‘1795’ gran cierre a una gran trilogía

Las buenas trilogías, sean literarias o cinematográficas, tienen un qué-sé-yo que las hace apasionantes. Será herencia de la Santísima Trinidad o de las propiedades mágicas del número tres, reconocidas desde los tiempos de Tales de Mileto, pero el caso es que me pirro por una buena trilogía. Por ejemplo, la del sueco Niklas Natt och Dag que, publicada por Salamandra Editorial, acaba de llegar a su final. (Tras un verano dedicado a los clásicos –AQUÍ tenéis acceso a todas las entradas novelas, cómics, true crimes y películas- volvemos a la actualidad literaria más ardiente). 

‘1795’ es uno de los libros del verano y conviene hacerse con él para disfrutarlo con calma y delectación, antes de que la marea de novedades de la rentrèe literaria nos urja con sus bullas y exigencias. Porque la temporada viene cargada de literatura negra y criminal de lo más excitante: el final de Montalbano, el inicio de una nueva trilogía de Gómez-Jurado y nuevas entregas del Mario Conde del cubano Leonardo Padura y de Bevilacqua y Chamorro, los guardias civiles de Lorenzo Silva. Thrillers de Michael Connelly y John Grisham y lo nuevo de Dolores Redondo.

Y ojo a las dos novelas conectadas de Cormac McCarthy que, a su vez, estarán temáticamente relacionadas con la nueva película de Christopher Nolan. No serán noir, que tratan sobre el desarrollo de la bomba atómica, pero me tienen de lo más expectante, loquito perdido. 

Así las cosas, en Adictos al Crimen, el Club de Lectura y Cine de Granada Noir, Librerías Picasso y Penguin Random House Mondadori, daremos el finiquito al verano charlando sobre el remate a su trilogía de Niklas Natt och Dag. Me acuerdo ahora de lo que escribí en marzo de 2020, cuando leímos la primera entrega de la saga: “Advertencia para hipocondríacos: ‘1793’ tiene tanta fisicidad como ‘El perfume’ y, protagonizada por un abogado tuberculoso, puede resultar pelín agobiante en estos tiempos de coronavirus. Y, sin embargo, creo que es justo cuando hay que leerla”. 

No sé si habrá sido casualidad, pero con el virus en retroceso, ’1795’ es menos ‘pútrida’ que sus antecesoras. No vamos a decir que Estocolmo huela a rosas, tampoco es eso, pero el autor ha cargado menos las tintas en la descripción de olores y ambientes, dando por supuesto que el lector ya está avisado y sabe lo mucho que apesta la ciudad.

En este caso, los personajes, tanto los principales como los secundarios, tienen más protagonismo. Y la trama, que el autor tiene que cerrar todos los hilos argumentales que tejió en sus dos entregas anteriores. Un cierre que no dejará indiferentes a los lectores. 

La dialéctica entre los ricos y los poderosos que, aburridos, necesitan distracción constante que les saque de su abulia existencial y la lucha por la vida de las clases populares de la Suecia de finales del siglo XVIII nos habla del aquí y el ahora. A través de sus thrillers históricos, Niklas Natt och Dag denuncia la desigualdad creciente y abismal de las sociedades modernas, las de antaño y, a nada que nos fijemos en lo que pasa a nuestro alrededor, las actuales. Aviso a navegantes. 

Y ojo al malo de la función, un archivillano de los que dan miedo. Mucho miedo. No consta, de momento, que esta trilogía se vaya a adaptar al cine o a la televisión, pero sería un flipe ver a Mads Mikkelsen encarnando a Tycho Ceton. Ahí lo dejo.

Estoy encantado con el cierre que Niklas Natt och Dag ha dado a su trilogía. Por cierto, el hecho de que en nuestro Club de Lectura hayamos leído cada una de las entregas según se han ido publicando, demuestra que tiene solera y pedigrí. Además de buen gusto negro-criminal, claro. 

Jesús Lens

Se acabó lo que se daba

Advertencia: la lectura de esta columna puede producir melancolía, tristeza y pesadumbre. Aunque vamos a intentar que no sea así. Ustedes lo saben. Hoy es 29 de agosto. Lunes. Para algunos afortunados, la vida normal no empezará hasta el lunes 5 de septiembre. ¡Suertudos ellos! Para el común de los mortales, hoy comienza todo, otra vez. Los equipos deportivos  aprovechan para hacer pruebas de selección, los bares y cafeterías de toda la vida reabren sus puertas y toca darse un garbeo por el barrio a ver cómo sigue todo.

