 una Asociación Internacional de escritores «diferentes» o sea policíacos. Se creó entre La Habana y San Juan de los Ríos, México. Julian Semionov, un gran escritor soviético, desconocido aquí, fue su primer presidente y Paco Ignacio Taibo II, su vice. Buscábamos una literatura «comprometida con la realidad», abandonando el inoperante «realismo socialista». Ya estaba prevista la Semana Negra de Gijón, en Yalta (URSS), La Habana, Berlín… pero la asociación se fraccionó, la guerra fría no había muerto, y sigue sin morir. Sigue vivita y coleando.

 

De todo aquello quedó Gijón… pero no era ya lo mismo.

 

Y, para terminar, en estos tiempos de recortes y de puesta en cuestión de la necesidad, de la utilidad de las Letras y de la formación clásica… ¿Es útil la literatura? ¿Para qué sirve?

¿Para qué sirve la literatura? Gran pregunta esa donde las haya. Pero aclaro, creo en la capacidad de «distraer» que posee la literatura, su capacidad para escuchar el eco de la risa de Sherazade. Solo los pedantes de ambos, o de los tres o cuatro sexos que existen, son capaces de expulsarla de sus vidas. La literatura, el conocimiento que aporta sobre el mundo y sobre nosotros, es fundamental. Es una forma de conocimiento que nos distrae de la muerte.

 

Y ahí andamos, un grupo de enajenados, organizando la II Muestra, dedicada a México, con dibujantes y guionistas de cómic, novelistas y cineastas…

 

Saludos fraternales.

¿Qué os ha parecido? Personalmente, me parecen respuestas muy reveladoras de una forma de entender la literatura, que es lo mismo que una forma de entender la vida…

Apuntando a Salobreña

Jesús Lens

El relato

Hoy publicamos este artículo en IDEAL. A ver qué os parece esto del relato y los ejemplos que ponemos:

Sostiene Monserrat Ribas, profesora de la Universidad Pompeu Fabra, que el relato que se hace de lo que ocurre es determinante porque contribuye a construir el marco conceptual que servirá de referencia a la hora de valorar esas cosas que están sucediendo. Y debe saber lo que dice, no en vano, es coordinadora de un grupo de investigación sobre Estudios del Discurso.

El relato. El relato de la crisis, por ejemplo. ¿Qué es la crisis? El relato se ha encargado de convertir la crisis en un devastador fenómeno sísmico o meteorológico que, como un castigo divino, nos viene impuesto del cielo y sobre el que no tenemos margen de maniobra alguno. El relato nos impele, por las mañanas, a cargarnos la Prima de Riesgo sobre los hombros antes de salir de casa y a pensar que todo lo malo que nos pase es culpa de ella. Y de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, claro.

La prima de riesgo, descocada

O el rescate. A través del relato, el tan traído y llevado, denostado, descontado, vilipendiado, ansiado, adorado y exigido rescate se convertirá no solo en algo necesario e imprescindible, sino en un maná del cielo cuya consecución ha costado Dios y ayuda. Y es que un buen relato lo soporta todo.

Por ejemplo, el Barça de Guardiola. ¡Pedazo de relato, oiga! Era tan encantador, tan bonito y estaba tan bien elaborado que hasta quejarse de los árbitros y criticar a los adversarios se percibía como algo cool, molón, suave, necesario y avant-garde. Mou, sin embargo, no tiene relato. Sus exabruptos, salidas de tono y aspereza habituales hacen que, diga lo que diga, parezca que te ha escupido en un ojo. Y así no vamos a ningún sitio.

 

¿Y qué me dicen de las democracias de los países nórdicos? Acaban de intentar matar al presidente finlandés, un cuadro tan famoso como “El grito” de Munch fue robado de una pinacoteca de Oslo y recordar la masacre de la isla de Utoya pone los pelos de punta. Cualquiera que haya visto el cine de los hermanos Kaurismaki ha podido contemplar las contradicciones de aquellas sociedades, desnudadas por los novelistas negros y criminales Maj Sjöwall (ganadora del Premio Pepe Carvalho de este año) y Per Wahlöö, mucho tiempo antes del éxito de Lisbeth Salander o de Kurt Wallander.

¿Es esto, realmente, el Paraíso?

Pero la socialdemocracia nórdica de Nokia e Ikea tiene relato y todo lo que lleve su marchamo es bendecido en cualquier tertulia, reportaje o artículo que se precie. El relato, pues, resulta imprescindible. Y España se ha quedado sin él. Al relato del “España va bien” le llegó un abrupto final que, negado, disimulado y estirado hasta límites inconcebibles; ha terminado por convertir nuestra historia reciente en un sainete, una opereta de tres al cuarto, un infumable culebrón que ya no hay quién lo aguante. ¿Marca España? ¡Claro que sí! En cuanto cambiemos el relato. Que este ya no se lo cree nadie.

Jesús Lens

A ver los 18 de noviembre anteriores: 2008, 2009, 2010 y 2011

Ira Dei

Las ciudades con historia suelen ser, por lo general, ciudades con historias. Por ejemplo, La Laguna, en Tenerife; una ciudad cuyo hermoso casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad, para deleite de turistas, viajeros y visitantes. Pero, también y en ocasiones puntuales, para horror de los vecinos, sobre todo, cuando tienen que emprender algún tipo de obra o reparación en sus preciosas casas.

