Y PUNTO

Es muy fuerte lo que voy a decir, hablando de la novela de una debutante, pero si Francisco González Ledesma hubiera decidido que su maravilloso inspector Méndez fuera una joven mujer policía del siglo XXI, la habría llamado Clara Deza y habría escrito una novela con muchas conexiones con “Y punto”, la extraordinaria carta de presentación en la sociedad literaria de una autora con muchas cosas que decir: Mercedes Castro.


Hace unas semanas, cuando recibí la novela, firmada y dedicada por la autora, escribí una especie de reseña introductoria en que mostraba mis temores a que no me gustara la primera obra de una amiga muy especial. Temores que, por fortuna, se desvanecieron desde las primeras páginas de un libro intenso, ingenioso, cargado de literatura de alto voltaje, imaginación, desparpajo y una buena dosis de mala leche.

Desde que Clara Deza atraviesa las puertas de la comisaría, maldiciendo al poli barrigudo que hace guardia y que la saluda llamándola niña, mona y otras lindezas por el estilo; ya sabemos que la tal nena es una mujer de armas tomar y sarcasmos escupir. Porque la lengua de Clara puede ser más mortífera que el Colt 45 del mismísimo Harry el Sucio.

El arranque de la novela, larga y voluminosa, pero en absoluto pesada o cansina; parte de la muerte del Culebra, un confidente de Clara que ha aparecido con una jeringuilla colgando de un brazo inerte. Lo curioso es que el chute mortal se lo metió justo después de dejar un mensaje a Clara en su contestador, en el que le decía que tenía algo que contarle. ¿Casualidad?

Pero es que, además, también ha aparecido asesinada una puta de lujo, en su piso de Madrid. Y todo ello, en mitad de una operación de vigilancia de uno de los capos de la droga más importantes del país.

Mercedes teje, por tanto, una espesa tela de araña en la que Clara Deza queda atrapada, con la peculiaridad de que no puede bracear y destrozarla, sino que tiene que moverse sigilosamente entre sus sedosos hilos, esquivando tanto a los depredadores como a otros insectos supuestamente atrapados en la misma trampa.

La doble dimensión de “Y punto”, policíaca y sociológica, está perfectamente imbricada, complementándose y retroalimentándose. Ser mujer, ser joven, ser moderna y ser policía, no es fácil. La vida privada se da la mano, obligatoriamente, con la profesional. Y la vida privada de una policía no es fácil. Que se lo digan, si no, a su pareja, un abogado JASP con, también, una buena carga vital –y de retranca- a sus espaldas.

Y los secundarios, desde ese Culebra al que vamos descubriendo hacia atrás, al atractivo Vito. Porque el mal es muy seductor. Punto y aparte merecen el resto de policías que conviven con Clara en la comisaría, con Santi y Carlos a la cabeza y la inefable Reme, de la que no diremos ni una palabra para que el lector la pueda descubrir en su integridad.

Estamos, pues, ante una novela extraordinaria que consagra a Mercedes Castro como una autora de raza, con una voz propia para contar las muchas e interesantes cosas que tiene que decir.

Querida amiga, a partir de ahora, te seguiremos con atención y detenimiento. Es una promesa. Y una amenaza. ¡Y no tardes nueve años en escribir tu próxima novela!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

HERIDAS PERMANENTES

Entre las cosas buenas que tiene la globalización está el que las distancias cada vez son más pequeñas y los intercambios personales y profesionales, cada vez más estrechos. Así, en un mundo globalizado, Jon Aldekoa, agente de la Erztaintza, puede trasladarse a Nueva York en un programa de intercambio con el departamento de policía de una de esas ciudades que son mundos en si mismas.


Y en los meses que Jon pasará en NYC se producirán dos series distintas de asesinatos. Por un lado, mujeres. Por otro, ex combatientes. Un bautismo de fuego de lo más enigmático… y sangriento.


A través de los ojos de Jon, nos damos de bruces con esa realidad mestiza y multicultural que resulta inherente a los EE.UU. en general y a Nueva York en particular: un policía de origen irlandés al que le toca como compañero un afroamericano y un vasco que trabajará con un hispano. En unas calles siempre complicadas, eso sí.

