QUIERO SER PIRATA

Ya está. Punto. Y final. Se acabó. Ahora sí lo tengo claro: voy a ser pirata. Y filibustero. Y descargador ilegal. Me autoinculpo. Que vengan a prenderme y llevarme preso. Porque, en cuanto sepa cómo demonios funcionan las Mulas, Torrentes y demás programas P2P, pongo un ordenata a descargar sin parar, 24 horas al día non stop. Juro que, hasta hoy, no me he bajado ilegalmente ni un fotograma de cine ni un acorde musical. Pero hasta aquí hemos llegado.

 

La razón: la patética política de exhibición comercial que tenemos en esta ciudad. Y alrededores. Lo hemos dicho, escrito y publicado hasta la saciedad. ¡Es una vergüenza que una ciudad universitaria y supuestamente culta como Granada tenga una cartelera tan patética, reduccionista y miserable, completamente copada por Avatares, Pandoras, Holmes y Ardillas Alvin, sin resquicio para nada más!

 

Cojan cualquier publicación especializada en cine y miren qué película está en lo más alto del cuadro crítico, catalogada como Obra Maestra incontestable, que ha ganado el Globo de Oro a la mejor película extranjera, además de la Palma de Oro del Festival de Cannes; generando un intenso debate histórico y sociológico en todos los medios. «La cinta blanca». Ahora, búsquenla entre las treinta o cuarenta pantallas de cine de Granada. No está. Como tantas otras películas europeas o sudamericanas. Sin hablar, por supuesto, del cine oriental o africano, que sólo es visible por estos lares durante la celebración del modélico e imprescindible festival Cines del Sur.

 

Si ya es ridículo tener que esperar desde mayo hasta enero para ver una película, el hecho de que, una vez estrenada, siga siendo invisible para la mayoría de espectadores debería hacer reflexionar a todos los defensores de los derechos de autor y la propiedad intelectual, a los cineastas contra la orden y a los defensores de la excepcionalidad cultural.

 

Por tanto, siguiendo la estela de John Ford y Luis Buñuel, me he agenciado un parche negro, he mandado arriar las jarcias y largar todo el trapo, entonando la siguiente balada:

 

«Con diez megas por banda

el ADSL a toda vela

no corta la conexión, sino vuela

mi ordenata malandrín.»

 

Se acabaron los remilgos, el recato y mi defensa a ultranza de la legalidad cultural. Lo siento. Si no me dan el acceso por lo civil, lo encontraré por lo criminal. En justa correspondencia, el que quiera piratear mis columnas, libros, artículos, reportajes, etcétera, que lo haga con total libertad. Y libertinaje. Por mi parte, cada vez que me descargue cualquier película, disco o libro de forma ilegal, apuntaré el nombre de sus creadores y, si tengo la ocasión de coincidir con ellos, les invitaré a unas cañas, en compensación.

 

Así las cosas, recién estrenado este 2010, iniciamos una carrera delictiva que no sabemos a dónde nos conducirá, pero que comienza con esa letanía tan habitual en las leyendas sobre corsarios, bandidos y bandoleros: soy pirata porque el mundo me hizo así…

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.