 

Por eso, cuando unos obreros se dan de bruces con lo que parece una cripta, en el subsuelo de La Laguna, no se extrañan excesivamente. Cuando comprueban que en su interior hay un amasijo revuelto de antiquísimos restos humanos, amontonados sin orden y concierto; la cosa cambia. Y se complica. Sobre todo, porque no hace mucho tiempo que en La Laguna ha aparecido una persona muerta, aunque ésta a ras de tierra; asesinada y con la cabellera cortada. Y, lo que es peor, porque una mujer está a punto de ser asaltada y muerta, siguiendo el mismo patrón criminal en lo referente al cuero cabelludo.

Ni que decir tiene que la vida del inspector Galán, de la policía tinerfeña, está a punto de complicarse. Y la de Morales, su segundo. Y la de Olga, una investigadora de la cultura guanche, experta en enterramientos, a la que llaman para que dé su opinión profesional acerca del siniestro osario recién descubierto.

 

Aunque, para complicaciones, las que llegarán cuando una jovencita, descarada y maliciosa periodista de uno de los diarios locales empiece a publicar información caliente sobre la posibilidad de que haya un asesino en serie actuando en la localidad. ¡Menos mal que Galán cuenta con buenos aliados, como ese inefable inspector Luis Ariosto! Inefable y paradigmático porque, si bien es cierto que es inspector, no lo es menos que lo es… pero inspector de Hacienda. Y que su participación en la investigación le da a la misma el necesario toque de frescura y surrealismo que precisa.

A través de diferentes tramas argumentales y protagonizada por personajes muy distintos, que incluyen a las deliciosas, nobles y vetustas tías de Ariosto; la novela de Mariano Gambín es de esas escritas pie a tierra, impregnadas de un aroma local que las hace creíbles para el lector. Personajes con enjundia, a los que nos gusta acompañar en sus correrías y por cuya suerte somos capaces de sufrir varios sobresaltos a lo largo de la narración.

Y está, después, la vida intramuros. Lo que pasa dentro de una catedral, en el interior de una casa que debería estar vacía o, incluso, lo que ocurre en el subsuelo de una ciudad interior, excavada bajo tierra. Porque en esta sociedad supuestamente transparente y Gran-Hermanada, sigue habiendo muchos secretos. Y disimulos. Y suplantaciones. Y enigmas. En una sociedad que trata de hacer tabla rasa con el pasado, el peso de la historia puede servir para resolver varios crímenes. Y para evitar algunos otros.

 

Porque la realidad, además de ahí fuera; está ahí dentro: en los archivos, en los viejos legajos, en las hemerotecas. La verdad está en los libros, como Galán, Ariosto y los demás protagonistas de “Ira Dei” nos demuestran.

Jesús Lens

Ahora, veamos 30 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011

Planeta negro

Le pregunta un periodista a Lorenzo Silva, que acaba de ganar el Planeta con una nueva entrega de sus personajes Bevilacqua y Chamorro que si ya tiene una entrega en la cabeza.

 

Y así contesta Lorenzo: “Los tengo siempre encima. Son como un par de petardos que se cargan de pólvora hasta que llega el momento de la explosión. Tengo muchas historias y las dejo madurar. La frecuencia es de dos o tres años; la cosecha anual para la serie se puede cargar a los personajes. Con el boom de la novela policial paré un poco. Si no quería que me arrastrara el tsunami tenía que dejarlo pasar y ver que quería hacer. Me tomé cinco años tras cinco libros. O me pensaba el sexto o caía en la autoimitación. Sería el fin.”

Aunque el resto de la entrevista es igualmente jugosa (la podéis leer aquí) me gusta esa respuesta ya que en ella hay muchas cosas interesantes, de la moda de la novela negra a las sagas, pasando por la presión de la actualidad y la repetición de esquemas.

Del boom de la novela negra hemos escrito mucho. Lo que antes era un género para selectas minorías; denostado, despreciado e ignorado, de pronto se convirtió en objeto de consumo masivo, atrayendo a miles de lectores que antes no se hubieran acercado a esta literatura ni con máscara de gas. Pero lo peor es que también se sumaron al carro autores que, al calor de las ventas y la atención mediática, empezaron a escribir de polis y cacos lo mismo que antes escribieron de ángeles y demonios.

Quede constancia de que Lorenzo Silva no es un recién llegado: sus dos guardias civiles han protagonizado siete novelas, hasta la fecha, a lo largo de casi veinte años. ¡Que se dice pronto!

 

Pero está la realidad. Esa realidad que nos rodea y nos arrastra. Una realidad que está pidiendo a voces un Markaris que la desenmascare y que la vengue.

¿Podrían ser estos picoletos quiénes la desbrozaran? Y si no, ¿quiénes?

Esa es la cuestión.

Ni que decir tiene que apenas salga la novela la compraré y la devoraré. Como he hecho con todas las anteriores de la saga. Y sé que Lorenzo habrá parido una nueva novela canónica, con total seguridad, el mejor procedural escrito en España. Profesional. Muy profesional. Lorenzo conoce todos los resquicios de una investigación. Y él, a su vez, investiga hasta la extenuación y no se le pasa ningún detalle. Nada de corazonadas o casualidades en la resolución de sus tramas.

 

Además, sus personajes me caen bien. Son de esos personajes normales, con los que uno se identifica. Personajes que viven en este mundo, en este país y en este siglo XXI.

Funcionarios.

De los que funcionan.

De los que hacen funcionar el país.

¿Les habrán bajado el sueldo? ¿Les habrán recortado a ellos también o todavía no les habrá tocado?

La respuesta, pronto, en la librería más cercana.

Jesús Lens

Y ahora, a ver qué blogueamos los 16 de octubre de 2008, 2009, 2010 y 2011