‘Cementerio de secretos’: el lingüista que sabía demasiado

Déjenme que les cuente un secreto: se acaba de publicar una de Hitchcock en España. Una novela, quiero decir. La ha escrito esa bestia parda que responde al nombre de José Antonio Pérez Ledo, se titula ‘Cementerio de secretos’ y ya tardan en ir a su librería de cabecera para hacerse con ella. Si la empiezan uno de estos santos días, al domingo de Resurrección no llega: sus cerca de 450 páginas se beben con la misma delectación que el primer trago de cerveza después de una larga caminata bajo el sol de verano.

Y ahora, permítanme que me explique. ‘Cementerio de secretos’ cuenta una historia apasionante que habría hecho las delicias del mismísimo Alfred Hitchcock. Todo comienza con un lingüista llamado Tirso que asesora a la Policía en casos puntuales. Por ejemplo, cuando una mujer aparece en mitad del desierto del Sahara y resulta ser una niña madrileña desaparecida tres décadas atrás. ¿Qué hacía allí? ¿Dónde pasó esos años? ¿Qué le pasó en su momento? Alba apenas puede mascullar un puñado de palabras, lo que complica el trabajo de un Tirso que, perseverante, no cejará en su empeño de querer saber. Saber, por ejemplo, por qué el padre de Alba, un científico adscrito a la JEN, la Junta de Energía Nuclear, se suicidó apenas diez días después de la desaparición de su hija.

¿Qué hay de Hitchcock en esa relación de hechos? Así contado, poco. Pero créanme: ‘Cementerio de secretos’, publicada por Plaza & Janés, tiene mucho de ‘El hombre que sabía demasiado’ y ‘Con la muerte en los talones’. Para empezar, un ciudadano normal y corriente enfrentado a un enigma que tampoco parece para tanto. Al principio. Un tipo curioso e inquisitivo que empieza a hacer preguntas, a hablar con gente y a sacar conclusiones, algo que pondrá nerviosos a según qué elementos del Gobierno, que no tardarán en mover ficha. 

¿Sobre qué pregunta Tirso? Les respondo con otra pregunta: ¿se acuerdan ustedes de Fraga bañándose en la playa de Palomares? Pues aten cabos. Y no les cuento más. Solo les diré que hay MacGuffin, secretos ocultos a punto (o no) de ser desvelados, varios secundarios de lo más atractivo, un gran villano, persecuciones y acción. Mucha acción.

El autor de la fascinante y adictiva ‘Cementerio de secretos’ es José Antonio Pérez Ledo, un tipo proteico que lo mismo escribe novelas estupendas que guiones para series de televisión como ‘Caminantes’ o para cómics como ‘Los enciclopedistas’. AQUÍ hice un amplio recorrido por su trayectoria. Es creador del programa de divulgación científica ‘Órbita Laika’, en RTVE. Y sus pódcats. Ojo a ese prodigio. Si salen ustedes a caminar, escuchándolos, batirán su récord de kilómetros enlazando un capítulo tras otro de ‘El gran apagón’ y ‘Guerra 3’. Lo tuvimos hace unos años en Granada Noir y nos contó ESTO.  ¡Grande José Enrique Cabrero!

De ‘La firma de Dios’ aún no les puedo decir nada, que lo guardo como oro en paño, como antidepresivo para un hipotético momento de bajón, como un gran reserva para descorchar en un momento especial.   

Terminamos con el arranque de la novela. Dice así. “Bajo cierta calle de Madrid existe un lugar donde yace nuestro pasado oculto. Kilómetros de galerías subterráneas cuyo acceso es custodiado todos los minutos del día, todos los días del año… En esos misteriosos corredores se amontonan cajas de cartón repletas de legajos. Toneladas de informes, memorias y dosieres. Papeles amarilleados por el tiempo y tinta enmudecida por la ley. Décadas de documentos confidenciales a los que pocos ojos tienen acceso. Es el cementerio de secretos oficiales de nuestro país. Esta es la historia de uno de esos secretos”. No dejen pasar la ocasión de desvelarlo. No se arrepentirán. 

Jesús Lens