LO MÁS BONITO DEL DÍA

La columna de hoy de IDEAL, un merecido homenaje a un amigo. Y a una ciudad. Con todo mi agradecimiento… o mi futuro cabreo ¡Que me he visto “obligado” a volver a escribir de viajes!

Quiero empezar esta columna felicitando efusivamente a nuestro compañero y, sin embargo amigo, Manolo Pedreira. Le felicito por haber culminado con éxito una prueba tan dura y exigente como es la Maratón de Nueva York y, sobre todo, por ser capaz de resumir la esencia de nuestro deporte favorito en una sola frase: “Run for a beautiful day”. Corre para tener de un día bonito.

No es fácil conseguir un dorsal para correr en la Gran Manzana. Y la propia desmesura del evento, con decenas de miles de atletas en liza, hace que la logística del mismo lo haga todo aún más complicado. ¿A que parece que hablo con conocimiento de causa? Es lo que tiene haber leído las crónicas de Pedreira.

Crónicas que ha bordado. Las puramente deportivas, en las páginas de IDEAL y, en su fantástico Blog, “Objetivo Central Park”, unas reseñas más largas, apoyadas en excelentes y sugestivas fotografías, que podríamos adscribir a ese género literario llamado, sencillamente, “Piezas maestras”.

Pueden tildarme de exagerado y de escasamente objetivo por hacer ese juicio de valor. Y tendrán razón. Por más que Manolo, sin entrenar, me adelantara en los últimos metros de la Media Maratón de Granada y a pesar de la mucha envidia que he sentido por su gran aventura americana, me jacto de ser amigo suyo. Así que, si ponen en cuarentena todo lo que les voy a contar, harán bien.

Nunca he estado en Nueva York. Y, aunque me atrae su halo mítico, no es uno de los destinos que ocupaban los primeros puestos de mi lista imaginaria de viajes pendientes. Hasta ahora. Hasta que, leyendo las crónicas de Manolo, me he encontrado recordando lecturas, películas, canciones, fotografías, historias, mitos y leyendas. Tantas, y contadas con tanta intensidad que, si pudiera, me sacaba un billete para ir a la Gran Manzana mañana mismo.


Y, me pregunto, ¿a qué debe aspirar la más selecta literatura de viajes, sino a conseguir que el lector se sienta transportado a los lugares y espacios descritos por el autor, haciéndole desear irse allí, a la mayor brevedad?

Pero es que, además, haciendo gala de una transversalidad intercultural sólo al alcance de las mejores plumas, con sus crónicas de viajes, Pedreira ha conseguido que quiera volver a ver “El Padrino” o “Jó qué noche”, escuchar algunos de mis grupos de jazz norteamericano favoritos, rescatar las láminas de Hopper y hasta releer libros cuyas lecturas creía tener sepultadas en el baúl de los recuerdos.

Es verdad. Soy subjetivo y partidista. Pero créanme. Durante un puñado de días, lo más bonito de la jornada no era el café y la tostada con los compañeros, las cañas con los amigos o los ilusionantes proyectos laborales del momento. No. Los mejores momentos eran los que compartía con Manolo, pateando a su lado las calles de Nueva York. Y si no me creen, compruébenlo. Lo tienen a golpe de click, en los Blogs de IDEAL: Objetivo Central Park.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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ALIADOS CONTRA LA SED

Sé que no debería hacerlo, que no puede ser bueno para la salud y que me arriesgo a que un día me dé un jamacuco. Lo sé. Y aún así, me encanta correr a mediodía, con las tripas vacías, cuando el desayuno no es sino un recuerdo y el cuerpo empieza a pedir la chicha del almuerzo.

Sea invierno, sea verano, nieve, truene, caigan chuzos de punto o esté el asfalto derretido por el sol, cantando la chicharra y los aires acondicionados a tope; yo salgo a correr a mediodía. Por aquello de las sensaciones, si recuerdan ustedes.

Y mis aliados son:

Por la mañana, siempre que puedo, agua, mucha agua, utilizando la táctica saharaui de los camellos y dromedarios de almacenar para cuando no haya. Bien del grifo o, si encarta, agua de Lanjarón.


En cuanto llego a casa, después de correr, para reponer los tres kilos que vengo a perder, con la espumilla blanca de la deshidratación en la comisura de los labios… Aquarius. Lo descubrí en Carchuna, tras una insolación. Desde entonces no falta en casa. Aquarius de naranja o de cola. Aquarius siempre.


Y, con la comida, haya lo que haya, un gran vaso de gazpacho Alvalle con hielo. Hay otros, los hay caseros y muy buenos. Pero mi gazpacho, Alvalle.


Y, a la caída de la tarde, por supuesto, llega la hora de la birra, de esa cerveza que se viste de verde y tanto nos gusta: la maravillosa, única e indispensable Alhambra 1925.


Y sí, vale, también alguna cañita de barril he llegado a beberme. Que, aunque yo no soy ése, podría serlo. Sin duda.

Porque beber rima con correr y nuestro color, ya lo saben ustedes, es el Verde.

Sí. Estamos locos. Pero nos gusta.

Jesús Lens.

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