Lo más importante para no sucumbir a la llamada depresión posvacacional, una de esas folletaícas de pijos sin mayores preocupaciones, afortunados ellos; es buscarse buenos planes para estos días que nos permitan recuperar el pulso a la normalidad con optimismo y alegría, dentro de lo que cabe. 

Por ejemplo, en Bubión nos invitan a disfrutar de un festival adscrito a la filosofía Slow con Soleá Morente como cabeza de cartel. También podemos ver la película de Elvis en televisión, que la estrenan el 2 de septiembre, engancharnos a ‘La casa del dragón’ o ver a Stallone, superhéroe de barrio, como si fuera el personaje de una canción de Kiko Veneno. Y apoyar a nuestra selección en el Eurobásket, faltaría más, además de al Granada C.F.

Es tiempo de rentrée literaria y ya tenemos una nueva entrega del Corto Maltés clásico en las librerías, a la espera de la nueva aventura que nos propondrán Díaz Canales y Pellejero. No hay como acompañar a Corto en sus viajes por el mundo para sentir el salitre, el sol y el viento en el rostro. 

Serpiente Negra trae los primeros conciertos de su siempre excitante y provocadora propuesta musical desde el mismo 13 de septiembre, El Roto desembarca en el Centro Guerrero antes de fin de mes y Lorenzo Silva publica una nueva entrega de Bevilacqua y Chamorro en unas semanas. Y ojo a la magna retrospectiva que se está preparando del dibujante e ilustrador Sergio García en el Hospital Real. 

También toca apuntarse al gimnasio. Otra vez. Y a la academia de idiomas. Y/o a la de música. O comenzar uno de esos coleccionables que —¿todavía los hay?— nos fidelizan a nuestro quiosco de confianza. 

Para evitar cualquier atisbo del referido síndrome posvacacional, roce más o menos de cerca la depresión —un concepto que no debemos banalizar, dicho sea de paso— tengo otra propuesta, pero es mucho más desagradable. ¿Han visto ustedes lo de la inflación, los tipos de interés, el Euríbor y las previsiones económicas y geopolíticas para el otoño y el invierno? ¡Está el patio como para deprimirse por el final de las vacaciones!

¿Lo ven? Es mejor concentrarse en el disfrute de las pequeñas cosas. Para amargarnos, de verdad, tendremos motivos de sobra. Por todo ello… ¡vamos, vamos! Comienza un nuevo curso y a buen seguro que, con curiosidad y buen ánimo, nos reserva un montón de grandes momentos, aunque sean sencillicos.

Jesús Lens

Caminar por la montaña costera

En gastronomía, a los platos que combinan pescado y carne se les llama ‘mar y montaña’. No es un alarde de originalidad, pero queda claro de qué va la vaina y nadie puede llamarse a errores. 

El pasado jueves, una panda de intrépidos chucheros capitaneados por mi hermano Jose nos echamos a los caminos y senderos que, partiendo desde el mismo rebalaje, nos condujeron por los cerros, lomas y riscos que conectan Carchuna con Torrenueva a través del sendero PR-A 420. Y vuelta. 

¿Se han asomado ustedes al ya famoso puente colgante de Jolúcar? Hay que darle la enhorabuena al ayuntamiento de Torrenueva Costa, que lo ha convertido en un reclamo turístico de primer orden, atrayendo a cientos de curiosos. 

Nuestra ruta comienza por la abandonada antigua carretera de la costa, subiendo hasta la V que corta la montaña. Territorio zombi que es pasto de cabras monteses… y de ciudadanos desaprensivos que aprovechan para tirar cascotes, restos de obras y otras mierdas. 

Cruzamos la carretera general a la altura del Cabo Sacratif y nos asomamos a ese faro que lleva alumbrándonos desde el principio de los tiempos. Por lo menos, de los nuestros. Desde ahí, un largo sube y baja por los cerros nos permite asomarnos a los grandes miradores que te muestran perspectivas inabarcables del Mediterráneo y los bordes escarpados de las montañas adentrándose en el mar. 

