Granada Negra

Rematamos el reportaje que escribí para IDEAL, sobre Granada como escenario policíaco y criminal, cuya introducción y primera parte publicamos aquí y aquí respectivamente. Y es que la realidad que nos rodea puede ser más negra que la oscuridad de una noche sin luna… (Aquí, la edición digital del artículo, tal y como la publicó IDEAL)

No solo del pasado vive la Granada más negra y criminal. En los libros del novelista y profesor de Derecho José Luis Serrano es una abogada, Amparo Larios, la que tiene que vérselas con la sordidez y las entretelas de una ciudad tan levítica como contemporánea que, primero, trata de pasar desapercibida bajo el nombre de Elvira. Lo que resulta imposible. Porque Granada, nuestra Granada, solo puede ser una. Con sus personas, sus personajes, sus personajillos y sus personajetes.

Granada Negra Amparo Larios

Hasta ahora son dos las entregas protagonizadas por Amparo Larios, una arrojada letrada que gusta ir por libre, en todos los ámbitos de su vida. Incluida la cama. Y que no duda en plantar cara a las mafias marbellíes y a algunos compañeros que, más bien, son comparsas; aunque su actitud le cueste más de uno y dos disgustos. Con “Al amparo de la ginebra” y “Febrero todavía”, Serrano inició una saga que no debería haber acabado. Y no solo porque el autor la concibiera originalmente como una tetralogía, sino porque la sórdida actualidad da, por desgracia, para muchas novelas y argumentos negrocriminales, como Petros Markaris está demostrando en Grecia con su famosa Trilogía de la Crisis.

Así, por ejemplo, Juan Madrid, uno de los fundadores del género negro en España junto a Andréu Martín y Manuel Vázquez Montalbán, ha ganado la última edición del Premio Fernando Quiñones de novela con “Los hombres mojados no temen la lluvia”, en la que el trasfondo de la trama es un ficticio proyecto urbanístico que convertiría al precioso pueblo de Salobreña en una villa con puerto deportivo al estilo de Marbella, con todo lo que ello conlleva.

Granada Negra Juan Madrid

Y es que Juan Madrid lleva muchos años afincado en la localidad costera granadina y puede escribir con absoluto conocimiento de causa sobre la realidad que nos rodea. Otros escritores locales, sin embargo, como Alejandro Pedregosa, han preferido regar de sangre lugares alejados de Granada, como el Camino de Santiago, en “Un mal paso” o la Pamplona que disfruta de los Sanfermines, en “Un extraño lugar para morir”. Pero justo ahora acaba de aparecer publicada, en la editorial Cuadernos del Vigía, una recopilación de sus cuentos negros y criminales bajo el título de “La sombra de Caín” y, recién salido del horno, ya está en las librerías su personal homenaje a Patricia Highsmith con “A pleno sol”, una novela policíaca en la que el protagonista, un policía apartado del servicio por su edad y por las secuelas de un accidente, ha de tratar de encontrar a Daniela, una joven activista del movimiento 15M que desaparece de la acampada que tomó la madrileña Puerta del Sol en aquellas semanas en las que pareció que otro mundo era posible.

Granada Negra A pleno sol

Pero si ha habido una novela que ha supuesto una pequeña revolución en el mundillo negro y criminal granadino, esa ha sido “El poder de la Reina”, de Ramón Alcaraz, un taxista que ha trasladado al papel su larga experiencia acumulada como conductor de la noche y que ha visto de todo. Literalmente. Sobre todo, en sus carreras a determinadas áreas de la Zona Norte de Granada en las que se mueve el menudeo de drogas. Y algo más que el menudeo. Por eso su novela rezuma autenticidad por los cuatro costados y está escrita con un lenguaje duro y descarnado, completamente alejado de lo políticamente correcto y en las antípodas de tanta literatura soft que nos rodea. Porque la heroína es una droga dura. Muy dura. Demasiado.

Granada, a la vista está, atesora a una notable pléyade de escritores que no dan la espalda a la realidad que nos rodea y que, con sus novelas de género negro y criminal, nos muestran el reverso tenebroso de una ciudad que, a veces, no es tan bonita como se muestra en las postales.

Granada Negra Ramón Alcaraz

Una ciudad, una urbe contemporánea, en la que anidan vicios, lacras, corruptelas, violencias y tráficos de todo tipo de sustancias alegales, paralegales o directamente ilegales. Una ciudad que, en los cronistas de su lado oscuro, encuentra a los necesarios notarios que dan fe de esa otra verdad, la que está ahí al lado, pero que no sabemos ver. Cronistas que se convierten en fareros que, por las noches, nos iluminan y nos acompañan más allá de donde nosotros nos atreveríamos a entrar. Solos. Porque más allá… más allá haya monstruos. Y, por desgracia, esos monstruos no son ni zombis ni vampiros. Son personas que, como usted o yo, parecen normales. Si la normalidad es posible en los tiempos que nos ha tocado vivir.

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El género negro, heredero del realismo social

Aunque este despiece NO es el que abría el reportaje que publiqué en IDEAL el pasado domingo, viene bien para contextualizar el mundo de las letras negras y criminales en Granada.