Lo bueno de que llegue una persona de fuera a un ambiente cerrado es que aporta una visión nueva, una perspectiva diferente. Y de esa manera, a través de los ojos de Jon, asistimos como espectadores privilegiados a los entresijos de una sociedad de la que, en teoría, lo sabemos todo.


Y es que ese punto de vista, llamémosle virgen, sirve para cuestionar desde los métodos de investigación hasta distintos aspectos de una sociedad muy contradictoria. Una sociedad que, en el arranque del siglo XXI, vive sumida en el miedo y el terror, algo de lo que la figura del asesino en serie es el mejor reflejo.

Además, los EE.UU. viven en una situación de guerra. Porque lo de Irak, aunque esté a miles de kilómetros de distancia, afecta de forma muy directa a un amplio sector de la población estadounidense, como “Heridas permanentes”, publicado por la editorial Tropismos, se encarga de contar.

Y todo ello, a través de una prosa muy bien elaborada, directa y clara, que José Javier Abasolo siempre apunta al meollo de una historia actual, moderna y repleta de matices y guiños a la actualidad más rabiosa de un mundo complejo en el que el efecto mariposa alcanza tintes que pueden llegar a ser de lo más sorprendentes.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LITERATURA DE VIAJES: UN ENCUENTRO CON EL OTRO

Sobre el encuentro de Jerónimo Páez y Goytisolo en el marco del Hay Festival, publicamos estas escuetas palabras:

Una cuatrocientas personas siguieron con enorme interés el diálogo que, sobre las relaciones entre España y el mundo islámico, mantuvieron Jerónimo Páez y Juan Goytisolo. Una charla en que se reivindicó la necesidad de una alianza de valores comunes entre los países de las dos orillas del Mediterráneo, así como la de una decidida política europea de paz para Oriente Medio. Igualmente se defendió la esencia mestiza y transcultural de una España que es herencia de múltiples civilizaciones e influencias y que, a su vez, ha sido vehículo de transmisión de ideas, culturas y pensamientos.


Y es que la entrevista que le hizo IDEAL a Goytisolo fue de lo más jugosa.

Así que dejamos lo que publicamos ayer sábado en el periódico sobre la cordial charla acerca de la literatura de viajes del viernes noche…

Paisajes, monumentos, historia, gastronomía, cultura… De todo eso tiene que hablar un buen libro de viajes. ¡Por supuesto que sí! Pero la mejor literatura nómada, la que está llamada a trascender, siempre tiende al encuentro con el otro. Con el que es distinto. Con el que es diferente.


Al menos, así lo entienden Tahir Shah, Chris Stewart y Michael Jacobs, los tres contertulios que, en el marco del Hay Festival, disertaron anoche sobre uno de los géneros literarios más famosos, populares y reconocidos. “En los tiempos de Internet, cuando lo que pasa en el mundo lo podemos ver en la televisión en directo, ¿para qué servimos los escritores de viajes?”, se preguntaba Stewart, muy conocido por su recreación de su vida en las Alpujarras. Y él mismo se contestaba: “Aunque tenemos mucha información, también hay una enorme incomprensión. Por eso, la mejor literatura es la que describe a las personas como seres humanos”. Y los aplausos cosechados entre el público por esta afirmación demuestran que sí, que el factor humano es siempre el más importante a la hora de contar historias.

Brillantemente introducidos por Juan Antonio Díaz, a lo largo de una hora que se pasó en un suspiro, los tres escritores dialogaron en un ambiente de desenfadada cordialidad acerca de libros, viajes y experiencias, de exilios, regresos, aventuras y encuentros; para deleite de los aproximadamente dos centenares de oyentes que se dieron cita en el muy acogedor y apropiadamente elegido para la ocasión Carmen de los Mártires.

Para Tahir Shah, un anglo-paquistaní que reside en Casablanca, estar en Granada es un privilegio. “Porque esto es como un pedazo de Marruecos y los escritores de viajes, lo que realmente hacemos es tender puentes entre culturas. Lo que yo persigo es que en el Este se conozca el Oeste y viceversa.” La literatura como vehículo de conocimiento, de descubrimiento.