Y así llegamos al ya famoso puente colgante. En Torrenueva, cruzamos su antiguamente atestada travesía a la altura del Maraute y subimos en busca de la conocida como Cota 100 que nos regaló una excepcional puesta de sol desde un mirador sabiamente ubicado, antes de devolvernos a La Chucha ya entre penumbras. Doce kilómetros, tres horas y media de marcha, sudor a espuertas y vistas diferentes y originales del mar y las playas de nuestro entorno. 

Y así llegamos, también, al final de esta sección veraniega en la que hemos procurado dar vueltas y más vueltas por diferentes lugares de Andalucía Oriental. Se lo he contado otras veces: no hay como viajar por Granada, Jaén y Almería para cobrar conciencia de lo poco que conocemos nuestra tierra, en realidad, y de los grandes tesoros más o menos ocultos, más o menos (des)conocidos que alberga. Y eso que, por mor de las circunstancias —y de los imposibles precios de los hoteles— apenas hemos salido de la confortabilidad de las grandes capitales. 

Mañana es lunes y aunque todavía es agosto, ya está todo el pescado (veraniego) vendido. Se acabó lo que se daba. Ya no hay galbana ni pachorra que valgan. El móvil volverá a la vida y el guasap empezará a echar humo de nuevo. Qué le vamos a hacer. 

Muchas gracias por haber estado estas semanas ahí. ¡Salud, viajes y cultura! 

PD.- Nos despedimos con una pésima noticia: la muerte de Francisco Martín Morales, genio del humor gráfico y uno de los grandes dibujantes de nuestro país. Fino analista de la actualidad de cada momento, descanse en paz. 

Jesús Lens

Verano de propósitos incumplidos

Lo escribía el lunes 18 de julio, cuando arrancamos con esta sección veraniega más fresca y desenfadada, a pesar de la pertinaz ola de calor: “Si los propósitos de Año Nuevo son difíciles de lograr, los veraniegos deberían ser de imposible cumplimiento, lisa y llanamente. Uno habrá disfrutado tanto o más de sus semanas de descanso cuantos menos objetivos haya conseguido tachar de su lista. Eso es así. Y nada de sentirse culpables, faltaría más”. (Leer AQUÍ esos propósitos)

Atardecer sin estrés en La Chucha

Cuando estamos a punto de despedir agosto, hago un repaso del nivel de cumplimiento de mis propósitos para este verano 2022 y compruebo, con orgullo y satisfacción, que la mayoría están aún por culminar. Es cierto que un julio laboralmente muy complejo y exigente y la irrupción de la Covid a comienzos de agosto no han ayudado, la verdad sea dicha. 

Pero no es menos cierto que tampoco es que me haya esforzado en demasía. Como muestra, un botón: el pasado miércoles tenía previsto nadar una hora en el mar. Quiso la mala suerte que el momento elegido coincidiera con otra cita clásica de los veranos en La Chucha: la sangría de Eduardo. ¿Qué actividad piensan ustedes que consideré prioritaria? Pues eso. Y el jueves, que también me había propuesto nadar, una palabra corría de boca en boca por el rebalaje: ¡Medusas! Y es que así no se puede.

El perolillo de la sangría de Eduardo

Con lo de correr, lo mismo. Cuando estaba firmemente dispuesto a hacer entrenamientos serios, científicos y concienzudos, mi hermano me condujo por montes, riscos y cerrillos mediterráneos, dejándome las piernas más tiesas y cargadas que las columnas renacentistas de Vandelvira. ¡Cómo para hacer series, oiga!

Durante mi semana de convalecencia vírica y arresto covidiano me harté de ver series y películas sin orden ni concierto, del fastuoso, glorioso y estratosférico final de ‘Better Call Saul’ a la muy nihilista y desesperanzada ‘La ciudad es nuestra’, la vuelta de David Simon a las calles de Baltimore, escenario de la revolucionaria ‘The Wire’. 

Volví al cine a lo grande, con ese glorioso y sangriento descojono que es ‘Bullet Train’, muy recomendable, y un intenso programa doble en el ya digitalizado Madrigal.

Y lecturas, muchas lecturas. Todas ellas pecaminosas, disfrutonas y viciosas. Igualmente anárquicas y sin criterio preconcebido… menos ‘La dalia negra’ de James Ellroy y ‘1795’, el cierre de la trilogía de Estocolmo de Niklas Natt och Dag. Dos novelones que llevamos en el Club de Lectura Adictos al Crimen de Granada Noir, Librerías Picasso y Penguin.