 

A ver qué os parece como introducción:

Una de las novelas del célebre Michael Connelly comenzaba cuando Los Ángeles ardía por los cuatro costados como consecuencia del famoso caso de Rodney King. Y, en la costa este de los Estados Unidos, Dennis Lehane está tejiendo un impresionante fresco sobre la historia de la ciudad de Boston a partir de las andanzas de un policía muy poco convencional y nada conformista, en los años veinte en los que el anarquismo, la Idea, había prendido con fuerza en la joven nación norteamericana. ¿Se podría entender, en fin, el fin del sueño americano y el asesinato de Kennedy, sin las novelas de James Ellroy?

 Negra y Criminal Michael Connelly

Para saber cómo el PRI escamoteó unas elecciones al PRD, es imprescindible leer al escritor méxico-asturiano Paco Ignacio Taibo II y, si queremos entender qué supuso el período especial en Cuba, nada mejor que sumergirse en las sugerentes, ácidas y preclaras novelas de Leonardo Padura, Justo Vasco, Amir Valle o Lorenzo Lunar.

 Negra y Criminal Taibo

En Argentina, Guillermo Orsi y Raúl Argemí saben bien que, hasta hace poco, el héroe de una novela policíaca nunca podía ser, precisamente, un policía. Porque cualquier ciudadano de bien, al ver a un poli, se cruzaba de acera. Y los escritores nórdicos de novela negra son los que nos permiten atisbar la amargura que puede albergar el sueño de la socialdemocracia más moderna y sofisticada.

En España, autoras como Cristina Fallarás han ganado el Premio Hammett de Semana Negra con una novela como “Las niñas perdidas”, en la que narra una historia de pederastia que investigó como periodista, pero que solo pudo contar como novelista.

 Negra y Criminal Fallarás

Y es que, en nuestro país, el testigo de autores de cómo Benito Pérez Galdós o Pío Baroja lo han tomado autores que, como Manuel Vázquez Montalbán, nos contaron la transición en clave negra y criminal, a través de su personaje, Pepe Carvalho. O Mariano Sánchez Soler, que se ha hecho con el premio L’H Confidencial con “El asesinato de los marqueses de Urbina”, después de haber metido el escalpelo de su afilada pluma en temas como el de los neonazis en España o el de la trata de blancas.

Otro de los padres fundadores del género negro en España, Andréu Martín, ganó el premio Crims de Tinta con su novela “Sociedad Negra”, en la que las protagonistas son las tríadas de la mafia china que empiezan a extender sus tentáculos por Barcelona y otras grandes ciudades españolas.

 Negra y Criminal Andreu Martín

Y el lector que quiera saber, con precisión quirúrgica, cómo se lleva adelante una investigación policial, tendrá que leer obligatoriamente a Lorenzo Silva y su saga protagonizada por Bevilacqua y Chamorro, una pareja de Guardias Civiles que hacen de la naturalidad, la sencillez y la credibilidad su divisa por antonomasia.

 Negra y Criminal Silva

Sirvan estos ejemplos como muestra de que la literatura negra y criminal es la más y mejor conectada con la realidad que traen las páginas de los periódicos de cada día. Y no solo en la extinta sección de Sucesos, la Tinta Roja de la prensa sudamericana, por desgracia.

El lector que quiera comprender lo que hay más allá de los titulares de las noticias del día a día, cómo crece y se fomenta la corrupción y cómo se pudren algunos de los pilares básicos del estado del bienestar; tiene a su alcance un instrumento barato, asequible, cómodo y atractivo: la novela negra y criminal. La buena. La de calidad. La mejor. Que hay mucho subproducto por ahí pululando, apuntado a la moda del negro, tratando de engañar al personal.

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¿Y los 20 de mayo de 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012… qué blogueé?

 

La senda trazada

Vaya por delante una confesión que tampoco sorprenderá a nadie: los libros con libro, me arrebatan.

Es lógico, ¿verdad?

El caso es que una novela en la que aparezca un libro misterioso, perdido, extraño o desconocido y que forme parte importante de la trama, ya tiene mucho camino ganado para conquistarme.

Este año, entre las adquisiciones de la ya lejana Semana Negra 2012, figuraba “La senda trazada”, de Pedro de Paz, un autor que además es músico.

“El camino es largo y duro, compañero –musitó-, por más que, al final del trayecto, todos acabemos en el mismo lugar. Todos tenemos la senda trazada y te aseguro que no nos queda más remedio que seguir sus pasos, nos guste o no”.

La senda trazada

Me encantó esta frase, de uno de los primeros capítulos de “La senda trazada”, cuando Alfonso Heredia, un fotógrafo de prensa en horas bajas, acababa de adquirir un extraño libro, antiguo, manuscrito con caracteres góticos en una librería de viejo del Madrid de toda la vida.

Y si quieres seguir leyendo, tendrás que darte un garbeo por nuestra página hermana, que la Banda del 38 tiene mucho que contar…

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31 noches

Me gustan las historias contadas por un muerto. No me refiero a historias de zombis (que también) o de terror, sino a las historias normales, negras y criminales, que comienzan con un muerto que tiene algo que contar. El ejemplo por antonomasia es, por supuesto, El crepúsculo de los dioses, con el cadáver del narrador flotando en la piscina.

31 noches escolar

Y, en su dimensión literaria, el último libro al que me he enfrentado que parte de dicha premisa es 31 noches, de Ignacio Escolar. Y digo bien libro, que no novela, porque esta historia es uno de esos relatos veraniegos publicados por entregas en el extinto diario Público, tan llorado como escasamente apoyado. Comprado, o sea.

(Sigue leyendo, en una de nuestras webs hermanas, Calibre 38)

 

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