Para Jacobs, además, al escribir un relato de viajes se trata de hacer una recreación, con un punto de nostalgia, del periplo ya terminado. Se trata de revivirlo, de regurgitar las sensaciones, de volver a disfrutar de la experiencia. “Pero de una forma más cómoda y sencilla”, ironiza Stewart.

“¡Y sin aburrir!”, proclama Tahir. “Porque leer cuarenta páginas en que se describe el desayuno que el autor se tomó en un hotelito, no tiene sentido”. Y ahí es dónde radica el problema de un género literario que, por su propia naturaleza, ha de ser mestizo, mezclando la autobiografía con la novela y la ficción.

En lo que coinciden los tres contertulios es en que lo más importante para un autor es viajar con los ojos bien abiertos, los oídos preparados y los sentidos alerta. Es necesario tener una importante capacidad de observación de todo lo que ocurre alrededor del viajero. En ese sentido, para Shah no hay nada cómo sentarse en un café y dejar que la vida fluya a su alrededor, hablar con la gente, ver, mirar e impregnarse de la magia del ambiente. O, como señaló Jacobs, parafraseando a Azorín: “capturar la realidad poética de las personas y los lugares, huyendo del estereotipo, yendo más allá de lo aparente.”

¿Y por qué viajamos? Más sencillo aún. ¿Por qué les gusta tanto a los lectores este género literario? “Porque nos permite escapar. A ellos y a nosotros”. El viaje como huída fue también reconocido como una fórmula válida; como reivindicación del cambio, del exilio voluntario y, porque no, de la aventura. Porque viajar genera adicción, como señaló Jacobs.

Pero este género literario también puede provocar suspicacias. Por ejemplo, una persona del público hizo referencia a la ofensa que puede provocar una descripción errónea hecha por el autor. Los tres contertulios coincidieron en afirmar que, efectivamente, y aún cuando sólo pretendas mostrar la cara más amable de una persona, de una familia o de una cultura; es posible que se produzcan este tipo de malentendidos que, por otra parte, todo escritor debe estar dispuesto a asumir.

Otra cuestión polémica: ¿es lícito que un escritor de viajes, antes de emprender el periplo que después pretende contar, se empape de otros libros y se estudie la historia, geografía, costumbres y demás del lugar que va a visitar? ¿No es una especie de trampa al lector? Igualmente, la respuesta es bastante homogénea: “No. En ningún caso.” Porque el buen escritor, lo que debe hacer, es contar de la forma más ágil posible su propio viaje, dejando constancia de sus encuentros y sus sensaciones. Se trata de generar empatía y, después, de transmitirla, de una forma personal y única.

Lo importante es entusiasmar al lector y tener la capacidad de hacerle sentir lo mismo que el viajero, a través de una narración que transmita esos olores y sabores exóticos, que sea capaz de hacer entendibles los diálogos en idiomas extranjeros y, sobre todo, que permita interpretar esas realidades ajenas que son las que han suscitado la curiosidad del lector y le han llevado a comprar, precisamente, ese concreto libro de viajes que tiene entre sus manos.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

BIENVENIDOS AL HAY FESTIVAL

Dejamos el artículo que publicamos hoy en IDEAL, en la sección Vivir, sobre la llegada del Hay Festival a Granada.

Hoy comienzan las actividades del Hay Festival, en su edición granadina, una cita que llenará la Alhambra y sus alrededores de diálogos, charlas y conversaciones. Una cita que ha levantado una notable expectación, tras el éxito cosechado en su versión original galesa así como en las ediciones segoviana y colombiana del mismo.

A lo largo de los próximos días, personalidades como Umberto Eco, Jon Lee Anderson, Boris Spassky, Paul Preston, Juan Goytisolo, Fadia Faquir o Radwa Ashour utilizarán la palabra como instrumento para el intercambio de opiniones y pareceres y para la generación de ideas, de forma que el mundo nos resulte un poco más cercano y más comprensible.

La nómina de invitados a participar en el Hay Festival granadino es tan extensa como completa y poliédrica. Personalmente, además de escuchar a los popes consagrados, me encantaría asistir a la charla con Najat El Hachmi, cuya novela “El último patriarca”, galardonada con el premio Ramón Llul de las Letras Catalanas, promete dar que hablar, no en vano toca el tema de la inmigración desde un punto de vista muy personal.