Estoy encantado con las aventurillas detectivescas de la Reina Isabel II en ‘Un caso de tres perros’, de la autora S. J. Bennett, publicada por Salamandra Editorial y he leído a Mónica Rouanet, Luis Roso y Santiago Álvarez.

Lecturas en el rebalaje

Esto se empieza a terminar, gente. Pero todavía no se ha acabado del todo, como decía Extremoduro. Aún nos quedan millas por nadar (ejem), kilómetros por remar y rutas costeras por patear. Salmonetes espetados a los que hincar el diente y birras por tumbar. Para hidratar. Siempre para rehidratar por culpa de la calor. 

Jesús Lens

Elogio de Vandelvira, con Eufrasio de Rojas de fondo

A José Antonio le pareció pobre el Vuelta y vuelta dedicado a la Catedral de Jaén. Que citando la soberbia sacristía de Vandelvira apenas había rascado la superficie de esa joya arquitectónica, me vino a decir. Es lo que pasa cuando lees sobre un tema que conoces bien: te gusta que escriban de ello, pero te parece insuficiente y poco profundo, por lo general.

Fachada de la Catedral de Jaén, del iliturgitano Eufrasio de Rojas, que era de Andújar, ¿estamos?

A José Antonio, iliturgitano de raza, lo que en realidad le fastidió, yo lo sé, es que no mencionara en el artículo a su paisano Eufrasio López de Rojas, nacido en Andújar en 1628 y autor de esa memorable fachada del templo jienense sobre la que es necesario deshacerse en elogios.

El bueno de Eufrasio, proveniente de una familia de canteros, había sido nombrado maestro mayor de la Catedral de Granada en 1666, pero duró poco en el cargo: su presencia fue requerida en Jaén, donde dejó buena huella de su talento en la referida fachada de una de las cumbres del Renacimiento español. 

La misma fachada de la Catedral de Jaén, al caer la tarde esta vez. Es de Eufrasio López de Rojas, natural de Andújar. AN-DÚ-JAR. Que quede claro, diantres.

Hace un par de años, en otro de estos viajes veraniegos por la provincia de Jaén, estuve en Sabiote, el tercer y menos conocido vértice de un triángulo completado por Úbeda y Baeza, ciudades ricas y feraces en patrimonio histórico-artístico, máximos exponentes del Renacimiento, en las que Andrés de Vandelvira dejó su huella indeleble. (Leer AQUÍ)

Vandelvira. Todo lo que pueda escribir de Vandelvira sabrá a poco a quienes saben de su vida y su obra, ¿pero es suficientemente conocido por el gran público? Haría falta que Pérez-Reverte lo convirtiera en personaje de alguna de sus novelas para elevarlo a la categoría de auténtica celebrity histórico-artística.  

En Sabiote, tallada en piedra, hay una escultura dedicada al maestro Vandelvira, situada en el centro de la villa, en una plaza que permite al viajero girar 360 grados y flipar con la visión continua de una increíble sucesión de singulares edificios históricos, religiosos y civiles. Todo un viaje en el tiempo cincelado en roca.

Frente a la Catedral de Jaén hay otra escultura de Vandelvira, esta mucho más reciente. El autor es el granadino Ramiro Megías López y data de 2005, cuando se celebró el V centenario del nacimiento del ilustre arquitecto. Se trata de una soberbia pieza de bronce sobre un pedestal y el homenajeado aparece en escorzo, dibujando sobre su cuaderno. Cuatro metros de altura y dos toneladas y media de bronce, con la peana decorada con las herramientas del arquitecto: compás, cincel, martillo, etcétera. 

Escultura de Vandelvira en bronce, de Ramiro Megías

Qué buen plan sería hacer una Ruta de Vandelvira, comenzando por su Alcaraz natal, en Albacete y pasando por Cuenca o la bella y quijotesca localidad de Villanueva de los Infantes, en Ciudad Real. Y, por supuesto, Úbeda, Baeza, Sabiote, Jaén y otros pueblos jienenses. ¡Hasta en la Catedral de Guadix dejó su huella!  

¿Ven? Se me termina el espacio y, en realidad, no les he contado nada sesudo sobre Vandelvira y sus célebres bóvedas vaídas o de pañuelo. ¡Si es que no tengo remedio!   

Jesús Lens