Amarga celebración

No sé ustedes, pero en mi entorno más cercano no estamos celebrando con especial énfasis lo del 25 aniversario. En concreto, no lo estamos celebrando de ninguna manera. Es más: cada vez que vemos una imagen de Santa Justa, Curro o la Expo 92, se hace un silencio sepulcral y, como si lo hubiéramos pactado de antemano, alguien cambia de tema y habla del tiempo, de cuándo podremos viajar a Marte o del libro que está leyendo.

Hoy es 23 de abril. Día del Libro. Y de eso me gustaría hablarles. De libros, de la estupenda Feria que se acaba de inaugurar en Puerta Real, de que mañana lunes estaré firmando en la caseta de mi editorial, ALMED y de algunas recomendaciones literarias.

Pero, la verdad, llevo toda la semana conteniéndome para no hablar del 25 aniversario y el anuncio hecho por Rajoy de que va a licitar el tramo Málaga-Sevilla del AVE, ha hecho que entre en erupción.

Que sí. Que nos va a beneficiar y, de esa manera, el viaje entre Granada y Sevilla durará hora y media. ¡Cómo va a molar, cuándo sea jubilata, poder coger el AVE para ir al cine a Sevilla, con todos los carnés de descuento del mundo mundial!

Porque, por mucho que Rajoy haya anunciado que la línea estará lista para 2018, yo prefiero no creérmelo. Y no porque dude de que el tramo entre Málaga y Sevilla entrará en funcionamiento en el plazo previsto. Eso, fijo que ocurrirá.

No me lo creo porque, para que el milagro de los 90 minutos ocurra, hay que solucionar la entrada del AVE a Granada y la mítica variante de Loja. Que no me digan si no sería un buen título para un cuento de ciencia ficción. La variante de Loja.

Se celebra estos días el 25 aniversario de la llegada del AVE a Sevilla y la celebración de la Expo 92. Una inmejorable ocasión para echarle un vistazo a esa Andalucía que, dicen, solo es una; y comprobar que eso es una de las trolas más gordas que nos han colado en los últimos años.

No señores. ¡NO! Andalucía hay dos: la de la alta velocidad, impulsada por briosos y vistosos purasangre; y la que trata de avanzar, a trancas y barrancas, en diligencia tirada por percherones lentos, pesados y sin presencia ni prestancia alguna.

Jesús Lens