BILL, HÉROE GALÁCTICO

Rash se quedó sorprendido cuando leyó en mi Twitter que estaba enredado con las historias de “Bill, héroe galáctico”, una novela cuyo título olía, indefectiblemente, a ciencia ficción.

Y así era.

Lo hemos dicho, lo repetimos y lo seguiremos haciendo: ¡viva el mestizaje literario y gracias a Semana Negra por propiciarlo, favorecerlo y potenciarlo!

El caso es que estaba sentado en la terraza del Don Manuel, a la hora del café de sobremesa, cuando Natalia y Alejo se sentaron en mi misma mesa. Empezamos a hablar de esto y aquello y, en un momento dado, comenté que mi compañero de habitación era más nervioso que el rabo de una lagartija. Se miraron y sonrieron. Y me explicaron el porqué: a la hora de traducir novelas y tebeos, cada vez se utiliza un lenguaje más neutro, plano, frío y poco apasionado. Por eso, cuando recuerdan expresiones como la del rabo de lagartija, universales, gráficas, sonoras… las apuntan.

Y me pasaron”Bill, héroe galáctico”, para que leyera un puñado de párrafos. ¡Y cómo sonaban! Sólo por recuperar una palabra como “mostrenco”, ya vale su peso en oro. Así que me quedé con Bill y, en el viaje de vuelta de Gijón a Granada, le hinqué el diente. Al principio, con curiosidad. Y, a medida que iba avanzando por sus páginas, con interés, deleite y creciente satisfacción.

Y me acordé de la presentación que Paco Ignacio Taibo II hizo de la obra de Joe Haldeman, uno de los gurús de la ciencia ficción, cuando dijo que este género fue el que, durante la época de la censura, propició más libertad creativa, tanto estilística como de contenidos. Efectivamente, al ser considerado un género menor y sin importancia, a través de las novelas de anticipación se hacía la crítica más feroz y despiadada al status quo vigente, a la sociedad de la desigualdad y a las siniestras guerras colonialistas.

Efectivamente, “Bill, héroe galáctico” es una despiadada sátira acerca del ejército y las guerras, los procesos de reclutamiento, los sargentos instructores, el heroísmo, la patria, las medallas, las condecoraciones, los homenajes y el caos del mundo contemporáneo. Una crítica feroz a un sistema alienante en la que el humor y la desmesura sirven como espejos deformantes de una realidad que, si no fuera cruelmente real, sería surrealista.

Así, no es de extrañar que los auténticos veteranos de guerra, aburridos de leer falsas historias de heroísmo sin límites y abnegación a raudales, consideren que la novela de Harry Harrison es una de las que mejor ha sabido captar la realidad, el caos y el sinsentido de lo que supone un conflicto bélico.

Gracias a la editorial Gigamesh y a Natalia y Alejo por poner en mis manos un libro que, en parte por desconocimiento y en parte por prejuicios, es más que probable que no hubiera leído jamás. Lo que hubiera sido un craso error, desde luego.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.