Las dudas que suscita el Hay Festival, más allá de las temáticas elegidas para las charlas y coloquios, vienen dadas por dos cuestiones de orden práctico. La primera: ¿estará dispuesta la gente a pagar por asistir a estos diálogos? En Granada, el paraíso de la tapa obligatoria y gratuita, capital de la concurrencia de variados y variopintos actos culturales diarios, el gratis total está bien interiorizado entre la ciudadanía, oriunda y de adopción. Aún así, parece que el ritmo de venta de entradas es bueno y que habrá llenos clamorosos en varias de las citas.

El segundo problema, de carácter logístico, apela a la pereza que podría embargar a los potenciales escuchadores de las tertulias, a la hora de desplazarse hasta la Alhambra y sus aledaños. ¿Cómo funcionará el transporte público? ¿Cómo andará de plazas el párking?

Además, el Hay Festival tendrá que luchar contra ese ombliguismo militante, empobrecedor y reduccionista, que entiende que la organización del Festival ha ninguneado a los creadores y artistas de la tierra y, especialmente, a la Universidad de Granada, al traer a un buen número de ponentes foráneos y apenas dar cancha a los pensadores locales.

Es curioso y llamativo que, cada vez que se organiza en Granada algún evento cultural con amplitud de miras y vocación de largo alcance, aparezcan voces críticas que echan de menos un carácter más local e introspectivo del mismo. ¡Qué empeño, el de que sean siempre todos y los mismos, los encargados de disertar, hablar, actuar e interpretar en Granada!

Podíamos leer ayer martes, en las páginas de Opinión de este periódico, un artículo en que se criticaba el hecho de que, para hablar de Ayala, vengan personalidades distintas a las que participaron en el primer congreso y homenaje que se tributó en Granada al centenario escritor. ¿Por qué se supone que eso es negativo y criticable? ¿Qué tiene de malo que voces distintas a las habituales expresen sus puntos de vista sobre la obra del escritor? El sentimiento patrimonialista de la cultura granadina siempre me ha resultado incomprensible. Como si fuese necesario tener una patente de corso, una licencia exclusivista para hablar de según qué temas.

Y resulta especialmente llamativo este tipo de críticas cuando en este Hay Festival van a participar algunos de los más reputados y señeros intelectuales y artistas granadinos y otras personalidades afincadas en nuestra ciudad, de Luis García Montero y Jerónimo Paez a Enrique Morente, Chris Stewart o un conjunto de poetas entre quienes se encuentran Daniel Rodríguez Moya o Fernando Valverde.

Comienza hoy, por tanto, un Festival distinto y a contracorriente. Un Festival que apuesta por la calidad de contenidos y que, a través de los diálogos y la confrontación de puntos de vista diferentes, aboga por erradicar ese pensamiento único, tan propio de los monólogos unidireccionales a que, por desgracia, estamos acostumbrados.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- Entrevista con Peter Florence, responsable del certamen.

MERCURIO NEGRO

Fue mi amigo Juan Carlos quien, conocedor de mi debilidad por las novelas de policías, ladrones, detectives y asesinos; me dio un ejemplar de la revista gratuita Mercurio, editada por la Fundación José Manuel Lara. Un Panorama de Libros cuyo número 99, correspondiente a Marzo de 2008, estuvo centrado en el género negro y criminal.


Con artículos de Justo Navarro, sobre las claves de la nueva novela angloamericana, un trabajo sobre Donna Leon escrito por Juan Carlos Rodríguez y unas eufóricas notas del librero comisario Paco Camarasa; el dossier también cuenta con reportajes sobre Petra Delicado, sobre la evolución de la figura del detective privado en la novela negra y con un íntimo y sentido repaso de Francisco González Ledesma por las calles de Barcelona.


Un interesante fresco sobre lo que se cuece en ámbitos negro-criminales.

EL número 100 de Mercurio está dedicado a Ana María Matute, pero quizá todavía esté en los expositores éste 99, bien negro, bien criminal.

No dejen de hacerse con él. En librerías. Gratis total.

Jesús Lens.